Políticas

19/5/2011|1177

La fuerza del espanto

La primera plana de Prensa Obrera del jueves pasado se adelantó al discurso apocalíptico de la Presidenta -precedida como un aperitivo combinado por el de Mario Ishii, el intendente de la paupérrima José C. Paz. Titulamos “(Estamos) con los que reclaman y luchan”, antes de que CFK se desencadenara justamente contra ellos con la acusación de que no eran solidarios con el conjunto de la sociedad. La Presidenta produjo un caso de lobbysmo explícito, porque abogó por los intereses de su compinche Eskenazi, quien se coló en YPF de la mano de la familia Kirchner con la plata de los dividendos de la compañía con la que paga el préstamo que le dio Repsol para convertirse en accionista. Esto explica su furia contra los petroleros y docentes de Santa Cruz, los que no se rinden a la ‘paz social’ que les quiere imponer CFK contra sus derechos y reclamos. La prensa ‘destituyente’ y la UIA se tomaron de estos ‘conceptos’ presidenciales para saludar el discurso y la disposición de la Presidenta para congraciarse, dijeron, con la clase media. Los medios y los alcahuetes le dan esta categoría social a los asalariados que consiguen sobrepasar el costo de una canasta familiar con el trabajo del matrimonio y, a veces, de sus hijos.

La feroz verborragia contra la clase obrera por parte del gobierno popular quedó opacada, sin embargo, por la queja ronca de la Presidenta contra los que le gritan vivas mientras buscarían moverle el piso. CFK dramatizó algo que no es cierto: quienes la vivan le están asegurando la estantería, lo último que se les ocurriría es sacudirla. La burocracia sindical, Moyano, los pichones de La Cámpora, la Solano Lima y la Juventud Sindical se desesperan por escalar a su sombra, no por voltearla. La Presidenta simplemente encubre su intención de favorecer a los más íntimos, como ocurre con cualquier gobierno de camarilla. Es cierto que el quejido impostado de la gobernanta puso al desnudo la fragmentación del armado oficial, pero esto es así desde 2003 y se va reciclando. Que la Presidenta no puede gobernar sin la regimentación de los sindicatos por medio de la burocracia quedó expuesto una semana más tarde de dos maneras. Una, cuando después de reglamentar la ley de prepagas -que consagra la privatización de la salud por parte de Menem- renovó el manejo por parte de la burocracia sindical del fondo de prestaciones especiales que administra -y malversa- el Estado desde los tiempos del riojano. La otra fue cuando invitó al acto en que anunció de nuevo licitaciones de Ferrovías para el Belgrano Cargas, a los ‘compañeros’ de Pedraza. Quienes cuentan confidencialmente que el círculo interno de la Casa de Gobierno querría desnivelar la cancha de la interna peronista en contra de Moyano, olvidan que el Rasputín del caso, Amado Boudou, apoya sus pretensiones a la candidatura para jefe de Gobierno de la Ciudad en el tejido que maneja Moyano. En definitiva, como repetimos abusivamente los argentinos, “los une el espanto” -un lazo que no es encomiable, pero suele ser de los más perdurables. La Presidenta intenta montar un escenario electoral plebiscitario, no para descolocar a Moyano, sino porque ve cernirse otra sacudida de la crisis mundial, como lo revelan la fuga de capitales, la formación de un mercado paralelo del dólar, así como la crisis comercial y financiera con Brasil.

La acción del Frente de Izquierda se inscribe en esta crisis potencial de conjunto, o sea que no debemos limitar la campaña electoral al propagandismo o difusión de ideas, sino que debemos desarrollar una alternativa política, o sea reclutando para el Frente y organizando comités de base y redes de apoyo a nuestra campaña. Mientras tanto, paritarias fundamentales no se han cerrado, como metalúrgicos o la alimentación, además de varias otras. El Frente debe incrementar su apoyo a estas luchas por medio de una agitación enérgica.