Políticas

19/7/2012|1231

La pesificación se indexa

Mientras el mercado de cambios se ‘incendia’ con una cotización un 40% encima de la oficial, los economistas ‘militantes’ retrucan que es apenas un artificio que será superado por la escalada del precio internacional de la soja. Los 6,60 pesos por dólar, a los que se cotizó el peso el martes pasado, no fue sólo desesperación de ‘chiquitaje’, sino también en operaciones ‘mayoristas’. De cualquier manera, es la misma cotización que tienen los bonos que se compran para sacar plata del país.


La soja


La suba que experimenta el precio de la soja se relaciona con una grave sequía en los Estados Unidos, que podría revertirse, aunque solamente en parte, como ocurriera en Argentina en el verano pasado. La suba del precio de la soja aportaría una recaudación adicional de unos 600 u 800 millones de dólares por retenciones, lo que no es mucho cuando se compara con las necesidades financieras del Estado nacional -unos cien mil millones de pesos. El ingreso total de divisas sería mayor, pero gran parte de ellas entrarían por el mercado paralelo o quedarían en el exterior, con el concurso de manipulaciones contables.


Los precios altos no alcanzan para calmar las aguas, porque la devaluación del peso en el paralelo alienta a los exportadores y a los

productores agrarios a retener los granos. Los pooles de siembra, según La Nación (4/7), reducen sus inversiones en Argentina “para aumentarlas en otros como Paraguay, Uruguay y Brasil”. El aumento en dólares de los fletes, impuestos, alquileres y otros costos

internos han terminado por neutralizar la escalada del precio de la soja. Es la victoria de la resolución 125, la cual pretendía que la suba

del precio de la soja, a partir de cierto nivel, no incrementara los ingresos de la cadena agraria. El Estado, por su parte, compra los

dólares de esas exportaciones a un valor “oficial” que es un 40% inferior al que rige en el mercado de cambios. Esto explicaría las menores previsiones de siembra. Hay una pulseada por el precio de los alquileres de campos; las menores inversiones golpean las ventas de maquinaria agrícola y de la industria de agroquímicos. En definitiva, el capital financiero aplicado al campo condiciona sus inversiones a un viraje en la política oficial -una devaluación del peso.


Pesificación


El gobierno identifica las trabas que ha puesto a la compra y venta de dólares con una pesificación de la economía. Esta pesificación ha ocurrido muchas veces en la historia económica, pero siempre después de un derrumbe del comercio exterior en el contexto de crisis mundiales. Ahora, en cambio, el gobierno se aferra a las exportaciones y cuando adopta medidas contra las importaciones derriba, al mismo tiempo, el comercio exterior con los países afectados. La pesificación K es un fraude, porque consiste en indexar los contratos en pesos a la cotización del dólar. Es lo que ocurre un poco en el mercado inmobiliario y en los bonos que emiten las provincias: “cada vez más emprendimientos (inmobiliarios) ofrecen mecanismos de financiamiento en moneda local atados a alguna cotización del dólar” (Página/12, 12/7). Pero la indexación de los contratos, cuando el paralelo se separa del oficial a todo ritmo, es una bomba de tiempo atómica -cuando se produzca la devaluación oficial, las quiebras serán las noticias del día. Algo similar ocurre con los “plazos fijos ajustables”. Se desarrolla en forma subterránea un gigantesco mecanismo inflacionario, que es puesto en marcha por el usuario final de esta cadena. La contrapartida serán los créditos ajustables. ¿Quién rescatará a los bancos que tengan que enfrentar la devolución de esos depósitos en el caso de una devaluación? La deuda pública ajustable que están emitiendo los Estados provinciales, los cuales cobran impuestos en pesos, constituye otra hipoteca explosiva. La pesificación oficial no es más que una dolarización encubierta.


Más allá de lo que ocurre con los precios internacionales, se observa una contracción de carácter general del comercio exterior -en particular con el segundo socio comercial, Brasil. El gobierno necesita acumular dólares y enfrentar un derrumbe de los precios de importación, que afectan a la industria argentina. Pretender pesificar una economía que ha entrado en recesión es un contrasentido, porque la contracción en la economía produce una caída en la demanda de moneda. Los analistas ligados al gobierno confían en que un incremento de las exportaciones relacionado con los precios agrarios ayudaría también a “alivianar los controles internos a los productos importados” (Bae, 12/7). De ser cierto esto, se mostraría que el ‘modelo’ ha entrado en contradicciones insalvables, porque no se puede pesificar la economía por un tiempo, del mismo modo que una mujer no puede estar embarazada parcialmente.


El dirigismo y sus límites


Toda vez que puede, CFK reitera que seguirá pagando la deuda externa -lo cual incluye a la privada, que se encuentra en crecimiento. Al mismo tiempo, el sistema de subsidio, que los K, a principios de año, prometieron desmantelar -crece a un fuerte ritmo. El desastre de Once puso en crisis la aplicación de un tarifazo. Pero para mantener los subsidios, el gobierno ha reforzado otros impuestazos -entre ellos, el impuesto al salario- así como una hipercentralización de los ingresos fiscales a costa de las provincias, muchas de las cuales se encuentran en cesación de pagos. Los K aseguran haberle dado “cuerda para rato” al modelo oficial. En verdad, lo que han hecho es activar una bomba de tiempo que ha sido armada pacientemente a lo largo de una década.