Políticas

7/8/2003|812

Lo que se juega en la ciudad

Aunque la proximidad de las elecciones porteñas ha acentuado la polarización entre Ibarra y Macri, al mismo tiempo se está expresando una fuerte tendencia a la dispersión del voto en materia de legisladores y diputados. Mientras las encuestas indican una intención del voto del 30 ó 35% para los dos candidatos principales al Ejecutivo de la Ciudad, ninguna de sus listas a legislador supera el 10% de las preferencias. Lo mismo ocurre con Zamora, con un 9% para su candidatura pero menos del 2% para sus listas legislativas. En un sentido inverso, la Ucr apenas supera el 1% para su dirigente Caram, pero la candidatura a diputado de Nito Artaza supera el 14%, siendo el candidato a diputado más votado de toda la “grilla”.


Polarización amañada


La dispersión que insinúa la votación legislativa pone de relieve el carácter amañado de la “polarización” porteña, que es el producto del conjunto de componendas políticas que ha terminado sumando, en torno de uno y otro, a diversos “lemas” y sublemas”. A Ibarra lo apuntalan Claudio Lozano y la Cta “oficial”: los mentores del “seguro de formación y empleo” para desocupados sostienen a quien, en oportunidad del tratamiento de esa iniciativa en la Legislatura de la Ciudad, ordenó a sus diputados dejar a la sesión sin quórum… Pero en los sublemas ibarristas, revista también Miguel Bonasso. El mismo que fuera reprimido en Brukman le sostiene la estantería a quien se negó sistemáticamente a expropiar Brukman.


Macri, por su parte, es apuntalado por la burocracia de Moyano y buena parte del aparato “pejotista” porteño. Es decir que los “representantes” de los obreros de la recolección de residuos están llamando a votar a uno de sus más grandes explotadores.


La dependencia respecto de los dos candidatos “centrales” supera, incluso, a sus propios “sublemas”: con lucidez, un encuestador – Zuleta Puceiro – acaba de retratar a Zamora y Bullrich como “fotocopias desteñidas de sus originales”, es decir, de Ibarra y de Macri. Las “propuestas” de Zamora repiten las iniciativas de “participacionismo” vacío de Ibarra y Schiffrin, sin la menor mención a una transformación social de la ciudad.


La sombra del “porteñazo”


La pulverización del voto legislativo desnuda la permanencia de la crisis política. Ibarra es el único candidato “propio” que logró instalar Kirchner en el calendario de los comicios provinciales a fuerza de saldos y retazos de la vieja Alianza y de una parte del PJ. La “Argentina que cambia” está armada, como se ve, con los restos de la “vieja política”. Tras la mascarada de “dos candidatos fuertes”, la dispersión del voto legislativo saca a la luz la brutal disgregación de los partidos patronales.


Es en este cuadro que estamos luchando por defender la banca del PO en la Legislatura porteña. Estamos defendiendo al conjunto del movimiento que, en los últimos dos años, batalló por construir una alternativa de poder a la bancarrota capitalista. El que se expresó en las asambleas populares, en las asambleas nacionales de trabajadores, en las ocupaciones de fábricas, entre los inundados porteños, en los centenares de comedores populares, en la clase media confiscada por el gran capital bancario. En este sentido, la lista del PO es la única expresión política independiente de los que pretenden enterrar a la rebelión popular. Izquierda Unida no solamente revista en ese bloque kirchnerista: es quien más se empeña en acallar la presencia del PO, como única forma de disimular su capitulación ante los aliados de Ibarra.


No es una novedad, entonces, que se ha instalado una lucha física y directa por el voto. Una guerra por las calles, las paredes y las plazas. De un lado, están los enterradores del Argentinazo, por derecha y por “izquierda”. Del otro, el programa y los candidatos del Partido Obrero. La presencia territorial, gremial y juvenil del PO y del Polo Obrero, la autoridad política y personal de sus cuadros en el medio donde se desenvuelven, nos dan una chance que otros no tienen: la de la lucha voto por voto, “cara a cara”. Convencer y comprometer, uno por uno, a los compañeros de trabajo, de manzana, a los familiares y amigos. A “veinte por compañero”, con el periódico en mano. En esta semana que pasó, he visto a compañeros del Hospital Garrahan, del barrio de San Cristóbal, y a muchos otros, “anotando” sus votos, nombre por nombre.


Si ganamos esa batalla, nunca será tan cierto aquello de que “vence el que convence”.