Políticas

22/11/2007|1018

La verdad sobre las retenciones a la exportación

Ganancias extraordinarias sin precedentes

El anuncio de un nuevo aumento de las retenciones a la exportación ha reabierto la polémica. Por lo pronto, los grandes pulpos de la explotación agropecuaria y petrolera ya “evadieron” un 40 por ciento de lo que deberían aportar porque “los exportadores adelantaron en los registros ventas futuras de modo de esquivar el alza de la presión impositiva… la pérdida para el Fisco ascenderá a 400 millones de dólares, si sólo se toman en cuenta las toneladas de soja nueva que se declararon” (Cronista, 9/11).


Las retenciones o derechos de exportación son un impuesto que se ha aplicado en el país para afectar las ganancias extraordinarias de una devaluación. Por eso, reaparecieron con la triplicación del valor del dólar a principios de 2002. Desde el inicio, sin embargo, retuvieron un porcentaje muy menor del beneficio derivado de ello. En 2002, un grupo de economistas de la CTA que apoyaba a Duhalde calculó que sólo en ese año los principales pulpos exportadores embolsaron 8.000 millones de dólares por ganancias surgidas de la devaluación.


Históricamente, sin embargo, las devaluaciones buscaron compensar la baja de los precios internacionales de los productos exportados. Pero la megadevaluación de 2002 coincidió con una triplicación de los precios de las materias primas en el mercado mundial. En relación con el “uno a uno” hubo mayores ingresos, de entre 600 y 800 por ciento, medidos en pesos.


Cómo extrañarse, entonces, que ahora una de las directoras del grupo Grobocopatel, uno de los mayores en el negocio de la explotación capitalista del agro, declare sentir “placer por un aumento de las retenciones que no afecta la rentabilidad” (Cronista, ídem). Con esto quiere decir que los aumentos decretados en los últimos días absorben la devaluación del peso, que se registró frente al euro o el real, como consecuencia de la devaluación internacional del dólar. Pero eso ha absorbido los mayores precios de los últimos tres meses. De todas maneras, para la citada señora, los fondos recaudados con las retenciones debían aplicarse en “obras de infraestructura”… en favor del “campo”. Es exactamente lo que hace el gobierno cuando construye, con los fondos públicos, caminos, vías férreas, accesos e instalaciones portuarias que facilitan la salida de los productos de los pulpos al mercado mundial y valoriza las tierras.


Pero las retenciones, que debieran ser un recurso específico para evitar los beneficios cambiarios, sirven además como pantalla para ocultar la baja tributación del “campo”. El impuesto inmobiliario rural y urbano en la provincia de Buenos Aires que constituía en 2001 el 17 por ciento de la recaudación total, cayó al 10,9 en 2006. Si se dividen los datos de la recaudación del impuesto inmobiliario rural de este último año por 28 millones de hectáreas productivas, el resultado es que la oligarquía paga… un peso por mes y por hectárea (ídem). En el caso del petróleo, aunque las retenciones dejen para los productores alrededor de 45 dólares por barril, contra los casi 100 del mercado mundial, los pulpos obtienen el combustible a un costo inferior a los 10 dólares por barril. En Argentina, las petroleras pagan regalías ridículas, si es que no las evaden. O sea que se embolsan las ganancias cambiarias en su totalidad porque las retenciones apenas compensan las regalías ridículas que pagan los pulpos cuando se las compara con lo que sucede en otros países. Por todo esto, los pulpos agroindustriales y petroleros no llevan sus ‘quejas’ más lejos.