Políticas

29/5/2008|1038

La muerte de Marulanda, otra etapa de la crisis en Colombia

El gobierno de Uribe acaba de asestar un nuevo golpe a las Farc al precederla en la información acerca de la muerte del jefe guerrillero Manuel Marulanda. Desde la revelación que el niño de una secuestrada se encontraba en un hogar estatal y no en manos de las Farc, Uribe, que representa las peores formas de manipulación del poder y de la información, ha venido ganando la batalla de la opinión pública. Todo lleva a pensar que la dilación de las Farc tiene que ver con su crisis política interna, como lo revelaron el asesinato de uno de sus jefes a manos de un subordinado y la reciente rendición de una legendaria jefa guerrillera. En el seno de la guerrilla se debaten diferentes líneas de acción, que la muerte de Marulanda necesariamente deberá acentuar.

Lo que está ocurriendo en Colombia desmiente la tesis de que habría un "empate estratégico" que haría imposible la victoria de uno u otro contendiente en la larga guerra civil. Se trata de una tesis inmovilista que choca con la fluidez que han adquirido los acontecimientos. La desintegración de cualquiera de las fuerzas en pugna, como consecuencia de las crisis por las que atraviesan sus propias filas, liquidaría el impasse militar en menos de lo que canta un gallo. El flujo político tampoco se limita a las fronteras de Colombia, porque el cuadro de crisis se extiende a otros terrenos vinculados con la crisis colombiana (nos referimos a la crisis del gobierno de Correa en Ecuador); a los problemas que enfrenta Chávez, sea de cara a la inflación o a las elecciones municipales de noviembre; y por último a las perspectivas que ofrece una elección de Obama en Estados Unidos y el giro que ha prometido en las relaciones con Cuba. Numerosos comentaristas colombianos le han advertido a su gobierno que la desintegración política de las Farc y su debilitamiento militar no justifican el optimismo en una salida exclusivamente militar. Reclaman aprovechar las nuevas circunstancias por medio de una vía negociada; pero, para los militares, la ofensiva militar es la mejor justificación para seguir manejando un presupuesto enorme.

La noticia de la muerte de Marulanda fue dada en forma extraoficial por el ministro de Defensa de Uribe, Manuel Santos, lo cual puso de relieve, según la prensa colombiana, que el militar se postula para la presidencia del país contra las ambiciones re-reeleccionistas de Uribe o una tentativa de prorrogar su mandato. El mando militar ha salido fortalecido de la guerra contra la guerrilla y necesita asegurarse la continuidad y el control del fabuloso presupuesto del Plan Colombia. Los jefes militares se han prodigado en difundir las conexiones de Uribe con la para-política para sacarlo del tablero. Lo mismo han hecho con los congresistas del partido de Uribe. Si el ministro de la Defensa no llegara a ser la figura adecuada para el recambio, también está disponible uno de sus familiares, el vicepresidente de la República. Para sacarle a Uribe las papas del fuego, Bush acaba de respaldar la extradición de los narcos colombianos a Estados Unidos, para evitar que sigan circulando informaciones sobre los vínculos de Uribe con los paramilitares. Pero no se sabe si esto fue hecho para respaldar un nuevo mandato del colombiano o a cambio de que abandone el intento. La crisis oficial ha diezmado a las instituciones colombianas: el Congreso se queda sin diputados y la Corte se ha transformado en una sala de acusación del Presidente. Uribe quiere eliminar al Congreso y relegar a la Corte por un Tribunal Constitucional. Colombia también es sacudida por la crisis mundial: la devaluación del dólar ha provocado un parate en sus exportaciones.

Para los diarios colombianos, en las Farc se enfrentan ahora una línea militarista a ultranza y otra negociadora, pero la cosa no es tan sencilla. La desintegración de las Farc es más aguda de cómo se la presenta: decenas de sus presos no quieren participar del canje humanitario y reclaman que se los acoja en el programa de reconciliación del gobierno. Los gobiernos de Venezuela y de Ecuador buscan un arreglo a como sea, como lo probaron en las reuniones de Santo Domingo, en marzo, y recientemente en Lima, en la Cumbre con Europa. Junto con Cuba advierten contra el peligro de una "extensión" de la guerra. El nacionalismo latinoamericano y principalmente Cuba están buscando un acercamiento de posiciones con el imperialismo. ¿Qué cosa significa, por otra parte, la salida negociadora, sino sumarse al centroizquierdismo sin salidas del Polo Democrático? Lo más grave de la crisis de las Farc no es tanto su división como la falta de alternativas estratégicas en su debate interno.
Si del laberinto se sale por arriba, de este impasse se sale desde afuera. Es necesario mostrar las limitaciones del nacionalismo pequeño burgués y del foquismo, y la necesidad de una estructuración política del proletariado. Este planteo permitirá aprovechar los márgenes de reivindicación, organización y lucha que deja la crisis política.

Alejandro Gómez