Políticas

25/2/1999|617

¿Los Hielos o la minería?

La disputa limítrofe, entre Chile y la Argentina, por la denominada zona de los Hielos Continentales, ha tenido un vuelco sustancial. Tras ocho años de fracasos, en diciembre fue rubricado un acuerdo a las apuradas y desprolijo, entre Menem y Frei.


Lo que dictó la decisión del nuevo acuerdo es otro acto de pillaje conjunto, para la explotación minera de la cordillera por grandes pulpos imperialistas. El acuerdo limítrofe siguió como una sombra al acuerdo minero binacional suscripto, a mediados de diciembre de 1998, entre Menem y Frei. En virtud de ese pacto, los grandes monopolios transformarán la región en su coto cerrado: “no constituirá —se estipula— importación, exportación ni admisión o salida temporal el movimiento de bienes fuera del área del tratado”. “Estos bienes no pagarán derechos, impuestos, gravámenes ni recargos aduaneros o tributarios” (El Cronista, 17/12).


Esto es lo que explica que desde 1989, en Argentina, las empresas extranjeras dedicadas a la explotación minera saltaran de 4 a 70, que su producto bruto se haya duplicado en el bienio ‘96/‘98 y que las exportaciones se multiplicaran por 16 (La Nación, 5/1). No se trata del efecto de la acción ‘espontánea’ del mercado sino —explica un especialista del Centro de Investigaciones para la Transformación— que “la política minera y la automotriz han sido dos grandes políticas intervencionistas que han tenido el objetivo declarado de atraer inversiones extranjeras” (El Economista, 8/1). Pero si el ‘boom’ automotriz terminó en el marasmo de suspensiones y despidos que estamos viviendo en estos días, los riesgos del minero son mayores aún, porque se trata de una riqueza no renovable. Es devorada, sin embargo, gracias a subsidios estatales, con normas laborales a piaccere del inversor (en las minas ‘binacionales’, establece el acuerdo minero, el inversor puede elegir la legislación —argentino o chilena— que más le convenga).


Es a esta ‘magna’ tarea que se han asociado la Alianza y el duhaldismo. De ahí que hasta el ‘nacionalista’ Kirchner, que en principio se opuso al nuevo acuerdo de límites, ahora mantiene un sintomático silencio (La Nación, 18/2).


Es después de todo esto que cobraron “aire fresco” las negociaciones por Malvinas (ídem, 28/1). La explotación ‘conjunta’ del petróleo y de la pesca seguirá el ejemplo del acuerdo chileno-argentino.