Políticas

21/1/2010|1115

La violencia capitalista en el agro jujeño

El capital agrario, como todo capital que avanza metabolizando trabajo asalariado para la obtención de plusvalía, no respeta culturas ni territorios “ancestrales”, como piden ingenuamente muchos movimientos “campesinos” e “indígenas” que han nacido en las últimas décadas bajo la tutela de ONGs, Iglesia y distintas instituciones nacionales e internacionales. Menos las van a respetar cuando –como ocurre con la empresa sojera Caram SA que opera en Santiago del Estero, Salta y Jujuy– éstas tienen notables vínculos con el poder político provincial y nacional. La empresa Caram, cuyo presidente es René Macedo, pariente del embajador argentino en Bolivia, Horacio Antonio Macedo, y de Horacio Macedo (hijo), funcionario del gobierno provincial jujeño y apoderado de la empresa, ha protagonizado un lamentable hecho cuando envió a matones de la misma a desmontar parte del campo que ocupa la familia Mamani desde hace muchos años, quienes patotearon a los ancianos que se negaban a consentir el desmonte. Ante esta situación de violencia, el hijo menor de los Mamani procedió a realizar un disparo al aire con el fin de persuadir a los usurpadores de la empresa para que se retiren del campo. Sin embargo, la policía de Palma Sola no fue hacia la empresa, sino que detuvo a los ancianos y al hijo menor de los Mamani, criminalizando de esta manera a las víctimas sociales y poniendo de relieve el contubernio entre policías, políticos y capitalistas.

Hechos como este se repiten sin cesar por todo el país y tienen por base la contradicción desplegada por el avance del capital en el campo. Por un lado, crecen las producciones agrícolas (soja) y ganaderas (bovinos) ligadas al mercado internacional y nacional y, por el otro, crece en determinadas regiones rurales la población obrera sobrante –población que antes era asalariada de los ingenios, obrajes madereros, etc., y/ o que migraba a trabajar a otras regiones. El despliegue del capital agrario y la desocupación provocada por el capital industrial en las otras ramas de la economía ponen contra las cuerdas a miles de familias mal llamadas campesinas, las que subsisten en el campo sin más expectativas que la de no morirse de hambre.

Ante este fenómeno, la política a seguir no es la de armar movimientos “campesinos o indígenas” reivindicando el lado propietario y pequeño burgués de estas familias rurales, sino reivindican su lado expropiado, es decir, obrero. Que miles de familias vegeten en la subsistencia porque el capital las transformo en población sobrante nada tiene que ver con la recreación de un campesinado portador de una racionalidad superadora del capitalismo. Es sólo uniendo la lucha de los explotados del campo con los obreros y explotados urbanos que se podrá avanzar en la resolución de los problemas que enfrentamos todos los trabajadores. Esta unión será imposible sin el desarrollo de un partido verdaderamente revolucionario que vertebre todas las luchas contra el capital y las potencie.

¡No a los desalojos de las familias rurales por parte del capital agrario!

¡Por el desarrollo de una alternativa obrera y socialista en el agro!