Políticas

16/4/2009|1079

La elección más fraudulenta de la historia

La decisión de plantar a Scioli y a los intendentes kirchneristas en las listas bonaerenses revela que el gobierno no repara en nada para zafar en las elecciones del 28 de junio. Después del afano de boletas descomunal que se produjo en las de octubre de 2007, esto significa que se está preparando todo para armar el peor fraude electoral del último medio siglo.

A los intendentes que encabezarán las listas se ha sumado una categoría “intermedia”: las listas de los parientes de los intendentes, como ya lo anunció el platense Bruera.
Recordemos que el origen de todo este abuso había sido la decisión de los intendentes de poblar con su propia gente a las listas opositoras, para asegurarse de ese modo una mayoría en los concejos con independencia de los resultados a nivel provincial. Semejante atropello fue bienvenido por los De Narváez y Solá, que no quieren enfrentarse con el aparato de los “intendentes del conurbano”, sino tenerlos de su lado después de las elecciones. Oficialismo y oposición jugaban así con las cartas marcadas. La Coalición Cívica, la UCR y el socialismo, ajenos a esa disputa interna del peronismo, buscaron reparo en bastiones incluso más sólidos: en los punteros de la Mesa de Enlace en las zonas agrarias, cuyos distritos electorales tienen una sobrerrepresentación con relación a los distritos urbanos. (Un detalle risueño: Alfredo De Angeli envió como candidato del PJ disidente de Entre Ríos… a su hermano mellizo.)

Las candidaturas truchas son una maniobra desesperada del gobierno para hacer frente a la imposibilidad de ganar las elecciones en forma plebiscitaria. Una derrota electoral, sin embargo, con los Kirchner y Scioli colgados de las listas, plantearía la posibilidad de una elección adelantada para presidente.

El adelantamiento electoral ha dejado al desnudo una etapa superior de la crisis política que se iniciara con la llamada ‘crisis del campo’: es decir, el proceso de disolución política del gobierno, cuyo destino depende de la respuesta política del aparato bonaerense del justicialismo. La familia K tendrá la caja del presupuesto fiscal, pero el aparato bonaerense es el que tiene la pistola.

Oposición fraudulenta

La decisión de las “listas testimoniales” (candidatos que no van a asumir y futuros diputados que no se harán conocer hasta que asuman) agudizó la lucha por la compra de los caciques del conurbano y volvió a instalar una crisis en la precaria alianza entre De Narváez, Solá y Macri. Los dos primeros tuvieron que hacerle entender a ‘Mauricio’ que la elección bonaerense es una gran interna del pejota. Algo parecido le sucede a Carrió con los punteros históricos del radicalismo. Después de haber batido el parche de la “reconstrucción” de la política, el régimen enfrenta la crisis actual con los mismos métodos políticos que imperaban en la época de Alsina, Roca y Mitre. No debería sorprender si todos ellos ya estuvieran preparando la mayor desaparición de boletas electorales de la que se tenga memoria.

Pero en materia de duplicidades, los punteros han sido superados largamente por el centroizquierdista Víctor De Gennaro. El dirigente histórico de la CTA acaba de repetir un clásico: vuelve a anunciar que no se presentará y que va a apoyar a Martín Sabatella, un kirchnerista rabioso, en la provincia, y a Pino Solanas, un residual del Frepaso y del kirchnerismo, en la Capital (Página/12, 15/4). Sabatella tiene en su “mesa de campaña” a Hugo Yasky, el principal agente del gobierno dentro de la CTA. Solanas, por su parte, ya comparó muchas veces a Kirchner con Menem, pero su “espacio” continúa negociando con el resto del “progresismo” porteño, que tiene vasos comunicantes con el gobierno, por un lado, y con la oposición sojera, por el otro. Es el caso del SI, de Ibarra o del PS porteño, que hace campaña reivindicando la candidatura presidencial del sojero Binner para 2011.

El centroizquierda no está haciendo nada diferente de los intendentes del pejota: pone sus fichas en todos los casilleros de la política capitalista. No tiene una política propia frente a la crisis y sólo aspira a colarse en el cogobierno parlamentario que se configura para después del 28.

Una campaña anticapitalista

Las maniobras preelectorales podrán llenar convenientemente las páginas de los diarios, pero no pueden tapar el telón de fondo de la bancarrota capitalista. La lista de provincias en cesación de pagos sigue avanzando, al igual que las suspensiones y despidos en la industria. En plena campaña electoral, Scioli y Macri piensan dejar un tendal de 15.000 “jubilaciones compulsivas”; o sea, despidos encubiertos de trabajadores estatales. Desde las tribunas, los “nacionales y populares” del gobierno no dejan de despotricar contra la “oligarquía”, pero dependen -como nunca- de la liquidación de la cosecha de soja para llegar a los comicios. De ahí que el gobierno se encuentre negociando con el FMI, porque significa la promesa de una reducción o eliminación de las retenciones a la soja. Del mismo modo, por más que aumente la virulencia oficial contra el “peronismo neoliberal”, después del 28, el gobierno prepara un pacto parlamentario con él para acelerar la aproximación a Obama y al FMI. Esto es lo que exige la patronal de la Unión Industrial para después de las elecciones, o sea “un acuerdo de cinco puntos para mantener asegurada la gobernabilidad y mantener activa la economía” (Clarín, 10/4).

La oposición al festival de fraudes y ocultamientos de las listas de la burguesía -incluyendo a las colectoras de centroizquierda- debe servirnos para desarrollar una campaña electoral que prepare, o sea que oriente, la intervención popular masiva, en primer lugar la de la clase obrera, en la crisis capitalista y en la crisis que plantea la disolución política del régimen actual. Por eso rechazamos todo lo que sean combinaciones electorales, las cuales expresarían una adaptación al sistema imperante, y subrayamos que un agrupamiento de fuerzas debe servir para una campaña de contenido revolucionario, que destaque ante las masas un programa y una fuerza dirigente. Lo más complejo de la campaña electoral que se inicia es comprender que debe servir de semillero para desarrollar una presencia política entre las masas, en función de una salida obrera revolucionaria a una crisis abiertamente política.

Marcelo Ramal