Políticas

27/10/2011|1200

Los desafíos a partir del 23 de octubre

Con la votación alcanzada el domingo 23, el Frente de Izquierda recibió un fuerte respaldo al propósito que proclamamos durante toda la campaña: el desarrollo de una alternativa política de los trabajadores a la escala de todo el país. Considerando la votación presidencial y a diputados, el Frente obtuvo 660.000 votos, con resultados sobresalientes en Salta, en la Capital, en Buenos Aires, Córdoba y Neuquén, entre otros distritos. El otro “desafío” que asumimos, el ingreso de diputados al Congreso, no pudo ser alcanzado por sólo 3.000 votos en la Capital, y, en el caso de Buenos Aires, por una disposición antidemocrática del código electoral impuesta bajo la dictadura, que la democracia jamás revocó.

El desempeño del Frente de Izquierda derrumbó las pretensiones de quienes atribuían el resultado del 14 de agosto a un voto oportunista u ocasional, sólo para que pasáramos de turno. Ahora, reiteramos esa votación y ampliamos su alcance en el voto a diputados. O sea que hemos conquistado un voto principista, por un programa. Quedó demostrado que el voto del 14 no fue la defensa difusa de un derecho democrático, sino que ese derecho fue reivindicado para una perspectiva política definida: la de la izquierda independiente del gobierno y los partidos capitalistas. En su campaña, el Frente de Izquierda unió las reivindicaciones obreras inmediatas a una salida anticapitalista y nos hicimos entender por millones de trabajadores, jóvenes y ciudadanos. De este modo, rescatamos la tradición de la política electoral socialista como campo de desarrollo político de la clase obrera. En manos de los oportunistas, ese mismo instrumento electoral había servido de excusa, en la Argentina y en el mundo, para ensayar todas las combinaciones posibles de sometimiento a los partidos capitalistas. El primer mérito, en ese plano, residió en habernos unido, o sea en establecer un polo único de clase contra los partidos y bloques capitalistas. De ese modo, facilitamos el interés y la comprensión de los trabajadores hacia nuestro programa. El mandato de los 660.000 votos del Frente es muy claro: se vincula con el programa y los propósitos políticos de la campaña.

Kirchnerismo

La votación plebiscitaria alcanzada por el kirchnerismo expresa un mandato contradictorio, como ya lo había sido el de agosto. El gobierno fue votado por la mayor parte de la clase obrera, pero también por los popes empresarios, quienes están exigiendo una devaluación junto a la “moderación salarial”. Cristina Kirchner recibió el voto de los sin techo de Jujuy, pero también de los jefes del grupo Blaquier que ordenaron el desalojo sangriento de aquellos; uno de los integrantes de este pulpo ya se ha anotado para un cargo importante en el futuro gabinete económico. La votación en favor de Cristina Kirchner, por un lado, y el acentuado derrumbe de la oposición tradicional, por el otro, acentúa las características de arbitraje (bonapartismo) del gobierno kirchnerista. El régimen de autoridad personal tiene que imponerse sobre las múltiples fracciones del campo oficial, pero también sobre una oposición disgregada -o sea sobre un régimen político en abierta disolución.

La elección del domingo terminó de dirimir una disputa al interior de la burguesía, que se ha venido desarrollando desde 2008/2009 hasta hoy. Después del choque (perdidoso) con el capital sojero, el gobierno logró imponerle al resto de los explotadores su salida a la gran crisis de 2009, sobre la base de echar mano de los fondos jubilatorios y de las reservas del Banco Central. Pero el resultado electoral favorable no le resta al bonapartismo oficial su carácter tardío -o sea, agotado. El gobierno exprimió todos los recursos a su alcance en la expectativa de subirse luego al carro de una recuperación económica mundial. Pero, al final del camino, sólo se encuentra con el agravamiento de la bancarrota capitalista y con sus cajas exhaustas. Nada de esto será disimulado por la votación plebiscitaria, o por la perspectiva de una mayoría en el Congreso. Desde la misma campaña electoral, los círculos oficiales han agitado la cuestión de una reforma constitucional, supuestamente dirigida a la creación de un régimen parlamentario. Pero el bonapartismo es incompatible con la delegación o la deliberación parlamentaria. Si lo impone, sólo será para trasladar al Bonaparte al lugar del primer ministro y disimular, así, una tentativa reeleccionista. El propósito de la reforma es la prolongación del régimen de decretazos y poder personal, o sea que el gobierno está obligado a otorgarse garantías de perpetuidad a cuatro años, lo que es visto como condición para gobernar hoy. Rechazamos esta tentativa de reforma constitucional, dirigida a reforzar un régimen de rescate al capital y regimentación de la clase obrera.

