Políticas

14/9/2020

Los dilemas de un Banco Central quebrado

Las reservas líquidas suman 3.000 millones de dólares.

El termómetro del panorama cambiario y bancario está a punto de explotar. Las reservas netas del BCRA no llegan a 7.000 millones de dólares, pero las líquidas son del orden de los 3.000 millones de dólares (ámbito, 8/9), las más bajas en más de un lustro. Esto a pesar de un superávit comercial cercano a 1.500 millones de dólares mensuales que se explica más por la abrupta caída de las importaciones que por un aumento de las exportaciones.

El Central viene perdiendo reservas todos los días desde hace tres semanas, lo cual está llevando a todo tipo de rumores acerca del rumbo a seguir. Al menos el 75% del superávit comercial se está yendo por la vía del dólar ahorro, que pasó de tener 500.000 compradores en enero a casi 5 millones en agosto. Los diferendos entre el ministro de Economía y el presidente del Central o la vicejefa de gabinete sobre cómo actuar sobre este tema dan cuenta de la desorientación general en las filas oficialistas.

Son cada vez más las señales de que estamos en las vísperas de una devaluación significativa, dado que el 24% que el peso lleva depreciado en el año no aflojó en lo más mínimo una brecha cambiaria (diferencia entre el dólar oficiales y el blue, MEP y CCL) que está superando el 70%. Sin embargo desde el gobierno buscan evitar -por ahora- este camino. Es que en el contexto de depresión económica e inflación en ascenso, un shock devaluatorio podría tener consecuencias sociales que pondría a prueba cualquier tipo de contención.

La nueva variante elegida para intentar achicar la brecha pinta de cuerpo entero al gobierno. Se trata de malvender bonos en poder del Central para oxigenar la oferta y evitar una suba fuerte de los dólares que se utilizan para la fuga. Como explicamos hasta el hartazgo en Prensa Obrera, la política llamada de “desendeudamiento” durante el kirchnerismo consistió básicamente en pagar la deuda vaciando las arcas de la Anses y del BCRA y colocando en su lugar bonos del Estado. Ahora esos bonos –que fueron parte del canje- son utilizados por las autoridades monetarias para su liquidación a precios de remate.

La operatoria que puede parecer muy velada es en realidad sencilla: los bonos que están en manos del BCRA cotizan tanto en dólares como en pesos. Quienes operan en bolsa compran los bonos en pesos para después venderlos en dólares, sin ninguna clase de límite o cupo. De ahí se desprende el precio del dólar MEP (si se liquida en el merval) o contado con liqui (si se liquida en una bolsa en el extranjero). Lo que se dispone a hacer el Banco Central es, en pos de bajar estas cotizaciones del dólar, ofrecer los bonos a cambio de pesos, bajando su cotización.

Como se puede apreciar, estamos frente una maniobra de cortísimo plazo. El “poder de fuego” del Central está muy lejos de poder solucionar el problema de fondo que marca la tendencia a la devaluación que son los grandes desequilibrios de la economía nacional. Pero más allá de su cuestionada efectividad, es nuevamente la dilapidación de los recursos nacionales para favorecer la fuga de capitales (a partir la obtención de dólares más baratos) a un grupo de especuladores.

Todos los caminos conducen a la devaluación

La incertidumbre acerca de la estrategia cambiaria no responde a un secreto bien guardado, sino a un gobierno que no le encuentra la vuelta al problema, atado al cuidado de los intereses del capital financiero y tironeado por las demandas de la burguesía nacional. Apostó primero a que el canje trajera pax cambiaria y fracasó, para luego tropezar con la misma piedra haciendo lo propio con el acuerdo con el FMI.

Hay fuertes rumores sobre un desdoblamiento cambiario, que consistiría en la existencia de un dólar comercial y otro financiero donde estaría incluido el atesoramiento y el turismo. El objetivo sería que el dólar comercial tenga una cotización similar a lo que hoy es el oficial con el fin de contener el precio de las importaciones (intentando así evitar el traslado a precios) y para pagar las exportaciones. Este esquema solo puede entenderse como un parche, que llevaría a todo tipo de discrecionalidades y maniobras por parte de quienes podrían acceder a ese dólar. Guarda similitudes con la política comercial llevada adelante o durante el anterior gobierno kirchnerista como incapaz de contener la inflación.

El capital agrario retiene 30 millones de toneladas en los silobolsas y silos en general, que equivalen a 11.000 millones de dólares que no liquidan empujando una maxidevaluación. Frente a lo cual los “nacionales y populares” se cruzan de brazos, impotentes por completo. Lo mismo frente a la subfacturación de exportaciones y la sobrefacturación de importaciones que requeriría el monopolio estatal del comercio exterior.

Las otras variantes que se manejan en el ejecutivo son igual de malas o peores: por un lado se estudia una suba de la tasa de interés en pesos que sería un nuevo golpe a una actividad económica en coma; por el otro un reforzamiento del cepo, que tendría su correlato en una escalada sin techo de los dólares paralelos.

Por un camino o el otro, las políticas del gobierno convergen en una nueva devaluación con su correlato inflacionario. Esto mientras más del 90% de los trabajadores registrados no tuvo paritarias y los despidos superan el medio millón. Los trabajadores debemos oponernos a esta política de entrega de los recursos nacionales y de licuación de salarios y pérdida de poder adquisitivo.

Esto supone un programa de cara a la crisis cambiaria que necesita como el aire y el agua de la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Esto supone un verdadero control de cambio, no los inútiles parches de la política “intervencionista” de los “regulacionistas” que hace agua por todos lados, como hizo agua toda la vida. Desde luego en el marco de una política de soberanía de los recursos bajo control de los trabajadores, como parte de una reorganización económica y social de conjunto.