La teleconferencia de la CGT y la CTA con funcionarios del FMI

El jueves 28 se produjo un hecho inusual sobre el que conviene detenerse y sacar conclusiones. Los principales funcionarios del Fondo Monetario Internacional que intervinieron en el pacto Macri-FMI, Alejandro Wernes y Roberto Cardarelli, tuvieron una teleconferencia con el triunvirato de la CGT, Gerardo “Batallón 601” Martínez (gestor de la reunión virtual) y Claudio Lozano de la CTA. El “cordial intercambio”, según relata La Nación (30/6), duró 25 minutos.



Como corolario del intercambio se pactó una reunión en septiembre, cuando arribe al país la misión del Fondo, en la que participarán dirigentes de las dos centrales y “se gestionarán encuentros con diversos actores sociales, como empresarios y tal vez la Iglesia” (ídem). La burocracia de la CGT solicitó la “institucionalización del diálogo social con empresarios y gobierno, a lo que el FMI respondió que “apoyamos acuerdos económicos y sociales”.



No hay desperdicio. El FMI ha tomado directamente en sus manos la tarea de promover un acuerdo político y social para enmascarar el impacto de la masacre social que implica el ajuste pactado en las condiciones del crédito stand by, lo cual da cuenta no ya de la debilidad extrema del gobierno Macri, sino de su completa colonización por parte del funcionariado del Fondo, que a todas luces ha sido el autor intelectual de los cambios en el gabinete y de la designación de Luis Caputo y Gustavo Cañonero, los ex Morgan y Deutsche Bank, respectivamente, al frente del Central.



La preocupación de los representantes del prestamista de última instancia del imperialismo y el sistema financiero internacional por el impacto social de lo que viene, es directamente proporcional a la magnitud de la recesión esperada, con su secuela de quema de fuerzas productivas, cierres de empresas, despidos y suspensiones masivas; al agravamiento del hambre como consecuencia del aumento sideral en alimentos e inflación general por efecto de la devaluación todavía en marcha; al impacto del recorte del gasto en salud y educación, como lo revela el emblemático conflicto del Hospital El Cruce, entre otros efectos inevitables de la descarga de esta crisis del capital sobre las masas.



Pero más trascendente aún es la reacción de la vereda del movimiento obrero argentino, con representantes de las tres vertientes de la burocracia sindical tradicional que integran el triunvirato; de un emblema de la mafia sindical como Gerardo Martínez, representante internacional durante Cristina y ahora con Macri; y de Claudio Lozano, de la autoproclamada CTA Autónoma.



La burocracia sindical, toda clerical, incluida la centroizquierda degennarista es tributaria de la idea del Consejo Económico y Social, una institución que desempolva especialmente la Iglesia en tiempos de agudización de la crisis capitalista y sus consecuencias sobre las masas. Es el papel que jugó el Consejo Consultivo con estos mismos actores en tiempos de Eduardo Duhalde, acompañando su gobierno devaluacionista, que terminó en el crimen de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, con la CTA (ni hablar de la CGT) llamando a no ganar la calle “que no se controla”, las palabras inolvidables de Marta Maffei, cuando la sangre de Maxi y Darío estaba aún caliente. 



El meneado Consejo Económico y Social ha sido también la propuesta recurrente del fracasado Hermes Binner, una de las últimas aventuras de la centroizquierda degennarista que hoy se reúne con el FMI. Imposible disociar de esa estrategia las mesas de diálogo, que sistemáticamente propone Hugo Godoy frente a los despidos masivos en el Estado, hoy reservadas a UPCN.



El encargado de la difusión del encuentro virtual ha sido el propio FMI, quien puso de relieve la partida adicional eventual del 0,2% del PBI en caso de que las llamas del incendio amenacen devorarse la “gobernabilidad”. Precisamente, se trata de un movimiento, de un posible engranaje, consistente con el operativo de emergencia puesto en marcha con el objetivo de un acuerdo con los gobernadores, pejotismo y el Frente Renovador, alrededor del estratégico Presupuesto 2019, que debería concretar un recorte de 250.000 millones de pesos. Se trata de la política de amortiguación social que la Iglesia llama “paz social”.



La cuestión de la “paz social” aparece en ocasiones como éstas donde emergen grandes huelgas y luchas (Télam, Chubut, Aluar, la huelga docente neuquina, la ocupación y huelga del Inti y los paros docentes universitarios, por mencionar algunas de ellas) y, desde luego, el enorme paro nacional que tiene el doble carácter de pronunciamiento político masivo del movimiento obrero y de descompresión por otro lado. Es decir que se trata de garantizar la “paz social” y cierto gasto asistencialista, en función de la política del FMI, no para poner a la clase obrera en pie sino contra ella.



El “codeo” del FMI con la centroizquierda y el nacionalismo latinoamericano no viene de ahora, si no veamos el pacto con el FMI que precedió el ascenso de Lula a la presidencia, o el reciente pacto con Daniel Ortega en Nicaragua que ha desatado la rebelión obrera y popular, así como la brutal represión del régimen.



Esto es interesante en torno a todo el debate político nacional, donde resalta el Plenario de Lanús y su planteo de paro activo nacional de 36 horas y plan de lucha, justamente alrededor de un programa integral alternativo al de la burguesía y para poner en marcha toda la fuerza social de la clase obrera para enfrentar al capital, para que la crisis la paguen los capitalistas, en lugar de apaciguarla para que pase el plan de guerra contra los trabajadores.


El nombre de CTA Autónoma le queda grande al degennarismo que ahora convoca otra de las tres elecciones de la fracturada y debilitada CTA. La autonomía de las organizaciones obreras consiste precisamente en lo que le falta al degennarismo para enfrentar a los Daer y compañía, agentes de la burguesía en los sindicatos: el programa y la práctica de independencia política de la clase obrera contra todos los agentes del régimen social de explotación, los capitalistas, el Estado, sus partidos políticos, la Iglesia y el mismísimo FMI, como puede apreciarse.