Políticas

30/4/2017

La Policía de la Ciudad y el ADN corrompido de la vieja Federal

La caída y detención del jefe José Potocar abre una crisis de consecuencias impredecibles.


La caída y detención del jefe de la Policía de la Ciudad, José Pedro Potocar, se ha transformado en una crisis política de derivaciones por el momento impredecibles. Esa policía, supuestamente “nueva”, se ve recorrida ahora por un agrietamiento dentro de su cúpula, por un enfrentamiento abierto de esa cúpula con el poder político y hasta por un estado asambleario dentro de la fuerza por el reparto de la plata de la corrupción e incluso por demandas de tipo gremial-corporativas.


 


El caso amenaza destapar, también, una de las ollas más podridas de la politiquería burguesa argentina: el financiamiento de los partidos patronales por el delito, por el dinero llegado desde las “cajas negras” policiales.


 


La causa, en manos del fiscal José María Campagnoli, está referida al cobro de coimas, “protecciones” y extorsiones a delincuentes en la Comisaría 35ª, de Núñez. Comercios de la zona, entre ellos gimnasios, albergues transitorios, restaurantes, bares, concesionarios de autos y hasta un club náutico y una sucursal de Carrefour debían pagarle “protección” a la 35ª para no ser asaltados. La comisaría incluso entregaba facturas por medio de esas organizaciones delictivas que son las “asociaciones de amigos” de las seccionales. Además, la comisaría se repartía con Los Borrachos del Tablón la recaudación de “trapitos” y cuidacoches los días de partidos o recitales en el estadio de River (unos 500 pesos por cada cuidacoche, por ejemplo).


 


Por esa causa están detenidos, además de Potocar, la comisaria inspectora Susana Aveni, jefa de la Circunscripción VII con jurisdicción sobre la 35ª, otros dos comisarios y algunos “recaudadores” de calle. Sigue prófugo el titular de esa seccional, comisario inspector Norberto Villarreal (fue a buscarlo la Policía de Seguridad Aeronáutica y, como dice Clarín del 26/4, hubo “varios miles de razones” para que no lo encontraran).


 


En la distribución “hacia arriba” del dinero de las coimas y las extorsiones –anotada por Villarreal en un cuaderno ahora en manos de Campagnoli− figura Potocar, por entonces a cargo de la Dirección General de Comisarías de la Federal, a cargo de las 54 seccionales de la fuerza (una de las razones de su nombramiento por el Gobierno de la Ciudad fue, precisamente, el “conocimiento profundo” que Potocar tiene sobre todo lo que sucede en las comisarías, cosa que evidentemente resultó cierta).


 


Las “cajas políticas”


 


El terremoto político que ha producido la detención de Potocar no sería tal si se tratara de un caso de corrupción puntual, por más que afectara al primer jefe de la Policía de la Ciudad, que termina, dicho sea al pasar, igual que Jorge “Fino” Palacios, el corrompido primer jefe de la Metropolitana y “policía favorito” de Mauricio Macri. El tembladeral se produce ahora porque el cobro de coimas, extorsiones y “protecciones” –sin hablar del narcotráfico, principalísimo ingreso de la policía− funciona en todas y cada una de las 54 comisarías.


 


Una denuncia del año 2010, llegada al despacho de la entonces ministra de Seguridad, Nilda Garré, y con estado judicial en todas sus partes (son cuatro páginas en cuerpo 8 y otras diecisiete en documentos anexos) informa detalladamente sobre el funcionamiento de esas cajas policiales. “De ese dinero, indican los autores del informe, la policía retiene no más del 10 por ciento. El resto se distribuye entre otras cajas, ajenas a la institución pero vinculadas con ella por un entramado complejo de corrupción que ha penetrado profundamente los poderes del Estado”.(1)


 


Aquel informe recibido por Garré, y debidamente “cajoneado” por jueces como Rodolfo Canicoba Corral, decía en otra de sus partes:


 


“(…) cada comisaría envía dinero a la circunscripción –‘la zona’, como se la conoce en el lenguaje policial− (en el caso actual, ‘la zona’ es la Circunscripción VII, que conducía la comisaria Aveni) que incluye en general seis o siete comisarías. En segundo lugar, a la Dirección General de Comisarías (por eso cae Potocar) como también a la Superintendencia de Seguridad Metropolitana. Adicionalmente, también se gira dinero a la subjefatura y al Departamento de Policía (…) una parte importante de los fondos derivados al Departamento de Policía tenía por destino el Departamento de Seguridad, Justicia y Derechos Humanos, a partir del cual se habrían generado distintas ‘cajas políticas’” (ídem).


 


Ahora bien, todo indica que la crisis no ha estallado en cualquier momento. Es la eclosión de un conflicto que se incuba desde que el gobierno tomó la decisión de crear la Policía de la Ciudad y trasladarle las 54 comisarías y las patotas de calle, medida que generó una profunda resquebrajadura entre quienes quedaron en la Federal y los que pasaron a la nueva fuerza, obviamente por el dinero de las cajas aunque no sólo por eso. Los “federicos” (federales) que siguen en la vieja estructura quedaron afuera del manejo de ese dinero sucio, con lo cual perdieron su principal fuente de ingresos. Entre los que fueron trasladados a la policía “nueva” hay tensiones crecientes, que enfrentan a los llegados de la Federal con los de la ex Metropolitana. Además, si bien se les aumentó el sueldo a todos también se eliminaron los adicionales (en su mayoría fraudulentos, por servicios no prestados o “inflados”, como la cantidad de efectivos que van a las canchas de fútbol) y se incrementó la carga horaria a 12 horas. Por eso, lo que en la práctica fue una asamblea de 150 policías en Parque Sarmiento echó a gritos e insultos al ministro del área, Martín Ocampo, un protegido de Daniel Angelici.


 


Las denuncias contra Potocar −ya no hay dudas de esto en los medios de prensa− surgieron del interior de la policía aunque llegaron a la fiscalía de Campagnoli por intermedio de Gendarmería. Clarín se anima a hablar de “guerra sangrienta” (26/4) dentro de la fuerza.


 


Entretanto, como siempre pasa, esta puja entre mafiosos la paga la población. En las últimas semanas se multiplicaron exponencialmente los secuestros exprés y los robos violentos. En la jerga lumpen-policial eso se llama “pudrir la calle”. En definitiva, si la creación de la Policía de la Ciudad intentó lavarle la cara y sacarle las papas del fuego a la vieja Federal, el fracaso ha sido ruidoso: el ADN corrompido y podrido hasta los huesos de la antigua policía ha pasado intacto a la “nueva”, que de nueva, como se ve, no tiene nada.


 


Notas


1-Guerrero, Alejandro; La Federal, Sudamericana, 2013, pp. 199-200.