Lorenzo Miguel
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Para la mayoría de los diarios, la muerte de Lorenzo Miguel se produjo políticamente una década atrás, con el achique industrial que sufrió la Argentina. Con menos obreros industriales, sin capacidad de negociación, Miguel habría sido víctima y cómplice de la destrucción industrial argentina.
Semejante “teoría” no pasa la prueba de la realidad. Porque Miguel no fue un burócrata que no pudo defender el salario y las condiciones de vida de los trabajadores metalúrgicos por una relación de fuerzas desfavorable, sino un puntal, quizás el más importante, del sometimiento de los sindicatos al Estado y un patotero y gangster que acompañó todas las políticas capitalistas dominantes en detrimento de la clase obrera. Mucho antes de morir, Lorenzo Miguel fue “enterrado” por los trabajadores.
Al frente de la UOM desde 1970, tras el asesinato de Vandor, Miguel puso fin a los ribetes “independientes” del vandorismo. El metalúrgico Ignacio Rucci al frente de la CGT fue un exponente del alcahuete al servicio del Gran Acuerdo Nacional con la dictadura militar para reentronizar a Perón y al peronismo como dique contra el ascenso del movimiento obrero en el período del Cordobazo.
Tras la victoria electoral del peronismo en 1973, Miguel fue un elemento clave en el golpe que desplazó a Cámpora; primero en la masacre de Ezeiza y luego en la propia destitución del “Tío”. También fue decisiva la participación de la burocracia sindical metalúrgica y de las 62 en el “navarrazo” que desplazó a Obregón Cano de la gobernación de Córdoba. Inmediatamente después Miguel anudó vínculos con López Rega para dar nacimiento a la Triple A en el llamado “brujovandorismo”. Según un informe de la embajada norteamericana, los asesinatos de la Triple A coincidieron con la reaparición de la revista El Caudillo, que fue financiada primero por López Rega y luego por Lorenzo Miguel (Página/12, 21/8/02).
El “brujovandorismo” volvió a golpear a la clase obrera en 1975. Ante el surgimiento de una dirección combativa en Villa Constitución, López Rega envió al ejército con la complicidad de Miguel, que luego se encargaría de desmantelar la insurgencia obrera “en colaboración con el joven abogado del sindicato del seguro que había logrado colocar en el Ministerio de Trabajo: Carlos Federico Ruckauf” (Página/12, 30/12/02).
El estalllido de las jornadas huelguísticas contra el Rodrigazo de junio-julio de 1975, obligó a Miguel a un replanteo. Alentó un paro general contra Isabel-López Rega para luego jugar un papel clave en el desplazamiento del “brujo”, algo que comenzaron a reclamar las FFAA y la burguesía, que rápidamente se desplazaba hacia el golpe militar para detener el ascenso obrero y poner fin a la descomposición del peronismo.
Con el golpe, Miguel fue detenido, pero su estrecha relación con Massera “lo protegió cuando se produjo el último golpe militar” (Página/12, 29/12/02). En 1983, Miguel apoyó la candidatura de Italo Luder y en 1988, tras coquetear con Antonio Cafiero, pasó a apoyar la candidatura de Carlos Menem.
Apenas asumió, Menem nombró ministro de Trabajo a Jorge Triaca. “La decisión surgía de una reunión entre Menem, Luis Barrionuevo y los reposicionados Diego Ibáñez y Lorenzo Miguel” (El sindicalismo en tiempos de Menem, Pág. 23). Sin embargo, la ofensiva de Menem-Triaca contra el movimiento obrero y la alianza de Menem con los “incondicionales” Cassia, Pedraza y compañía provocaron la división de la CGT (San Martín y Azopardo). “Pegados al gobierno perdemos un espacio de crítica que solamente puede aprovechar la izquierda. Estamos con Menem pero nos reservamos el derecho a discrepar”, explicó Lorenzo Miguel. La CGT Azopardo estaba integrada por tres sectores: “miguelistas” (UOM, Supe), “ubaldinistas (UTA, OSN) y una línea más opositora (Ate, Ctera y periodistas)” (ídem, Pág. 31).
El coqueteo “opositor” de Miguel duró muy poco. A los pocos meses, “en octubre, mientras los trabajadores del Estado presionan a Ubaldini para que convoque a un paro general para el 17, la CGT Azopardo, con el apoyo de la UOM, define su Plan de Lucha. Finalmente, el dirigente cervecero anuncia paro y movilización para mediados de noviembre. La UOM, luego de conseguir aumentos salariales, levanta el paro que iba a comenzar el mismo día en que se realizan las negociaciones y abandona la central obrera. La CGT Azopardo planea una movilización para el 15 de noviembre que es rechazada por las 62” (ídem, Pág. 45). En diciembre, ante el levantamiento carapintada, “la UOM suspende los paros que tenía programados y aprovecha para denunciar la cercanía de militares carapintadas a la central Azopardo” (ídem, Pág. 45). A las pocas semanas, desaparece la CGT Azopardo y se conforma el Consejo Gremial de Trabajo sobre la base de un acuerdo del miguelismo con Barrionuevo y los ultramenemistas. Fue la luz verde para la gran ofensiva menemista contra el movimiento obrero.
Lo que vino después fue el apoyo de Miguel a la reelección de Menem, el intento de conformar una Afjp (Activa) con Clarín y otras patronales, y el apoyo de la UOM-Smata al convenio con las patronales automotrices, aceptando “ciertas pautas de flexibilización laboral”. Después de algunos escarceos seudo-opositores, Miguel arregló con Menem el salvataje de la UOM y la obra social absorbiendo los colosales déficits de ambas organizaciones, lo que no impidió que luego se presentara en “convocatoria de acreedores”.
Durante sus 30 años al frente de la UOM, Miguel hizo echar de las fábricas a decenas de activistas y delegados que se le opusieron. Ese férreo y gangsteril control no impidió que se desarrollara dentro de la propia burocracia sindical un sector (Brunelli, Gdansk y Piccinini) que buscó integrarse directamente a las patronales siderúrgicas comandadas por Techint.
La muerte de Miguel posiblemente desarrolle más a fondo esta tendencia a la integración de la burocracia de la UOM con Techint y Acindar, que se cristalice en un sindicato sidero-metalúrgico.
Pero el derrumbe del monolitismo miguelista y la experiencia del movimiento obrero con la burocracia y el peronismo ya abrieron el campo para el desarrollo de un pujante movimiento antiburocrático y de recuperación de los sindicatos para la independencia obrera.