Políticas

10/8/1994|425

Los hijos del Pacto

El lunes se anunció, sin el menor asombro de verguenza, la formación de un frente antimenemista, que declara estar exento de todo “mesianismo” y motivado sólo por “el interés de la gente”. Pero como en el cambalache de Discepolo, el frente lo integran quienes acaban de votar, en la Constituyente, la reelección de Menem y el régimen de gobierno por decreto impuesto por éste, y quienes votaron en contra, aunque sin ofrecer ninguna resistencia popular e incluso destacando despues que la experiencia de la Constituyente les había resultado muy valiosa. Lo que sí votaron en total acuerdo, eufóricos y abrazados, fue la reforma clerical de la Constitución, mediante la incorporación a ella de los Tratados internacionales que proscriben el derecho al aborto, establecen el derecho a la enseñanza religiosa, coartan las libertades de reunión y asociación e introducen la tutela internacional de la OEA sobre las instituciones políticas del país. El despacho que promovió este engendro de lesa democracia y de lesa soberanía, partió de la iniciativa del Frente Grande.


La incorporación de los “opositores” al sistema político establecido por el pacto de Menem y Alfonsín, se manifiesta tambien en que este frente derechista promovido por el Chacho Alvarez con dos hombres ligados desde hace tiempo al Departamente de Estado norteamericano, no hubiera visto la luz sin el sistema de “ballotage” establecido por la reelección y el pacto. Bordón, Storani y Alvarez se han puesto de acuerdo en montar cada uno su negocio sin molestar al otro, e intercambiar votos a la hora del segundo turno electoral. Los tres coinciden en que hay que respetar los compromisos establecidos por el menemismo en materia de deuda externa, privatizaciones, jubilación privada, flexibilización laboral —con el agregado, de cosecha propia, de proteger aun más a los capitanes de la industria vernáculos de la competencia internacional, incluso mediante la devaluación de la moneda, si es necesario. Es lo que propugna el economista frentista, Claudio Lozano, al plantear el pago adelantado de los intereses de la deuda externa mediante el uso de las reservas internacionales. Con esto han manifestado su acuerdo público Aldo Rico y su asesor económico, Eduardo Conesa.


La cría del pacto ha cobrado una previsible aunque súbita existencia en la Convención de la provincia de Buenos Aires con el acuerdo, de parte del alfonsinismo y del riquismo, de otorgarle la reelección a Duhalde, aparentemente autorizándolo a convocar a un plebiscito, pero más probablemente dándole los votos necesarios en la Constituyente. Duhalde ofrecería, además de lo que todos sabemos, la introducción de la enseñanza religiosa en la Constitución. Cubierta la reelección de Menem en la Convención nacional, la ofensiva de Duhalde ha ganado su oportunidad política. La oposición reglamentarista y leguleya del Frente Grande se ha caído por el peso de sus congénitas limitaciones. Los pichones de estrategas modernistas, se han ido de bruces con su propia miopía. El clero, formado en dos milenios de conspiraciones, se ha valido de los democratizantes frentistas en Santa Fe y de los carapintadas en La Plata. Lo que resta por saber es si esto facilita o no la tarea de copamiento de la administración menemista a la que está lanzado Domingo Cavallo.


Mientras esto ocurre en el plano “político”, en el sindical la burocracia del MTA se entrevista con Bauzá, para “dar la batalla política dentro de la CGT”. Se pone en marcha, de este modo, lo que previmos en numeros anteriores, de un vaciamiento de la Marcha Federal y del paro del 2 de agosto, con el fin de evitar la quiebra de la CGT integrada al Estado y su reemplazo por una Central Obrera Independiente. La burocracia del CTA ha manifestado su “comprensión” hacia la política de sus aliados del MTA, mientras prosigue su política de “pluralismo sindical” dirigido a consagrar la existencia de varias centrales de trabajadores. Tanto el frente anti-menemista como la burocracia sindical opositora se esmeran por demostrar que pretenden ser más papistas que el papa, en lo que se refiere a la defensa del orden existente.


Estas maniobras superestructurales, sin embargo, no pueden dar cuenta de la fenomenal impasse en que ha entrado el menemismo y su “plan” económico y de la creciente agitación popular. El reciente convenio del Smata y la UOM con las patronales automotrices ha puesto de manifiesto que las masas no pueden esperar de los de arriba ninguna salida, fuera de una mayor explotación. El ejemplo de lo que está ocurriendo en Tierra del Fuego es, en este sentido, terminante. Pero los convenios que firman los burócratas, entregando las conquistas obreras, significan al mismo tiempo una mayor desocupación, la que de acuerdo con las nuevas cifras, supera a los dos millones y medio de desocupados. El dato no computa la mayor inseguridad laboral que surge del crecimiento del personal de contrato precario, ni la perspectiva de mayores y mortales accidentes laborales que imponen la superexplotación. Estos fenómenos componen el escenario histórico típico de los regímenes agonizantes.


La violenta derechización del Frente Grande y la impotencia de la burocracia sindical opositora para darle una perspectiva a la lucha popular, comienza a ser percibida por lo que de más lúcido tienen los trabajadores y los explotados. A ellos los convocamos para luchar por una nueva dirección obrera en los sindicatos y a ayudar a los trabajadores a agotar la experiencia con las direcciones actuales, reclamando al CTA y al MTA que rompan su alianza con los patrones y luchen por una Central Obrera independiente. Al conjunto de la izquierda la llamamos a un gran frente político, basado en la discusión de un programa y de los métodos de acción. A los trabajadores más avanzados los llamamos a incorporarse al Partido Obrero, que está demostrando en la lucha por las reivindicaciones cotidianas la consistencia de su programa y de sus cuadros y el acierto de su estrategia política.