Políticas

4/11/2010|1153

La militancia y la juventud

La realidad y el macaneo

La prensa burguesa (la kirchnerista y la antikirchnerista) explica la presencia de miles de jóvenes en los funerales de Néstor Kirchner con la peregrina afirmación de que el ex presidente habría “despertado” entre ellos un renovado interés en la militancia política -algún columnista del diario oficialista Tiempo Argentino arriesga incluso que se trata de un fenómeno post mortem. Que la juventud, hasta la llegada de Néstor Kirchner, se habría encontrado hundida en “la anomia” del que se vayan todos o en la apatía política. Lo notable es que hace apenas unas semanas, en pleno estudiantazo, esos mismos medios se inquietaban por la politización de la juventud y su apelación a la acción directa.

La afirmación de que el protagonismo político de los jóvenes comienza en un funeral descansa en un voluntario anacronismo y se propone enmascarar que el despertar de grandes contingentes de chicos a la militancia política surge con el proceso de luchas abierto por el movimiento piquetero, el cual desembocó en el Argentinazo. Son los jóvenes de las barriadas y de los sectores medios que protagonizaron la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001. El asesinato de los jóvenes Kosteki y Santillán, en el Puente Pueyrredón, precipitó que Duhalde convocara a elecciones y que Kirchner se convirtiera en presidente con poco más del 20% de los votos. No eran kirchneristas los jóvenes trabajadores que protagonizaron la heroica huelga del Casino: los kirchneristas eran Cristóbal López, el patrón, las patotas del “Caballo” Suárez y el propio gobierno que los mandó a reprimir.

El kirchnerismo -a diferencia del chavismo- no surge de la rebelión popular sino del menemismo, que luego se descalabra con la bancarrota económica de 2001. Néstor Kirchner preside una operación restauradora: restaurar el viejo Estado, restaurar ‘la política’ cuando los políticos eran repudiados en las calles y cuando se necesitaba quebrar la invasión del llamado espacio público por las luchas; restaurar el tejido de burócratas sindicales e intendentes pejotistas y cooptar aceleradamente a dirigentes de movimientos sociales y de derechos humanos.

Es imperioso tener presente el modelo de juventud que defendió Cristina Fernández una semana antes del asesinato de Mariano Ferreyra: la presidenta tuvo la osadía, en el acto de la CGT en River, de vestir una camiseta de la Juventud Sindical Peronista, la precursora en los ‘70 de las Tres A. La nueva generación de delegados y activistas sindicales -en el Hospital Francés, el subte, los call centers, en comercio, en las tercerizadas- son los herederos políticos de las corrientes clasistas de los años ‘70, no de la Juventud Sindical. Y está encarnada y representada por el ejemplo de nuestro compañero Mariano: una juventud que se enfrenta a las patronales y a la burocracia sindical peronista -ella sí socia principal del kirchnerismo, y se esfuerza por construir una dirección clasista en los sindicatos, independiente del Estado. ¿Alguien conoce a alguna agrupación de jóvenes K luchando por el salario, enfrentando a la patronal y a la burocracia en sus lugares de trabajo?

Los kirchneristas tampoco han logrado inficionar al movimiento estudiantil, dirigido por la Fuba piquetera, ni han intervenido más que como fracasados bomberos en el estudiantazo. La toma de colegios y universidades incorporó -en este caso sí- a importantes camadas de nuevos activistas que recibieron su bautismo político en la lucha contra el Estado. Justamente para tratar de encaramarse y meter una cuña en el movimiento juvenil, para “reperonizar” a la juventud, el kirchnerismo convocó al acto de la Juventud Peronista en el Luna Park, a mediados de setiembre. Como señaló entonces Prensa Obrera, “los fuegos de artificio del Luna no fueron un escenario sino una pantalla”: los chicos y las chicas estaban en los colegios y las facultades tomadas, en las calles. Y el intento de las corrientes K de cerrar el proceso de tomas fue respondido con un reforzamiento generalizado de las asambleas y la expulsión de los bomberos.

Detrás de la verborrea “popular, setentista y militante”, lo que realmente existe es el veto al 82% móvil, la minería a cielo abierto, el pago de la deuda, la preservación de los negocios y negociados, la paz social que se apresuraron a negociar -a cadáver caliente- la CGT y la UIA, el sostén de la burocracia sindical y sus patotas que tercerizan la represión contra el movimiento obrero, el gatillo fácil y la represión policial en las barriadas.

Muchos sectores juveniles y populares que se acercaron al kirchnerismo, ilusionados con que ataca los intereses de la patronal sojera o de los monopolios mediáticos, han mostrado sus convicciones de luchadores en el acto de repudio al asesinato de Mariano Ferreyra. El camino es la independencia política del Estado y de toda facción patronal.