En lo inmediato, el kirchnerismo tendrá que lidiar con las consecuencias de la bancarrota capitalista. La perspectiva de un ajuste y una devaluación -la que toda la burguesía reclama- va a conducir a un choque y a una escisión en la base social que lo apoyó el 23 de octubre. En este punto, debe medirse el enorme valor político de los cortes de boleta que el Frente de Izquierda recibió el domingo por parte de quienes votaron por Cristina Kirchner a presidente. Ello significa que una porción del electorado manifestó un principio de independencia hacia el gobierno tomando como referencia a la izquierda revolucionaria -o sea que estamos en la disputa por la base social que hoy acompaña al kirchnerismo.

La unidad de la oposición

Apenas terminadas las elecciones, los políticos de la oposición tradicional han hecho votos por la “unidad” que no pudieron concretar en los comicios. A la cabeza de estos pronunciamientos estuvo el “progresista” Hermes Binner, quien deslizó un “reencuentro” con la UCR y, en general, con toda la oposición. Con independencia de sus posibilidades de concreción, estos pronunciamientos revelan los poderosos lazos sociales que unen a la oposición patronal, del centroderecha al centroizquierda. Pinedo se ha paseado por todos los canales de televisión para destacar que la mayor parte de sus electores combinó su voto con el de Binner. El candidato del FAP, por su parte, culminó su campaña con un reclamo a los sindicatos para que no pidan aumentos de salarios. Los opositores serán el lobby parlamentario que actúe en favor de una devaluación de la moneda, acompañada por un freno a los salarios y el consiguiente ajuste presupuestario. El bonapartismo oficial extorsiona a los trabajadores con el derechismo de esta oposición y acostumbra a colocar a todos sus opositores en el mismo campo. Por eso, el Frente de Izquierda debe empeñarse en señalar su hostilidad mortal con la oposición de cuño patronal y, particularmente, con la que posa de progresista. Vamos a desarrollar nuestra oposición al kirchnerismo desde el campo y desde los intereses de los trabajadores, en completo antagonismo con los términos y el programa de los Carrió, Alfonsín o Binner.

La perspectiva que se abre

Por su alcance, la votación al Frente de Izquierda ha dejado plantada una referencia política para la clase obrera en un período político crucial. Es claro que el Frente de Izquierda y sus partidos han conquistado una autoridad que permitirá reforzar su trabajo de organización de la clase obrera en su acción cotidiana. Pero lo decisivo es que hemos creado las condiciones para ejercer una influencia política directa sobre toda la clase obrera, por medio de la agitación y la propaganda de carácter político. La acción del Frente de Izquierda, en este plano, puede abreviar decisivamente la evolución política de miles de luchadores que, en el plano de su acción cotidiana, deben enfrentar a los agentes del capital de un modo aislado o parcial. Esta agitación debe referirse, naturalmente, a las grandes cuestiones que planteará la crisis capitalista. Por eso, el esfuerzo del Frente debe colocarse en desarrollar, mediante la agitación política, su programa de salida a la crisis en oposición a las medidas oficiales.

Es necesario que denunciemos intensamente la incapacidad del gobierno frente a la acción de los especuladores, exportadores y banqueros. La disposición reciente de obligar a mineras y petroleras a liquidar en el país las divisas de sus exportaciones ha terminado delatando a la propia política oficial, la cual consiste en servirles a los capitalistas todos los dólares necesarios para que los fuguen del país. Ahora -y de un modo improvisado-, el gobierno ha dispuesto una medida intervencionista -que nunca figuró en su agenda de campaña-, obligado por la fuga de capitales galopante. Pero el mismo gobierno que declaraba contar “con las divisas suficientes” para enfrentar los ataques especulativos ha confesado ahora que podría no contar con ellas. El decreto sobre las mineras, por lo tanto, inaugura una disputa por las reservas que tiene como telón de fondo a la crisis mundial. El gobierno le ha levantado la voz a los especuladores, pero no tiene ni los recursos ni la disposición política para llevar el juego hasta el final. En oposición a esta sangría, planteamos la apertura de los libros de empresas y bancos, así como el control obrero de las operaciones con el exterior. La campaña política debe ser igualmente enérgica por la prohibición de las suspensiones y despidos; que una reducción de la jornada laboral, sin afectar el salario, sea integralmente costeada por las patronales, las que vienen de muchos años de beneficios extraordinarios. Frente a la tentativa de ir más a fondo en la expoliación de la caja de la Anses, planteamos que ésta sea dirigida por trabajadores y jubilados electos, para que sus fondos dejen de servir a la deuda usuraria y aseguren el 82% móvil.

Con estos ejes, el Frente de Izquierda va a dirigir su agitación política hacia las grandes masas. Promovamos actos, asambleas y plenarios por el desarrollo del Frente de Izquierda, convocando a todos los que militaron, simpatizaron, fiscalizaron o nos votaron en el curso de esta gran campaña.