Políticas

23/10/1997|561

La tragedia de Austral

La muerte de decenas de personas en el avión de Austral dará lugar a miles de conjeturas, pero la más importante será dejada de lado: es que la entera responsabilidad por esas muertes la tiene el gobierno nacional. Lo que ocurrió es la consecuencia lógica de la privatización de Aerolíneas Argentinas.


Iberia, en 1994, trajo a la Argentina dos aviones DC9, uno de los cuales es el que cayó en Fray Bentos. Estos dos aviones hacían vuelos de complemento a Chile y a Uruguay del Boeing de la misma línea que hacía el recorrido España-Argentina. Con la incorporación de dos nuevos CDD 88 y 83, esos dos viejos aviones (tienen más de treinta años) dejaron de operar. Estuvieron más de seis meses parados en Ezeiza, donde se les realizaba un mantenimiento llamado de rutina, encendiéndolos en tierra una vez por semana con una verificación del personal de mantenimiento de la empresa.


La vida útil de estos aviones se mide por dos parámetros. Si son aviones que hacen largos recorridos, se toman en cuenta las horas de vuelo; si son aviones de corto recorrido, la medición se hace por los ciclos del avión. Se llama ciclo al proceso de aterrizaje y decolaje del avión, que exige a fondo toda su estructura, su carrocería, sus alas y sus motores. El avión siniestrado hacía en Europa vuelos cortos auxiliares de Iberia y ya rondaba, antes de su llegada al país, los 53.000 ciclos. Estos dos aviones fueron entonces usados para realizar vuelos cortos de cabotaje, a sabiendas de que eran considerados aviones basura por los europeos.


El ‘accidente’


Está muy claro que en el llamado accidente no hubo impericia del piloto, un avezado hombre de muchos años de servicio; tampoco se puede atribuir el problema a fallas de mantenimiento. El punto clave del problema es el fin de la resistencia del material del avión frente a una importante tormenta que lo sometió a presiones ascendentes y descendentes. Estas fuerzas, llamadas G negativas, dejan al aparato sin base de sustentación, produciendo el efecto de una licuadora.


Los aviones modernos tienen incorporados hoy una nueva tecnología hidráulica y electrónica para las maniobras en los vuelos. Los viejos DC9 aún funcionan con procesos mecánicos que, ante circunstancias extremas se tornan ineficientes, incluso por la fatiga de estos propios materiales.


En la actualidad, hay cinco 737 que realizan vuelos de cabotaje en Aerolíneas, que están en la misma situación de fin de la vida útil por los ciclos realizados. En los talleres aeronáuticos, a estos aviones se los llama galería de remaches, porque se reparan con un sistema de parches remachados ante la rotura de materiales. La situación de Austral es aún peor que la de Aerolíneas Argentinas en materia técnica.


Los cinco gremios aeronáuticos han denunciado reiteradamente estas situaciones. Es significativo el silencio de la oposición respecto al accidente, toda vez que fue partícipe de una privatización hecha a medida de los privatizadores, que se desprendieron de su chatarra, jugando con la vida de trabajadores aeronáuticos y usuarios.


Menem se cansó de decir que con la privatización de Aerolíneas, Argentina entraría en el mercado mundial e incorporaría la tecnología del primer mundo. La tragedia de Austral muestra exactamente lo contrario. La llamada privatización es sólo la chatarra y el material inservible. Sigue aún en su puesto el responsable directo de la muerte de la azafata de Austral, que cayó al vacío por similares razones.