Políticas

29/3/2001|700

La inviabilidad del Mercosur

Al ‘librecambista’ Cavallo no se le ocurrió mejor forma de debutar de nuevo como ministro que negociando con Brasil una autorización para elevar al tope del 35% los aranceles de las importaciones de textiles, calzados y otros artículos de consumo que vienen de afuera del Mercosur, y reducir en cambio a cero las que corresponden a bienes de capital, como las maquinarias o la informática. Los primeros gozaban hasta ahora de la mitad de la nueva protección y los segundos debían pagar una tasa del 14%.


La consecuencia de esas medidas es que la industria brasileña de artículos de consumo se ve beneficiada en sus exportaciones a Argentina, debido a la restricción que sufren las que vienen de afuera del Mercosur. Pero del mismo modo se ve perjudicada su industria de bienes de capital, que deberá competir con arancel cero con el resto de la industria mundial. El gobierno brasileño, sin embargo, aceptó rápidamente la propuesta, aunque con el argumento de que había que ayudar a Argentina a salir de la crisis.


Pero el problema es mucho más complicado que esto. La protección al consumo establecida por Cavallo apunta por sobre todo a beneficiar a Alpargatas, cuyos calzados deportivos no están afectados por la competencia brasileña sino por la asiática; en su breve paso por Economía, López Murphy le había bajado el pulgar al pulpo negándose a darle un subsidio que ya había sido acordado por Machinea. También apunta a beneficiar a los pulpos de las telecomunicaciones que están ingresando a la telefonía móvil a partir de la desregulación, ya que a partir de ahora no tendrán que pagar aranceles por los bienes de capital que necesiten introducir, a diferencia de lo que en su momento estableció Machinea, que sólo los eximió del IVA sobre inversiones. Estas medidas favorecen tanto a los yanquis como a los españoles y explica el excelente recibimiento que Cavallo tuvo en España y los elogios que recibió del secretario del Tesoro de Estados Unidos.


A Brasil, los cambios arancelarios también lo benefician; claramente en el caso de los artículos de consumo, pero incluso en los bienes de capital, puede enfrentar la competencia de afuera del Mercosur con los créditos subsidiados que regularmente ofrece su Banco de Desarrollo, en especial a la industria pesada.


Estas transacciones explican la velocidad del acuerdo que obtuvo Cavallo.


Pero el problema se complica, porque todo esto demuestra que el Mercosur se va cayendo como Unión Aduanera, que obliga a todos sus integrantes a mantener una protección externa común y un libre cambio interior. Cavallo ha dicho que quiere reemplazar la Unión Aduanera por una Asociación de Libre Comercio, la cual permite que cada país negocie en forma independiente de sus socios con los países de fuera de la zona. Esto es precisamente lo que pretende Estados Unidos para poder imponer un proyecto de zona de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego. Se explica entonces que el gobierno de Bush no haya objetado para nada las medidas ‘proteccionistas’ de Argentina en calzados y textiles.


Donde el derrumbe del Mercosur es más patente es en la industria automotriz, ya que debido a la recesión los pulpos instalados en Argentina no pueden vender a Brasil en razón de que para ello están obligados, por tratado, a importar por montos similares. El Mercosur ha quedado reducido, para Argentina, a un mercado de combustibles en crudo y algunos alimentos –algo que incluso comenzará a restringirse también debido al tema de la aftosa.


El proyecto ‘nacional’ de ‘integración’ de la burguesía latinoamericana se agota en un marco de creciente crisis mundial y por lo tanto de agudización de la lucha comercial entre las principales potencias. La crisis del comercio internacional será el último clavo del cajón del Mercosur; los objetivos de independencia nacional de América Latina sólo podrán alcanzarse por medio de una Federación Socialista de Estados.