Políticas

25/5/2000|666

¿La tercera fuerza electoral? ¡El PCR…!

El PCR ofrece el análisis más original de los comicios de la Capital. Se atribuye para sí el abstencionismo y el voto en blanco que de conjunto abarcaron a un tercio del padrón electoral. Asegura que fueron éstas las posiciones “que mejor permitieron expresar a las masas populares en lucha su repudio a la política de ajuste y entrega y al sistema” (Hoy, 10/5). Es decir que el abstencionismo habría tenido un programa político definido, el del PCR. ¿Pero quién se enteró de la posición del PCR? Proponer al mismo tiempo la abstención y la concurrencia electoral (votar en blanco), lejos de ser una posición política es una incoherencia sin política.


Tendencia


El medio millón de ausentistas en los recientes comicios de la Capital no representa una evolución líneal del abstencionismo, que sería siempre ascendente. Las cifras indican que “en los años ochenta la concurrencia a votar se mantuvo por encima del 80%” (Centro de Estudios de la Nueva Mayoría), bajó al 76,5% en las elecciones del ‘97 (diputados nacionales) y subió al 81% en las presidenciales de octubre del ‘99, el mismo porcentaje de 1983. En este último caso, la elevada concurrencia tuvo lugar a pesar de la campaña “oficial” sobre los que iban a “huir” de la democracia, incluyendo los “tours” para retirarse al km 501. En resumen, el abstencionismo sigue la línea sinuosa de los altos y bajos de la crisis política.


En 1997, la elevada abstención coincidió con el derrumbe electoral del peronismo y la elevada votación a la izquierda; fue expresión de una crisis política. Fue en período de los cortes de ruta, del significativo paro del 14 de agosto, de la huelga docente en Neuquén, de las movilizaciones por el asesinato de José Luis Cabezas, de división de la burguesía. Una franja de trabajadores peronistas se recluyó en su casa o ancló su voto a la izquierda (el PO obtuvo su mejor votación desde el ‘83).


El fenómeno no se repitió en 1999. Luego que la Mesa de Enlace (CTA, MTA, CGT) llamara a implantar la “paz social” para garantizar la victoria electoral de la Alianza, que las luchas provinciales fueran derrotadas una a una y varias organizaciones de desocupados fueran quebradas por la acción prebendaria del Estado.


(El voto en blanco no sigue exactamente la evolución del abstencionismo. Tuvo su punto más alto en el ‘95 –3.59%– frente a la elección de Menem; cayó algo en el ‘97, y volvió a bajar en el ‘99 –2,96%–. En la elección de Capital promedió el 3%).


Manipulación


El PCR mezcla el voto en blanco con la abstención y el voto nulo. Pero un abstencionismo políticamente conciente es un desafío al orden legal, que en su punto más alto supone el boicot a las elecciones y, como mínimo, un programa y una organización capaz de ir a la lucha. Fuera de esto, el voto en blanco o el ausentismo electoral son opciones del sistema. El PCR no se detiene en estas sutilezas y mete todas las opciones en una misma bolsa, porque lo que está tratando es escamotear su incapacidad para ofrecer una salida política en una circunstancia concreta, que involucró a un millón ochocientas mil personas.


“Frente nacional”


Según el PCR, “no estamos en la Argentina en un momento de retroceso del movimiento revolucionario que justifique centrar nuestro trabajo en utilizar la tribuna electoral para explicar nuestra línea revolucionaria a las masas” (Informe CC, 10/11/99). Como el movimiento de las masas está en “auge” desde el Santiagueñazo (1993), sería un crimen volcarse a las elecciones en lugar de poner todas las energías en “llevar la lucha de masas hasta sus extremos, como enseñó Lenin” (Hoy, 29/4).


En una palabra, en pleno “movimiento revolucionario”, el PCR carece de las fuerzas “revolucionarias” y es al mismo tiempo políticamente incapaz de utilizar la tribuna política para desarrollar ese “movimiento revolucionario”. Sin embargo: ¿qué mejor termómetro que la caída espectacular de la Alianza en sólo cuatro meses; la desintegración del peronismo y el crecimiento enorme de la izquierda; qué mejor que esto para que las masas puedan medir la evolución operada en la temperatura revolucionaria?


El PCR quiere simplemente ocultar el derrumbe de su política de construir “una verdadera oposición” con la propia Alianza, que procuró con tenacidad hasta la víspera de las elecciones de octubre pasado. En 1989, en el “auge revolucionario” de los asaltos a supermercados y de la hiperinflación, el PTP presentó candidatos como parte del frente menemista; parece que recién hubiera nacido después de esa fecha. En 1995, con otro “auge revolucionario” (crisis del tequila, Santiagueñazo, derrumbe del plan Cavallo) formó parte del frente encabezado por Solanas, “que anuncia a los cuatro vientos su intención de votar por Bordón en la segunda vuelta, lo que equivale a llamar a votar al mendocino en la primera –para que pueda, en primer lugar, llegar a la segunda” (PO Nº 446). Esta posición de votar a Bordón la planteó el ‘Perro’ Santillán el 1º de mayo de ese año en San Lorenzo. En 1999 el PCR llamó al “voto en blanco, nulo o la abstención”, pero su política iba atrás de Duhalde, a quien atribuyó “estar pensando en dejar de pagar los intereses de la deuda externa” y a quien llamó a “unir fuerzas para un amplio frente antimenemista que garantice una gran pueblada nacional” (Hoy, 1/9/99).


En definitiva, toda la perspectiva del PTP es colocar al movimiento obrero como furgón de cola del “frente nacional” dirigido por la burguesía nativa; pero como ésta no da señales de querer tal frente, el PTP está obligado a hacer la plancha con el votoblanquismo.