Políticas

12/12/1996|523

Los hielos continentales de los privatizadores

Menem y el presidente chileno, Frei, firmaron el martes 10 el protocolo adicional al acuerdo de límites sobre los Hielos Continentales, sin importarles la negativa de los congresos de los dos países, en particular del argentino, a ratificarlo. El tratado, que traza una frontera poligonal en esa zona del sur patagónico, se encontraba durmiendo en los cajones parlamentarios desde 1990.


Es significativo que Menem insistiera en seguir adelante con su propósito luego de las reuniones que mantuvo con Clinton, porque demuestra que en esto también cuenta con el apoyo del imperialismo yanqui. En las declaraciones antes de subir al avión hacia Santiago, Menem fue inusitadamente franco: dijo, en resumen, que la cuestión de los hielos le importaba un pito ante la necesidad de mantener la estabilidad de los negocios establecidos con Chile. Se refería a la venta de gas y petróleo de parte de la Argentina; al acceso comercial a los puertos del Pacífico en virtud de la asociación de Chile al Mercosur, y a las inversiones chilenas en las privatizaciones de energía y jubilación privada. A pesar de su poca formación teórica, Menem dio una sucinta lección de teoría política a los que creen que la patria es un pedazo de suelo o el terruño, y no una circunstancia histórica determinada por el desarrollo capitalista. Como ya ocurriera con el caso del Beagle, la patria de la burguesía está en la Bolsa.


Dada esta posición de los grandes capitalistas, sorprende la amplitud que la oposición al acuerdo tiene en los partidos capitalistas. Incluso Alfonsín está en contra del tratado y en el Frepaso es clara la división, pues la virulencia que ponen los frepasistas de Santa Cruz en oponerse no es acompañada por el Chacho o la Meijide. El PJ también está dividido. Pero, significativamente, ninguno de estos opositores reclama un plebiscito sobre el asunto, contrariamente a lo que hicieron en el caso del Beagle. Es que esta vez están seguros que ganaría el No.


Todos los opositores al tratado defienden a capa y espada la ‘integración económica’ con Chile, o sea los bolsillos de Pérez Companc, YPF, Edesur y las AFJP. No cuestionan la función ‘re-capitalista’ del acuerdo; su planteo no va más allá del aspecto territorial y de afirmar que las técnicas satelitales permiten diseñar una frontera basada en la divisoria de aguas que trazan las cumbres de la Cordillera y no en el dibujo poligonal que hizo Menem. Los opositores tampoco cuestionan que el acuerdo esté al servicio del fabuloso rearme del ejército de Pinochet, al que se destina nada menos que el 6% del producto bruto de Chile y el 10% de los ingresos de las exportaciones estatales de cobre. Es que el imperialismo autoriza el armamentismo en el cono sur sólo si hay ‘clima’ de paz, es decir, si no hay un peligro de guerra que desestabilice sus negocios actuales. Por eso, ni el ejército argentino ni el chileno objetan el tratado, ya que su firma habilitaría la entrega de armamento por parte del Pentágono norteamericano.


Un caso aparte merece el vaciador del Banco de Santa Cruz, el clan Kirchner, cuyo ‘nacionalismo’ de hielos disimula su interés en establecer una zona franca para la provincia, libre de impuestos y de protección laboral, para competir con su ‘rival’ de Puerto Arenas, en Chile. Es decir que los Kirchner quieren conservar mil kilómetros de hielos para Argentina, para mejor entregar a los obreros y a los contribuyentes argentinos a la voracidad de los armadores extranjeros y nacionales (no hablemos de los narcotraficantes) que operan en las ‘zonas francas’ de todo el mundo.


La ‘paz’ argentino-chilena encubre, de esta manera, una furiosa carrera armamentista, que pesará económicamente sobre las espaldas de los dos pueblos  y que servirá para futuras guerras. El gobierno chileno considera el acuerdo de hielos como una ‘transacción’ inseparable de todo el paquete de 22 acuerdos que zanjaron otras tantas diferencias limítrofes. Es decir que no aceptará un arbitraje sobre el punto, ni tampoco la renegociación. Los amantes de la paz ya esgrimen la amenaza del enfrentamiento.


Es incuestionable que los pueblos de Chile y de Argentina han sido mantenidos al margen de las negociaciones y del conocimiento de las características del acuerdo. El ‘soberano’ vuelve a ser el hijo de la pavota de la política burguesa. Se considera inútil consultarlo porque desconoce la ciencia de la cartografía, pero en este acuerdo lo que menos importa es la cartografía, pues lo que pretende es asegurar la sobrevivencia de dos regímenes de privatizaciones y de hambre.


El Partido Obrero denuncia, por sobre todo, la función política, económica y social del acuerdo Menem-Frei. Por eso reclama que sea sometido a un debate público y a un plebiscito. Denuncia la oposición puramente demagógica de la UCR y del Frepaso, o la de Rico, que vende regularmente sus votos para la política entreguista de Menem y Duhalde, en especial con relación a Malvinas. Denuncia a los Kirchner que quieren tapar el desfalco del Banco provincial y que promueven las entreguistas zonas francas.


En el caso de un plebiscito, el Partido Obrero promoverá una propuesta común con las organizaciones obreras de Chile que no se encuentren sometidas a la dictadura Cristiano-Socialista que gobierna el territorio trasandino. Lo más importante para el Partido Obrero en todo este asunto es la unidad con la clase obrera de Chile.


Así lo volvió a establecer el reciente VIIIº Congreso del Partido Obrero.