Políticas

19/12/1996|524

Los Hielos Continentales y el nacionalismo de los cipayos

Menem firmó, primero con Aylwin y luego con Frei, un acuerdo fronterizo en la región de los hielos patagónicos, que atiende a la necesidad de preservar los negocios de privatización de los pulpos de uno y otro lado de la Cordillera, y en particular de los yanquis, que son los verdaderos dueños de los capitales ‘nativos’.


Pero no es a esto que se oponen la UCR y el Frepaso, sino a la traza poligonal de la frontera. No les importa que Chile y Argentina se hayan transformado en la región descartable del saqueo económico internacional de sus recursos, sino que la línea de frontera pueda ser desplazada algunos kilómetros más de los debidos hacia el oriente. Semejante posición delata al nacionalismo cipayo: incapaz y cobarde ante el imperialismo poderoso y corruptor, levanta su mano contra el vecino victimado por esa misma fuerza imperial.


Si los hielos continentales que se encuentran al este de las altas cumbres divisorias de aguas corresponden al territorio argentino, ello tiene como exclusivo fundamento antecedentes jurídicos o diplomáticos, pero no nacionales. Los aguerridos pueblos originarios de la Patagonia (araucanos y mapuches) fueron exterminados por los ejércitos de línea de las oligarquías argentino-chilena. Los tratados, desde 1881 en adelante, que aseguraron la soberanía argentina en la Patagonia, fueron obtenidos merced al abandono, por parte de Argentina, de Perú y Bolivia, que se encontraban en guerra con Chile, acicateado éste por el imperialismo inglés, que tenía inversiones en la región fronteriza, abundante en guano. Fue entonces que la oligarquía argentina traicionó, por primera vez, a Perú para apoyar al imperialismo inglés. La Patagonia fue conquistada como la gran reserva social del latifundio, que le dio a la Argentina su fisonomía de paraíso terrateniente. La conquista nacional de la Patagonia está aún por hacerse, y la harán los obreros de Chile y de Argentina, nadie más que ellos.


La cuestión de los hielos ha dormido casi seis años en los respectivos congresos, pero los radicales y el Frepaso recién se acordaron del asunto hace 72 horas. Es que el nacionalismo de entrecasa tiene, para los pequeñoburgueses arribistas la atracción de lo inofensivo y de lo inocuo. Cuando faltan horas para que salga el dictamen de comisión que entrega a los yanquis 59 aeropuertos nacionales, radicales y frepasistas descubren la belleza de los glaciares.


La oligarquía chilena tampoco tiene derechos nacionales, aunque para invocarlos recuerda que los araucanos y mapuches poblaron mayoritariamente su territorio. Jurídica o diplomáticamente tiene un antecedente favorable también —la demarcación que hicieron con manifiesta precariedad los peritos Moreno por Argentina y Barros Arana por Chile. Entre antecedentes y documentos se alimenta el nacionalismo de los cagatintas.


Pero estos nacionalistas de bufete, tampoco son muy consecuentes con su propia mezquindad. Caputo, por ejemplo, se opone al tratado, pero teme que provoque una crisis en Chile, que ya ‘perdió’ recientemente Laguna del Desierto. Es decir que, si para salvar a los entreguistas cristiano-socialistas de Chile hay que firmar, firmemos, dice el radi-frepasista Caputo. La belleza de los hielos deja de importar un poco. Pero una crisis política en Chile no la provocarían los Hielos, sino la división en la Democracia Cristiana, por parte de quienes quieren abandonar la coalición con el socialismo y formar un gobierno con la derecha. Es decir que la defensa de la integración ‘privatizadora’ con Chile y la defensa de su régimen político, por parte de todos los partidos argentinos, está criando el huevo de la serpiente.


Nosotros, el Partido Obrero, nos oponemos a este tratado como a todos los anteriores con Chile, porque sirven para consolidar el entreguismo al imperialismo yanqui. Oponemos a la integración capitalista la unidad política de los trabajadores de Chile y Argentina, bajo un régimen de gobierno propio. Nosotros, el Partido Obrero, no queremos demarcar fronteras sino eliminarlas. Reclamamos un plebiscito, no para decir sí o no, sino para que se discutan y voten pluralidad de propuestas —la nuestra, por la unidad política de Chile y Argentina, en función de la liberación nacional y social.


La descomunal oposición popular a los acuerdos de Menem, constituye otro registro más del odio del pueblo argentino a este gobierno entreguista. La conclusión que surge de la oposición del 95% que señalan las encuestas, es la necesidad de luchar por echar a Menem.