Políticas

28/8/2003|815

Las elecciones mostraron un caldero donde la última palabra será de la vanguardia organizada

Si las elecciones de Capital debían servir para reforzar la autoridad política del kirchnerismo y, en general, el proceso de reconstrucción del régimen que fuera golpeado por la rebelión popular, hay que decir que sus resultados incorporan otro factor de revulsión a la crisis política.


La “nueva alianza” porteña armada por Ibarra no pudo superar el 33% de los votos, lo que implica una pérdida del orden de medio millón de sufragios – casi el 20% del electorado – respecto de las elecciones del año 2000. El retroceso ibarrista tradujo la desastrosa experiencia del progresismo en la Ciudad, expresada en un aumento sin precedentes de la polarización social; en el vaciamiento de su sistema de salud pública; en el deterioro de las condiciones laborales de maestros, trabajadores de la salud y de la cultura; en el agravamiento sin precedentes de la situación habitacional en la ciudad. Ello, mientras el presupuesto se transformaba en un botín de la patria contratista y de los comisionistas de la deuda externa pública. Los medios destacan que el apoyo de Kirchner resultó decisivo para impedir que el retroceso electoral fuese aun mayor. Pero el compromiso del patagónico con Ibarra fue demasiado desembozado como para no ver, en la elección porteña, una primera advertencia popular a la experiencia kirchnerista. Los “gestos” y “símbolos” del Presidente podrán servir para ilusionar al centroizquierda, pero la población sin comida y sin trabajo no vive de esos gestos.


A pesar de los esfuerzos mediáticos, las candidaturas de Ibarra y de Macri nunca lograron superar los dos tercios del electorado. En este límite, se puso de manifiesto que, detrás de las dos candidaturas “fuertes”, campeaba una disgregación imparable de los partidos tradicionales. Macri, presentado como un “no político”, agrupó detrás de sí a los restos reciclados del PJ capitalino, de la derecha liberal y hasta del delarruismo. Ibarra tuvo que compensar la pulverización de la vieja Alianza y de sus partidos sirviéndose de la muleta de la Cta (Lozano) y de Bonasso. Los “remiendos” urdidos detrás de Macri y de Ibarra expresan todas las contradicciones de la tentativa de un régimen que procura reciclarse sobre las mismas bases sociales – y hasta con el mismo elenco político – que fuera repudiado por la rebelión popular.


La elección porteña fue una lucha para controlar el rumbo del gobierno nacional. La victoria de Macri ha agravado esta puja, por lo cual el ballotage será un episodio de la crisis política nacional.


Zamora y la izquierda


La crisis de los partidos patronales y el repudio popular a Ibarra fueron casi exclusivamente capitalizados por Zamora, que obtuvo el 13% de los votos. Respecto de la elección presidencial, IU retrocedió de 55.000 a 33.000 votos en la categoría a legislador, mientras que el PO cayó de 15.000 a 7.500 en la misma comparación. Izquierda Unida perdió una de sus dos bancas legislativas, y el PO perdió la banca conquistada en las elecciones del 2000. El voto para Zamora fue por “lista completa”, sin cortes para otros partidos de izquierda. Pero este voto ha producido, por sobre todo, un terremoto en el centroizquierda, que no puede levantar cabeza; en esa medida, es una expresión de la vigencia de la rebelión popular en la clase media porteña, con todas las limitaciones que tiene este voto. La campaña, los planteamientos y la figura de Zamora traducen cabalmente esos límites, donde el rechazo a los partidos tradicionales se convierte en una suerte de apoliticismo de izquierda. Zamora se ha llevado más del 10% de los votos sin haber representado ningún movimiento social o de lucha, ignorándolos o aun repudiándolos. Zamora repitió incluso las recetas políticas más remanidas del centroizquierda. No planteó la recuperación del salario y de las conquistas obreras, sino la promoción a las Pymes. No denunció el vaciamiento hospitalario, sino que se sumó al coro de los que propugnan la “descentralización preventiva” – o, en el caso de la salud mental, la desmanicomialización – , que no son sino coberturas para ajustar y privatizar la salud. Sin un programa de reivindicaciones sociales y políticas de los explotados, Zamora también es ajeno a los movimientos prácticos que los encarnan, como los piqueteros y las fábricas ocupadas. Pero una parte de sus electores lo votó precisamente por ello, es decir, porque Zamora guarda distancia de la lucha de clases.


El Partido Obrero


En este cuadro político general, la campaña del PO fue, probablemente, la más enérgica de las que se llevaron a cabo en el distrito. Ganamos las paredes y las calles con nuestros planteos y candidaturas. El Partido se concentró en la campaña con la determinación de defender una posición conquistada, e incluso extenderla. Como señaló Altamira en el acto de lanzamiento de la campaña, para un partido que había intervenido decisivamente en el proceso de la rebelión popular, la lucha planteada cobraba un carácter defensivo. La militancia puso la mayor firmeza en ese propósito. La campaña nos dejó dos experiencias fundamentales para las próximas batallas: fuimos capaces de desarrollar una agitación a escala de toda la ciudad, disputando las calles a los grandes aparatos políticos; pero, principalmente, incorporamos a la lucha electoral el método del punteo del voto, haciendo de su conquista un elemento de discusión y clarificación política. Un método irremplazable, también, para un desarrollo militante.


El PO conquistó su banca legislativa en la Ciudad en un momento político en el que comenzaba a procesarse la experiencia con el gobierno aliancista. El voto al PO (y a la izquierda) fueron, entonces, un claro síntoma de que el fermento de la crisis política y de la rebelión popular se encontraba en ascenso. Altamira ocupó su banca cuando el Argentinazo se gestaba: fue una tribuna de la crisis política. A partir de esta banca, cambió la fisonomía del PO porteño, que hoy se ha desarrollado como una fuerza extendida a casi toda la ciudad.


El régimen repudiado en diciembre de 2001 ha logrado desplazarnos de la tribuna parlamentaria. Pero los Kirchner, los Ibarra y los Macri no han logrado resolver una sola de las contradicciones que condujeron al Argentinazo. Las elecciones fueron un repudio al centroizquierda, dentro de los límites de Zamora. Seguiremos trabajando por nuestra implantación a fondo en los núcleos y frentes de trabajo “abiertos” en estos tres años. Con la organización, la lucha y la delimitación de posiciones vamos a superar nuestras limitaciones político-electorales.