Políticas

19/6/2008|1042

La gran patronal sojera de Brasil y la Federación Agraria Argentina

El sábado pasado Página/12 aventuró que "Lula estatiza los fertilizantes’. No se trataba de eso, por supuesto, como lo dejó en claro el ministro de Agricultura de Brasil al decir que "estatizar no significa aquella antigua idea… sino que Petrobras podrá asociarse a algunas empresas privadas brasileñas y cooperativas…". ¿En qué reside entonces la importancia de la noticia?

Pues en que pone de manifiesto el peso que tiene para la agricultura un insumo que "absorbe el 40 por ciento del costo de la producción de alimentos", cuya importación está dominada por "un oligopolio" de "tres empresas" que "perjudica a los productores". O sea que una gran parte de los beneficios agrarios son transferidos a la industria que monopoliza el abastecimiento de los insumos del agro. Mientras que los chacareros capitalistas que apoyan el MST y el PCR reclaman descargar esos costos sobre los consumidores mediante la reducción o eliminación de retenciones, un ruralista brasileño, el ministro de Agricultura, pone el dedo donde corresponde. Ofrece una visión del perjuicio que ocasionan los pulpos que controlan la producción y el comercio de fertilizantes desde la gran patronal sojera. De todos modos, no hay motivos para ‘asustarse’: mientras Lula cavila sobre lo que habría que hacer, esos mismos pulpos desarrollan su propia ‘nacionalización’ mediante nuevas inversiones en el rubro.

El punto de partida para la producción de fertilizantes es el gas, que en Brasil domina Petrobras y en Argentina Repsol. O sea que la estatización de la rama plantea, en primer lugar, la renacionalización del petróleo argentino. Repsol es también productora de fertilizantes, cuyo precio no se encuentra condicionado por el precio de corte de 42 dólares que rige en Argentina para el crudo, ni por la mínima retención del 5 por ciento a la exportación de naftas. Si la Federación Agraria y los autoconvocados representaran una posición de lucha históricamente progresiva estarían apuntando los dardos hacia la nacionalización de la industria de insumos al agro y no por descargar todavía más sobre los consumidores los mayores precios internacionales, como ocurriría con una reducción de retenciones a las exportaciones agrarias.