Políticas

23/3/2006|938

La plusvalía en la era K


“El obrero no tiene necesariamente que ganar con la ganancia del capitalista, pero necesariamente pierde con él”, explica Carlos Marx en los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844.


 


En contra de todos los discursos patronales, el costo laboral en la industria argentina cayó casi un 25 por ciento con relación a fines de 2001 (Clarín, 15/3). Esto quiere decir que el actual “crecimiento económico” llena las arcas de la burguesía y vacía aún más los bolsillos de la clase obrera.


 


La fórmula para lograr semejante abaratamiento salarial es simple: devaluación e inflación. Cada mercancía cuesta, en pesos, mucho más que antes, y a los trabajadores se les paga lo mismo, o a lo sumo con un leve aumento. De esta forma, la proporción que ocupan los salarios en el precio de cada producto es menor, por lo que la burguesía logró aumentar la plusvalía absoluta.


 


Asimismo, la productividad laboral se incrementó un 11,5% — mayor producción por horas trabajadas — , por lo que el rendimiento de los trabajadores creció. Por lo tanto, “el costo laboral real por unidad de producc ión se achicó aún más: alrededor de 30% respecto de los niveles de 2001” (ídem). Claramente, también se incrementó la plusvalía relativa.


 


Entonces, a diferencia de lo que dice el gobierno y los capitalistas, la inflación no es producto de la demanda salarial de los trabajadores. ¿Cómo podría ser así, si el costo laboral bajó casi un 30 por ciento? Indudablemente, la inflación viene por el otro lado. Por el lado del capital.


 


Un dato más para tener en cuenta es que la industria produjo “en el tercer trimestre de 2005 un 6,35% más que en 1997 — momento previo al inicio de la recesión y la crisis — , con 14,1% menos de obreros” (ídem). ¿Cómo pretenden explicar la inflación con más oferta y menos demanda interior?


 


El reclamo salarial está más vigente que nunca. “Los propietarios y sus abogados demostrarán ‘la imposibilidad de realizar’ estas reivindicaciones. (…) Los obreros rechazarán categóricamente esos argumentos y esas referencias. No se trata aquí del choque ‘normal’ de intereses materiales opuestos. Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la única clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, no le queda otra que morir. La ‘posibilidad’ o la ‘imposibilidad’ de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha (…)”. Aplaudamos a León Trotsky en el Programa de transición.