La ‘ética’ capitalista lleva a la corrupción
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Para la oposición centroizquierdista- radical, la corrupción es la causa de todos los males sociales de la Argentina. Si se la eliminara, repiten a diario los Chacho Alvarez y los Terragno, se podría solucionar el drama de la desocupación, aumentar los salarios y las jubilaciones y hasta reducir los impuestos al consumo. En resumen, toda la ‘sapiencia’ frepasista- radical no se eleva más allá de lo que enunciara hace ya varios años el ‘recontra chupa medias’ Barionuevo: “si todos dejáramos de robar durante dos años… ” Los frepaso-radicales pretenden un “capitalismo sin corrupción”, lo cual es, en el mejor de los casos, una ilusión. El motor del capitalismo es el beneficio y ningún capitalista dejará de utilizar los recursos que tenga a la mano -incluidos la corrupción, el contrabando, y las coimas a los funcionarios públicos- para aumentarlos a costa de-sus competidores. Más aún cuando lo que está en juego, como consecuencia de la agudización de la crisis capitalista, es la propia sobrevivencia.
Supongamos por un instante, sin embargo, que esta utopía se hiciera realidad y que los capitalistas antepusieran la ‘ética’ al ansia de acumular beneficios.
Este ´paraíso’ de los frepaso-radicales aun sería un infierno (sin comillas). El medio fundamental del que podrían valerse los capitalistas para ‘competir’ sería la superexplotación de los trabajadores: alargar las jomadas, reducir los salarios, aumentar los ritmos de producción, aumentar la competencia entre los obreros mediante el incremento de la desocupación, serían los únicos medios a disposición de los capitalistas para desplazar a sus competidores del mercado. El contenido de clase de la propaganda ‘ética’ de los radicales y frepasistas resulta claro.
Paro tampoco esto acabaría con la corrupción. Porque, ¿cómo podría esta burguesía ‘ética’ enfrentar a los trabajadores si no es, como ha hecho a lo largo de toda su historia, corrompiendo a las direcciones de los sindicatos? Pero para corromper a la burocracia sindical hay que corromper al funcionariado estatal; la represión eleva de categoría a los represores que pasan a reclamar su tajada de los negocios. La corrupción que habíamos ‘eliminado’ en la ‘competencia’ entre los capitalistas resurge agravada, bajo la forma de fascismo, como una necesidad de la lucha de los patrones contra los trabajadores. En otras palabras, no es posible acabar con la corrupción sin acabar con el capitalismo.
El ‘capitalismo ético’ que propagandizan los opositores no existe… pero su verso busca mantener a los trabajadores -atados al carro de la burguesía.