Políticas

20/12/2001|734

La rebelion popular

El proyecto de Presupuesto que acaba de entrar al Congreso, simplemente confirma que Cavallo no tiene guardado nada en la manga; la bancarrota es ilevantable y el gobierno está en pelotas. Para equilibrar las cuentas, Cavallo “supone” que logrará ahorrar unos tres mil millones de dólares con la reestructuración del tramo exterior de la deuda externa; “supone” que el producto nacional caerá solamente un 1% (cifra que Fiel calcula en varias veces más); desconoce el impacto de esa caída en la recaudación tributaria, es decir que no tiene la menor idea de las condiciones explosivas reales de la economía argentina. Es precisamente por estas razones que el proyecto otorga un poder ilimitado al Ejecutivo para proceder a los recortes que sean necesarios para alcanzar el “déficit cero”. No le alcanza la reducción del 13% de los salarios públicos, ni el recorte de la participación de las provincias; pretende también financiarse a costa del Pami, de la Anses y de los restos del gasto social. Pero a esta altura de la crisis, el FMI reclama más para liberar el préstamo de 1.260 millones de dólares: una completa recomposición política.


Es que el dúo De la Rúa-Cavallo carece de las condiciones políticas para gobernar con una metodología fujimorista. La resolución que acaba de dictar Economía, que autoriza a los bancos a desconocer los fallos de la Justicia, marca el punto final de la disolución política del gobierno. El FMI no va a encomendar la custodia del patrimonio de los capitalistas al arbitrio de un ministro en decadencia.


Existe una coincidencia generalizada en que el congelamiento de los depósitos en los bancos ha marcado el fin de la convertibilidad. Pero con esto no se ha agotado solamente un régimen monetario determinado; el fin de la convertibilidad marca el derrumbe de la deuda externa. Una devaluación del peso o una dolarización monetaria pondrán al desnudo la cesación de pagos existente. Un cálculo reciente ha estimado que una devaluación del cincuenta por ciento, o sea el dólar en dos pesos, llevaría a una quita de la deuda externa del 75 por ciento. Semejante desvalorización dejaría sin sustento el reciente canje de deuda y haría inviable el que se anunció para el llamado tramo exterior. Consecuentemente, una buena parte del sistema bancario sería forzado a levantar campamento.


El impacto de la devaluación sobre el pueblo sería enorme. No sirve de consuelo suponer que los precios no podrían subir mucho en condiciones de una gran caída de la demanda. Porque lo que importa en una devaluación es cuál será el respaldo de la moneda por parte de un Estado en bancarrota financiera. La alternativa de la dolarización no cambia mucho el panorama, esto porque no detendría una salida de depósitos y la fuga de capitales que acompañarían al temor de una caída de los bancos. Una vez deducidos los préstamos del FMI y del Banco Mundial, y las reservas del sistema bancario, el total de las reservas nacionales apenas cubre el 30% del circulante y sólo un 7% del total del movimiento de moneda bancaria.


Se agota la salida parlamentaria


Frente a la catástrofe en desarrollo, resalta la incapacidad del peronismo y del Congreso para ofrecer una alternativa. En lugar de discutir un plan de emergencia en defensa de la mayoría popular y formar un gobierno que lo ejecute, el Congreso promete tomarse algunas semanas para analizar el presupuesto de Cavallo! La amenaza de una autoconvocatoria se limita a la fijación de los temas que podrían tratarse en las sesiones extraordinarias, nunca a producir un cambio de gobierno y una política de salvación nacional. Es que ni el peronismo ni el Parlamento pueden ir más allá de los mismos intereses de clase que defiende el gobierno. Los dos puntos insoslayables de un programa de emergencia, o sea el no pago de la deuda externa y la nacionalización de la banca, están más allá de los intereses y posibilidades de la clique parlamentaria.


A esta altura del proceso político, es claro que el gobierno de De la Rúa-Cavallo acabará sus días como consecuencia de la presión popular en las calles *de la rebelión popular. Un recambio que produzca el Parlamento, será una consecuencia subordinada de los acontecimientos que han escapado a su control.


Las movilizaciones que comenzaron hacia fines de la semana pasada en Entre Ríos y Mendoza, siguiendo a las huelgas y manifestaciones en Neuquén y Córdoba, han incinerado en un par de horas todos los alcances que atribuyeron a la llamada “consulta popular” sus organizadores. Las demandas se hacen multitudinariamente en las calles, no en urnas improvisadas, y tienen un carácter inmediato, no un verso para el futuro. El seguro para los jefes de familia, lejos de ser una vía de redistribución de ingresos, está siendo tomado por los políticos patronales como un recurso último que les permita contener el surgimiento de una situación revolucionaria.


Asamblea Popular


Las movilizaciones que van creciendo al momento de cerrar esta edición, se producen apenas unas horas después de que Daer y Moyano postergaran en forma indefinida un prometido paro de 48 horas! Los burócratas también han sido superados por los acontecimientos. De lo que se trata ahora es reunir todos los elementos desatados por la rebelión popular en Asambleas Populares que actúen como la autoridad política de los trabajadores, frente al Estado capitalista en descomposición.


Por primera vez, desde hace veinte años, aparecen síntomas de que las fuerzas armadas son atraídas por la crisis a una intervención política más directa. Pero sus jefes tienen conciencia de lo que se viene; por eso varios comisarios de policía han estado declarando que “la represión no es solución”, e incluso el jefe del Ejército, Brinzoni, habría expresado sus simpatías con el llamado “plan Fénix”, elaborado por economistas de centroizquierda, que recupera del desván las recomendaciones fuera de lugar del keynesianismo. La nueva situación política aún no permite una intervención militar, pero el Ejército gana un espacio político como sustento de un próximo gobierno provisional.


La clase obrera está llamada a ganar un enorme protagonismo político, precisamente cuando los charlatanes de centroizquierda aseguraban que el proletariado se había convertido en una reliquia. Pero del proletariado depende todo. Del de Emfer, Fiat, Zanón, Ferroexpreso Pampeano y ferrocarriles en conjunto, de Acindar y Siderar, de los telefónicos, de Aceros Bragado, de los papeleros y metalúrgicos de Zárate y Campana, de los obreros de la construcción, de los químicos, portuarios y papeleros de San Lorenzo y Rosario, de Renault, de Arcor, de Terrabusi y de toda la industria gráfica.


Llamamos a la clase obrera a tomar la iniciativa de organizar las Asambleas Populares que opongan el poder de los trabajadores al poder desvencijado de la burguesía saqueadora. Que unan a la pequeña burguesía a los trabajadores en una lucha común contra el gran capital.


La consigna política de conjunto es, más que nunca: fuera los gobiernos nacional y provinciales, por el gobierno de una Asamblea Constituyente libre y soberana.