Políticas

15/5/2014|1314

“La palabra liberada”

EXCLUSIVO DE INTERNET



El miércoles 30 de abril fue presentado “La Palabra Liberada” en la Feria del Libro Una crítica marxista a la Ley de Medios, un trabajo de nuestros compañeros Cristian Henkel y Julián Morcillo. El acto fue dirigido por el presidente de la Editorial Universitaria de la Universidad de Buenos Aires (Eudeba), quien enfatizó su éxito al indicar que acababa de ser lanzada la segunda edición. El comentario de la obra estuvo a cargo de Carlos Mangone y Jorge Altamira.

Mangone, profesor titular de la carrera de Ciencias de la Comunicación presentó al libro como parte de una lucha que libró la izquierda y el Partido Obrero en particular contra el proyecto de ley del kirchnerismo. Por eso, la caracterización de la crítica de la norma legal como “marxista” debía entenderse como parte de una tarea militante de impugnación a la pretensión progresista del proyecto oficial. Un progresismo que no pasaba del “relato”, comenzando por la falsedad del planteo supuestamente “antimonopólico” de la ley contra la concentración de medios.

Mangone señaló que la ley no declaró a los medios como “servicio público” para mostrar a los grupos “concentrados” su afán de compromiso, descartando una tipificación jurídica que habilitara una intervención más amplia del Poder Ejecutivo. El libro muestra cómo la ley de medios imponía, además, condiciones para la propiedad mediática que sólo podían afrontar grandes pools empresarios.
Mangone destacó también el acierto de haber denunciado el carácter encubridor del planteo de que la ley permitiría la entrega de una parte sustantiva de los medios a organizaciones populares y comunitarias, con lo que se anticipó así a lo ocurrido con la “aplicación” de la ley: no sólo los grupos “concentrados” pueden dividir sus posesiones entre testaferros, la “palabra” de la “comunidad” sigue proscripta. Inclusive las organizaciones vinculadas a los medios de difusión popular han denunciado que son prohibitivas las condiciones impuestas, por ejemplo, para acceder a la eventual actividad radiofónica o televisiva. Es un mérito especial del libro, concluyó Mangone haber señalado que detrás del planteo de la “pluralidad de voces” la ley tenía un sesgo proscriptivo con la difusión de lo que llamo la palabra “organizada”, la de sus agrupamientos combativos, la de los sindicatos, la de organizaciones juveniles, la de los partidos independientes de la burguesía y su Estado.

Jorge Altamira, a su turno, destacó que el libro era la única crítica a la ley, poniendo en consideración un abordaje integral de la norma y destacando los intereses sociales que la animaban. De modo que al calificarla de marxista debía pensarse no en su eventual contenido ideológico, sino, sobre todo, en el hecho de que fueran críticos que se reivindican del marxismo quienes concretaran la única aproximación rigurosa al engendro legal-mediático del kirchnerismo.

Altamira concentró la atención en lo que consideró el “punto de vista granítico” del libro: oponerse a la estatización de los medios en nombre de una progresividad de las políticas públicas que se extendería a la política comunicacional. Un punto de vista que, lamentablemente, postula la mayoría de la izquierda, incluso la que se reclama revolucionaria.

El Estado -agregó Altamira- es la manifestación política e ideológica del poder “concentrado” de clase de la burguesía. No deja de representar al capital aún cuando ese poder se presente con un relato “progresista”. Cuando el poder dice venir a regular la libertad de expresión en defensa del pueblo no hace otra cosa que regimentarla en beneficio de los intereses del orden social que protege. Agreguemos como evidencia práctica que los mentores de la “democratización” de la palabra debutaron en Santa Cruz entregando los medios a Lázaro Báez.

No se trata, por lo tanto, de la estatización o la eventual declaración de los medios como instrumentos de “utilidad pública”, lo cual en todos los casos el nacionalismo y el estalinismo han usado para un manejo discrecional y totalitario de la prensa y la comunicación. El rechazo a esta variante debe plantearse de un modo incondicional: la democratización de los medios es incompatible sin su control por los trabajadores y el protagonismo de los propios hacedores de la prensa escrita, oral, televisiva. Altamira culminó su exposición citando a Trotsky cuando planteó que el punto de partida de la burocratización del poder revolucionario comienza cuando se empieza a limitar la libertad de expresión.

Pablo Rieznik



Ver presentación y debate completo en el Canal del Partido Obrero en Youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=3Q2ByzRlHvY http://www.youtube.com/watch?v=ToGmLTw2iK0