Políticas

2/7/2021

Las inundaciones agudizan año a año la pobreza

Los desastres climáticos empujan todos los años al empobrecimiento a cada vez más familias trabajadoras.

Año a año las inundaciones agravan la pobreza en Argentina. Lejos de tratarse de implicancias naturales de un factor climático sobre las condiciones de vida de la población, es más bien el reflejo del empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores en todos los planos. La crisis habitacional empuja a miles de familias a habitar zonas inundables, la ausencia de planes de infraestructura y de obras hídricas facilita las riadas, la aceleración del calentamiento global por la enorme contaminación de la industria capitalista contribuye a que estos fenómenos se repliquen y claro, a la mitad de los hogares del país que se encuentra bajo la línea de pobreza se le hace más difícil aún recuperar bienes afectados.

Según las cifras de un informe del Banco Mundial, las inundaciones contribuyen a empujar, en promedio, a un 0,14% de la población a la pobreza anualmente. La provincia que lidera esta estadística es Entre Ríos con un 0,15% de crecimiento anual de pobreza por causas climáticas.

No obstante, más allá de estos crecimientos constantes, los grandes sucesos de inundaciones dejan muy por detrás estas cifras. Por ejemplo, aproximadamente cada 10 años se sucede una inundación de gran magnitud en Chaco, lo que llega a empujar hasta a un 1,7% de la población a la pobreza. De igual forma, en aquella provincia -donde ya el 55% son pobres-, cada 100 años aproximadamente ocurre una inundación de proporciones todavía mayores, que puede empujar hasta a un 3,7% de la población a convertirse en tales.

Las inundaciones pueden llegar a generar pérdidas económicas de entre US$ 500 millones y US$ 1400 millones anuales, es decir que en la Argentina se pierden al año en promedio US$ 1000 millones. En términos del coste social de las inundaciones, las denominadas “pérdidas de bienestar” equivalen en 2015 a una caída de entre US$ 1500 y US$ 3900 millones.

Hay otros números muy graves cuando se relacionan estadísticas. Quienes no acceden a servicios públicos básicos o reciben asistencia social -es decir, cuyas condiciones de vida están más pauperizadas-, son quienes soportan la peor cara de las inundaciones. Hay una comparativa que demuestra que los beneficiarios de la AUH, por ejemplo, pierden hasta un 25% más de su “bienestar”, es decir, sus propiedades y bienes de consumo.

A su turno, las sequías hacen sus estragos en el conjunto de la economía también. Entre 2010 y 2019 el sector agropecuario representó el 8,7% del PBI y el 60% de las exportaciones del país, por lo cual tienen un enorme peso en el ingreso de divisas al fisco. En el 2018 las mismas redujeron en un 32% la producción agrícola anual, achicando en un 8% las exportaciones, llevando a una contracción del 2,5% del PBI y acentuando las tendencias devaluatorias. Una expresión de lo volátil de la improvisación económica capitalista.

Para 2050 todas estas propensiones podrían acelerarse al compás del calentamiento global y la crisis climática. La soja podría reducir su rendimiento hasta en un 50%. En consecuencia, el PBI podría caer en un 5% y los ingresos fiscales en un 10% a nivel nacional, pero tener también un impacto particular en las distintas provincias.

Esto exhibe la necesidad de una planificación integral de la economía y de la producción, imposibles de concertar bajo la dinámica del régimen capitalista. Por un lado, porque la catástrofe ambiental que origina sequías e inundaciones es producto también de los mismos negocios privados de los productores agrarios, claro, entre demás industrias contaminantes. La depredación de bosques o el arrasamiento de tierras para instalar los pooles de siembra son un claro motivo de ellas. Por el otro, porque exponen la inestabilidad del capital de conjunto, que en su desbarajuste económico es absolutamente frágil ante los sucesos climáticos arrastrando a la crisis, la pobreza y la miseria a miles de familias trabajadoras.

Necesitamos entonces levantar un programa de nacionalización de la banca, el comercio exterior y los recursos estratégicos del país, que coloque bajo dirección de los trabajadores la planificación de la economía para revertir este cuadro creciente de impacto económico y agudización de la pobreza. Naturalmente está en la vereda contraria al régimen de los que nos han gobernado en las últimas décadas y son responsables de esta situación.