Políticas

30/12/2010|1161

Los “desestabilizadores” compran deuda pública

Jorge Altamira responde a un cuestionario de la Revista “Veintitrés”

Dada la coyuntura política del país, hay sectores políticos que consideran que las metodologías de protesta -por reivindicaciones justas, claro está- de la izquierda terminan siendo funcionales a los sectores de la derecha, los que buscan crear un clima de caos y desestabilización.

1. ¿Cuál es su opinión al respecto?

2. ¿Se generan debates en su partido por este tema? ¿Cómo se administra la acción para evitar el juego de la derecha?

3. ¿Cuál es el rol de la izquierda respecto al kirchnerismo?

1. Los sectores políticos que consideran que las metodologías de protesta son funcionales a la derecha dan una interpretación interesada, pues son funcionarios atados a la ‘mordida’ del presupuesto nacional. En lugar de hacer esas interpretaciones, deberían satisfacer los reclamos -especialmente ahora que los recursos fiscales y las ganancias patronales son las más altas de la historia. Si actuaran de ese modo, cortarían de cuajo sus fingidas pesadillas sobre los métodos de protesta. Cuando Moyano bloqueaba supermercados o Patria Libre estaciones de servicio, sostenían que esto era muy nacional y popular.

Lo principal, sin embargo, es esto otro: cuando los bonos de la deuda pública suben de a dos dígitos y la Bolsa bate récords; cuando se firman pactos sociales en petróleo y minería para liberar precios o violar las leyes ambientales; cuando se negocia el pago al Club de París con reservas o se hace silencio ante las revelaciones sobre injerencia yanqui en Argentina (WikiLeaks) y, por ello, se recoge el beneplácito de Obama-Clinton; cuando, por fin, se mantienen tropas de represión en Haití o participan en operativos en Panama diseñados por el Comando Sur; cuando el precio de la soja se va por las nubes y se arman fideicomisos para financiar el consumo; cuando ocurre todo esto, la versión de que el gran capital quiere desestabilizar es un cuento de Caperucita. La inestabilidad oficial obedece a contradicciones internas en el campo oficialista: un ejemplo es el pacto gobierno-Ugofe-Pedraza que maneja el sistema ferroviario, el cual es sacudido por la movilización de los tercerizados. Los propagandistas del oficialismo se indignan que se los identifique con la patota, pero mejor harían en desmantelar ese pacto y cambiar en forma completa la gestión del ferrocarril.

El ‘juego de la derecha’, como puede verse, está contenido en los propios intereses que representa -el gran capital, ya que los satisface el gobierno- y, de otro lado, se manifiesta, por sobre todo, en el seno del gobierno. El clan de los intendentes peronistas, bajo el comando de Scioli, se está quedando con el control de la sucesión presidencial, sea para este año o para 2015. Este es el ‘juego de la derecha’, con la complacencia del Ejecutivo.

2. Un partido socialista no ‘administra’ sus acciones, procura acentuarlas para marcar antes a los obreros la diferencia de principios que lo separa del gobierno y de los partidos capitalistas. De otro modo, no crearía una conciencia cabal de sus objetivos entre los trabajadores. Mucho menos si hubiera un peligro derechista: llamaría, en tal caso, a cacarear menos -como hace el gobierno- y actuar más: por ejemplo, romper el pacto mafioso en ferrocarriles y no hacer un pacto con Macri, como se hizo contra los pobladores de Soldati. En este caso, el oficialismo pactó con la derecha, no se limitó a ‘hacerle el juego’. Por último, como ocurrió con Perón en el ’55, con Illia, como ocurrió con Isabel Perón: ante la amenaza de un golpe militar de derecha, nuestra primera tarea es movilizarnos para aplastar ese golpe, sin por eso dar un respaldo político al gobierno que generó las condiciones para ese golpe por su incapacidad. Perón, Illia e Isabel se entregaron a los golpistas sin pelear.

3. Nuestro objetivo es desarrollar una alternativa de izquierda al kirchnerismo, el cual es un mero agente de los capitales bancarios, mineros, petroleros e incluso sojeros. Una oposición socialista a un gobierno capitalista. Que este gobierno capitalista vea aquí un propósito desestabilizador es por completo natural: queremos que gobiernen los trabajadores, no los capitalistas.