Políticas

14/11/2016

Ley de Tarjetas de Crédito: los consumidores siempre pierden

Choque de intereses entre el capital bancario y el comercial


En la Cámara de Diputados se abrió una polémica en torno al proyecto votado por senadores de modificación de la Ley de Tarjetas de Crédito y Débito, orientado a reducir las comisiones que los comerciantes deben pagar a bancos y empresas que controlan el mercado de tarjetas: del 3 al 1,5% en el caso de las de crédito y de 1,5 a 0% en las de débito.


Se trata de una pelea entre dos sectores del capital: el comercial versus el bancario. Es una cuestión de redistribución de las ‘plusvalías’ de los beneficios extraordinarios del sector financiero.


Por un lado se encuentran los bancos y -principalmente- la empresa Prisma, que es propiedad de un consorcio de los principales 14 bancos privados y 3 estatales de la Argentina. Del otro lado está el capital comercial: los shopings, los supermercados, los mayoristas y también los pequeños comerciantes.


La disminución de las ventas, producto de la recesión económica en curso, hace que la pelea entre grupos capitalistas para poder sumar las ganancias existentes sea cada vez más dura.


En este caso hay una ofensiva del gran capital comercial que, como siempre, usa de mascarón de proa al pequeño comerciante. En la legislación vigente no se permite establecer aranceles diferenciales, pretendidamente en defensa del pequeño comerciante (para que el gran comercio no presione con su poder de venta y logre rebajas sustanciales).


Aunque baje el arancel que debe pagar el capital comercial, eso no beneficiaría en nada al usuario comprador porque los comerciantes piensan en aumentar sus márgenes de ganancia y no en trasladar ese eventual beneficio a los consumidores.


De una reducción de aranceles no cae nada hacia el lado del cliente comprador.


El negocio de la usura sobre los trabajadores-consumidores seguirá vivito y coleando.


Los intereses usurarios que se cobran al consumidor por cualquier dificultad de pago en las tarjetas (pagos mínimos, por ejemplo), por seguros en el pago en cuotas o por financiación en el pago a plazos, entre otros, hunden crecientemente a la familia trabajadora.


Esto, que constituye un verdadero mecanismo extra de carestía para el trabajador, ni se contempla. Hoy, el consumo obrero y popular, ante el deterioro del salario, se basa crecientemente en el crédito, es decir en el hipotecamiento futuro del salario. Las dos fracciones se pelean por la tajada de sus intereses, pero no mejoran la situación del comprador trabajador.


Es más, en las reformas propuestas (ahora el oficialismo ha presentado otro proyecto que estaría siendo consensuado entre los bancos y las cámaras de comercio) se plantea que “habrá más posibilidad de sumar al precio lo que se paga por comisiones, para diferenciar precio de contado y con tarjeta” declaro Daniel Lipovetzky (El Cronista, 14/11), que es el diputado del PRO que preside la comisión que discute esta ley.


Pero esto no quiere decir que en la actualidad el trabajador-usuario que compra con tarjeta no lo esté pagando. El titular de la CNDC (Comisión de Defensa de la Competencia), Esteban Greco, señaló “que las cuotas sin interés tienen costos financieros encubiertos en el valor del producto, lo que perjudica a quién no tiene tarjeta, al aumentar el precio contado”.


Las cámaras de comercio que buscan el apoyo popular en su pugna con los bancos ocultan esta realidad. Y no se plantean tampoco la derogación de los impuestos al consumo (en primer lugar el IVA) lo que daría un impulso al consumo popular y soldaría, efectivamente, un frente de lucha común entre los trabajadores con el pequeño comerciante interesado en tal medida.


La clase obrera no debe apoyar a ninguna de las dos fracciones burguesas en pugna que, incluso, es seguro que cierren diferencias volcando los costos de cualquier acuerdo entre ellas sobre el trabajador.


¿Cuál es el costo del crédito al consumo? Es necesario abrir los libros de los bancos y de las empresas financieras de crédito, a comisiones de trabajadores para conocer el verdadero costo patronal y como esquilman al pueblo.


Hay que terminar con la usura bancaria y la persecución financiera (derogación del Veraz) sobre el trabajador. Propugnamos la nacionalización de la banca para centralizar el crédito en el impulso al desarrollo nacional y la satisfacción de las necesidades de consumo de nuestro pueblo sin usura, con tasas promocionales.


Esto abarcará el uso de la bancarización (tarjetas de crédito y débito) sin intermediación parasitaria y sin el cobro de tasas usurarias sobre el consumidor y el pequeño comerciante.


Te puede interesar:


“Ahora 18” o el hipotecamiento familiar frente al ajuste