Las declaraciones de Mauricio Macri que dan por “hecha” la victoria de Cristina Kirchner en octubre son más que una redundancia. El ‘porteño’ deja en el limbo a Duhalde y Alfonsín para armar una ‘nueva relación’ con la Rosada. Anunció un nuevo ministerio para la relación con el gobierno nacional, a cargo de un pejotista con fuertes vínculos con Scioli y Randazzo. Los macristas confían en el vicepresidente cantado, Amado Boudou. El pacto apunta “tres a cuatro megaemprendimientos en la Ciudad” (Clarín, 31/8): entre ellos, las nuevas líneas de subtes y la “autopista ribereña”, que se están disputando Roggio, Techint y capitales chinos. Daniel Filmus, que pedía una “Buenos Aires para todos”, se viene reuniendo asiduamente con Gabriela Michetti.

El acuerdo en curso apunta a sostener el aumento del ABL en la Legislatura. Más grave aún, apunta a obtener el apoyo de los K para la nueva escalada del macrismo contra los trabajadores del Colón, la que podría traducirse en más de doscientos ‘pases a disponibilidad´ y el despido de nueve delegados antiburocráticos. Los directores kirchneristas en el Teatro Colón y los funcionarios nacionales del área de Cultura están haciendo mutis por el foro.

Una lección para octubre

La connivencia entre Macri y los K no es novedosa. Los K dejaron con vida política a Macri después del escándalo de Fino Palacio y los espías. Cuando Macri se bajó de la candidatura a la presidencia, Cristina abandonó a su suerte la campaña porteña de los K. Los “nuevos acuerdos” -que empiezan con el aval del gobierno nacional a los préstamos internacionales que está gestionando Macri y el aumento del ABL- anticipan la línea de ‘ajuste’ y de ‘normalización’ con el FMI.

Es necesario desarrollar una alternativa política y una real oposición de izquierda, que le oponga al programa de los “ajustadores” las medidas de transformación social necesarias para defender nuestras conquistas. En esa perspectiva, desarrollemos el apoyo y el voto al Frente de Izquierda: llevemos al Congreso a sus tribunos.