Políticas

1/9/2005|915

Los muertos de Bielsa

El canciller Bielsa es la cara ‘civilizada’ del kirchnerismo. No se enoja, guarda la compostura, incluso envía a su mujer a las convocatorias de Cromañón. Pero es de la misma laya que el resto; en definitiva, defiende los mismos intereses sociales.


Por estas razones, el ‘caballero’ no pudo evitar una canallada. El domingo pasado le dijo a La Nación: “No podemos darles un muerto a los piquetes”.


El ‘abogado’ Bielsa dice esto en medio del juicio por la masacre de Puente Pueyrredón —es decir que ‘atestigua’ en beneficio de los Fanchiotti y sus mandantes: Duhalde, ‘Juanjo’ Alvarez, Aníbal Fernández. No habrían sido éstos sino los piqueteros los asesinos de Kosteki y Santillán; esto es lo que sostuvo, precisamente, el gobierno de Duhalde en su momento, hasta que aparecieron los videos de la estación Avellaneda. Viejo funcionario de De la Rúa, Bielsa quizás atribuye también a los piqueteros los asesinatos parapoliciales del 20 de diciembre. Las declaraciones de Bielsa constituyen una coartada, preparada con anticipación, de los crímenes eventuales del actual gobierno. En su cuenta ya tiene algunos: los bebés asesinados por patadas en la panza de sus madres en Caleta Olivia y, hace diez días, en La Rural. Estos fetos, claro, no gozan “del derecho a la vida desde la concepción”.


Bielsa pisa un terreno pantanoso, porque también la dictadura aseguró que los 30.000 desaparecidos habían buscado ese destino. Bielsa parece adolecer de incontinencia verbal cuando adjudica a los piqueteros buscar un muerto. Dichas, sin embargo, por un diplomático, debemos suponer que ha medido cada una de sus palabras.


Bielsa no se queda en lo que ya hemos citado. ‘Profesor’ al fin, se siente obligado a ‘instruir’ al periodista. Hay que “separar”, pontifica, “la protesta social de la acción política… El fenómeno piquetero es hoy un fenómeno político”. La vacuidad conceptual del hombre es abismal: ¿puede emerger, acaso, un fenómeno político de otro lado que no sea de la realidad social? Cuando una experiencia humana alcanza una altura social significa que se ha transformado en política, o sea en asunto de interés colectivo que no tiene sino una salida de conjunto. A Bielsa seguramente le parece bien que la ‘burguesía nacional’ (una clase social) se exprese políticamente por medio de Kirchner, el cual no consulta a nadie a la hora de otorgarle subsidios generosos, al extremo que la asociación pública-privada para emprendimientos de infraestructura, por ejemplo, ha salido por decreto. Cuando se trata de robar a los contribuyentes para alimentar las cajas de los capitalistas, a Bielsa lo tiene sin cuidado la división entre social y político.


En ese mismo reportaje, coloca como prioritarios en la “agenda local” al “juego y los puertos”. El negocio del juego ha crecido exponencialmente, a través de grupos empresarios ligados al kirchnerismo (como el de Cristóbal López). Bielsa representa políticamente el interés social de los dueños del casino flotante, los bingos, las máquinas tragamonedas, etc., o sea que aspira a entrelazar al Estado porteño con ese negocio ‘social’ criminal.


Bielsa dice que lo político debe expresarse en elecciones. No necesariamente. Bielsa parece haber olvidado que el gobierno, que luego creó la triple A y emitió el decreto de “aniquilamiento de la subversión”, había ganado con el 67% de los votos. Él mismo ha llegado a canciller como consecuencia indirecta de una rebelión popular, que le acortó el mandato a su antiguo jefe. A la hora de determinar la sucesión de De la Rúa no se apeló al voto sino al enjuague: primero en el Congreso para elegir a Duhalde (luego que fracasaran Puerta y Rodríguez Saá); segundo, cuando Kirchner llegó a la presidencia gracias a un enjuague con Duhalde. Las elecciones consagraron un estupro político, no fueron el parto de un acople consentido. De lo contrario, ¿cómo se explica que, siendo ya Presidente, Kirchner reclame que se lo plebiscite? Es que tiene una falla de fábrica.


Bielsa es, por supuesto, un hombre de derecho. Conoce muy bien, entonces, las inmundicias sociales a las que sirve el estado de derecho. Por ejemplo, sirve para declarar derecho adquirido el del FMI sobre los recursos nacionales, pero no el de los jubilados al 82% o el de los ahorristas o el de los trabajadores a la intangibilidad del poder adquisitivo del salario. Sirve, por ejemplo, para permitir la aprobación ficticia de los contratos con las privatizadas, o sea sin que medie el acuerdo del Congreso (ver El Cronista, 25/8, sobre contratos portuarios y de autopistas). Quizás esta aguda conciencia de Bielsa acerca del carácter clasistamente parcializado del derecho lo ha llevado a aceptar que la financiación de su campaña corra a cargo de los afiliados al Suterh, que no tienen ni arte ni parte en el asunto, porque sufren la confiscación implacable de la familia Santamaría, que tiene la caja del justicialismo y del albertismo (jefe de Gabinete) de la Ciudad. Bielsa pretende separar lo social de lo político, pero no consigue, porque no le conviene, separar lo público de lo privado.


Como el canciller forma parte del Ejecutivo que monopoliza el empleo de la violencia estatal, sus declaraciones deben ser tomadas como una confesión anticipada de la responsabilidad que le cabrá ante cada crimen político que cometa el Estado.