LA MUERTE DE LUIS TARZIA | Otro archivo borrado

Una muerte oportuna.

Luis Marcelo Tarzia, testigo clave en el caso de la llamada “ruta de la efedrina”, preso en la unidad penal de Marcos Paz, murió a las 4 de la mañana del 1º de enero. Esa fecha y esa hora ofrecen el mejor momento para que una muerte oscura pase inadvertida, sobre todo en un caso desaparecido de los medios.

Ahora, los abogados del muerto han añadido al prontuario de Federico Faggionato Márquez la enésima demanda penal contra ese juez, esta vez por abandono de persona seguido de muerte. Como se sabe, Faggionato Márquez tiene en su haber una parva de pedidos de juicio político y está acusado hasta de haberse quedado con la cosecha de un campo ajeno.

Tarzia era un hombre muy enfermo cuando lo detuvieron el 17 de julio del año pasado en una quinta de Ingeniero Maschwitz. Sufría de diabetes, cardiopatía, problemas renales, un enfisema pulmonar y presión arterial severa. Estaba bajo atención de especialistas particulares y tomaba varios medicamentos por día.

Una vez en prisión esa atención médica cesó, al preso se le terminaron los remedios y empezaron sus padecimientos. Según su abogado Francisco Chiarelli, la negativa de asistencia médica formó parte de una serie de apremios físicos y psíquicos contra su cliente “para que se quebrara” y declarara a gusto del juez (Clarin.com, 4/1).

Desde el 3 de noviembre, Tarzia exigía sistemáticamente que se le suministrara la debida atención médica. Su abogado denuncia: “El juzgado no desestimaba los pedidos de internación, directamente no los concretaba” (Página/12, 2/1). Por eso, Chiarelli llegó a presentar un pedido de habeas corpus.

Días después de ese 3 de noviembre, Faggionato Márquez autorizó que a Tarzia lo atendieran fuera del penal: “Lo levantaron a las dos de la mañana y lo llevaron al hospital de General Rodríguez. Lo atendieron diez horas después. El médico de guardia se habría excusado…: no era especialista” (Clarin.com, 4/1). A esa altura, Tarzia casi no podía caminar por las úlceras en sus piernas, y las inflamaciones en sus pies lo habían obligado a pedir calzado un número más grande.

Faggionato Márquez dice que él dispuso varias veces la internación del detenido, pero que Tarzia se negó. Es mentira. Cuando un preso se rehúsa a ser atendido médicamente, se debe dejar constancia en un oficio firmado por el recluso, el encargado del pabellón, el supervisor y el jefe del módulo. Faggionato no tiene un solo papel firmado.

“A lo que se negaba Tarzia -dice Chiarelli- era a que lo trasladaran en condiciones infrahumanas o que lo derivaran a lugares donde no había nefrólogos o diabetólogos. La vez que lo trasladaron al hospital de General Rodríguez viajó en un móvil común y lo tuvieron cuatro horas de pie, al sol, y eso que tenía las piernas ulceradas” (ídem). Además, según dijo Tarzia a sus familiares, en ese hospital “no me dan ni una aspirina”.

El 30 de diciembre, en el hospital de Marcos Paz, le detectaron un edema pulmonar. El 31, a las tres de la madrugada, lo trasladaron de urgencia a la clínica Santa Isabel, un instituto de su prepaga. Ahí murió 25 horas después y, según los médicos que lo atendieron, cuando llegó su cuadro ya era terminal.

Por eso, Jessica Preciado, hija del mexicano Jesús Martínez Espinosa, preso en la misma causa, declaró que Faggionato Márquez “por fin pudo asesinar a Tarzia” (Urgente24, 2/1).
¿Por qué tanto interés en acallar a Tarzia?

Porque él tenía una llave clave en todo este caso, que va mucho más allá de la efedrina: la de los vínculos de funcionarios del gobierno y de burócratas sindicales con la mafia que vende a obras sociales y al Pami medicamentos falsificados, vencidos y/o robados.

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Alejandro Guerrero