Políticas

1/6/1994|420

La “flexibilidad laboral” para los represores

Uno de los rasgos dominantes de la brutal descomposición política en América Latina es la crisis de los propios aparatos del Estado. Esto se manifiesta de distintas maneras, pero una de las más relevantes se ha dado en la policía, donde coexisten una sobredotación y corruptela en las cúpulas, de un lado, o salarios miserables y rebeliones en la base, del otro.


Hace poco más de un año, esta situación estalló en Uruguay en una huelga “salvaje” de la policía, con marchas, movilizaciones, fogones y asambleas.


La policía bonaerense produjo también su “estallido” en Quilmes por motivos similares, obteniendo muy poco a cambio (más armas pero poca plata de salarios). En Brasil, PO informó la semana pasada sobre “la huelga de la Policía Federal (que) ya lleva más de 50 días y contra ella fue montado un vasto operativo del Ejército principalmente en San Pablo y Brasilia con despliegue ostensible de armamento de guerra” (PO 419-20/5/94).


Policía Federal… te quieren “flexibilizar”


Es aquí donde aparece Cavallo, propulsado por la CIA y la DEA de Estados Unidos, para crear la “supersecretaría” de seguridad, desde donde pretendería, según Ambito Financiero (20/5) producir “ahorros en un presupuesto de 2.600 millones de dólares de las fuerzas de seguridad…”


Es innegable que la disconformidad generalizada de los jefes de Policía, Gendarmería y Prefectura no tiene que ver con el proyecto “institucional”, sino con un posible recorte abrupto de presupuestos. La Gendarmería, dicen sus mandos, “no tiene ningún tipo de observación que formular respecto de una decisión política del gobierno”, pero perdería la parte que le queda de su “status militar”, (y) pasarían a ser una “fuerza policial” (Clarín, 20/5/94).


Es claro que llegó la hora de la “flexibilidad laboral” a las policías y represores y la “reconversión” de sus aparatos. La represión contra el pueblo entra también en la etapa de la “modernización”, es decir, de las fuerzas de intervención rápida. El Estado no puede tolerar ni la rebelión del pueblo ni la de sus propios gendarmes.