Políticas

21/5/2009|1084

Los “niños delincuentes” del MST

“¿Qué hacer con los niños delincuentes?” se pregunta Marcelo Parrilli, del MST (Alternativa Socialista 487; 22/4). La pregunta, tal como se la formula, lleva implícita la respuesta en el concepto que encierra.

Hace mucho tiempo ya que la izquierda no usa la expresión “niños delincuentes”, y no sólo la izquierda; los juristas mínimamente progresistas o democráticos han dejado de hacerlo porque la consideran aberrante. Hablan, en cambio, de niños o jóvenes “en conflicto con la ley”, lo cual, de ser estrictos, debería extenderse a toda persona y no sólo a los menores.

Porque, después de todo ¿qué es el delito? En ese punto, nadie ha podido avanzar sobre la definición dada hace 300 años por Thomas Hobbes: delito es lo que la ley prohíbe. Una expresión asimilable a la tautología bíblica: Soy el que Soy.

La ley, según Marx, es la expresión jurídica de la voluntad de la clase dominante. Por tanto, comete delito y es delincuente todo aquel que se opone activamente a esa voluntad. Por definición, un revolucionario delinque a los ojos del poder burgués y, desde ese punto de vista, el poder político producto de una revolución tiene, por eso mismo, origen criminal.

Parrilli, se debe subrayar, no usa los términos al descuido. Él es un abogado experto y un militante político de amplia trayectoria. En caso alguno sus dichos pueden atribuirse a ignorancia, a ligereza. Parrilli pertenece a una corriente que ha ido detrás de la Mesa de Enlace, de la Sociedad Rural, en el conflicto por las retenciones; que ha hecho frentes políticos con clericales como Mario Cafiero y que pretendió hacerlos ahora con “Pino” Solanas y Claudio Lozano, y si no los hizo fue porque no le hicieron caso. Pero aun rechazado por esos potenciales aliados, el MST usa el lenguaje que necesita para agradar a ese centroizquierda cada vez más volcado a la derecha.

¿Contener y recuperar?

La pregunta de Parrilli conduce a un ámbito acotado y arbitrario. El interrogante que debe contestarse en la Argentina no es “¿qué hacer con los niños delincuentes?”, aunque se dijera “en conflicto con la ley”. La cuestión consiste en debatir qué se hace con los niños en general, con los hijos de la población trabajadora castigada por las suspensiones, los despidos, la estrechez salarial, el trabajo en negro, las mafias policiales, el gatillo fácil, el paco, la indigencia presupuestaria en materia de salud, educación y vivienda.

En el primer párrafo de su escrito, Parrilli insiste: “Hay que buscar alguna forma de contención y recuperación de los niños que hoy caen en la delincuencia”. Nuevamente, se intenta acariciar los oídos de la derecha mediante un discurso común con Elisa Carrió y otros por el estilo. Él dice establecer para la política de seguridad respecto de niños y jóvenes “el objetivo de la reinserción social, y no como una política exclusivamente penal y criminal como lo fue hasta ahora y se pretende continuar”. No “exclusivamente”, claro, pero la política penal y criminal, según Parrilli, es parte de la solución y no del problema.

A renglón seguido, Parrilli propone “suprimir los actuales institutos de menores”. No es el único que pretende suprimirlos: hasta la derecha sabe que así como están no pueden permanecer, es un sistema que no da para más.

Para reemplazarlos, Parrilli aspira a “crear comunidades especiales de atención integral, médica, educativa y de trabajo, en las que esos chicos puedan completar sus estudios, realizar tareas comunitarias, aprender un oficio y reinsertarse laboralmente…” Muy conmovedor, pero ese párrafo sólo intenta parecer potable a los clericales “progresistas” entre quienes el MST busca sus aliados, porque ¿dónde queda la policía? En uno de los párrafos de su artículo, a la pasada, Parrilli dice que muchos chicos caen en la marginalidad “a veces como mano de obra de las mafias policiales y políticas” ¡a veces! Aquí se coloca a la derecha de Carrió, quien ha dicho con todas las letras que “la política vive del narcotráfico”. Y quien habla de “la política” habla de los punteros barriales, de los intendentes y, por supuesto, de las mafias policiales sin las cuales no podrían operar ni el narcotráfico, ni las cocinas de cocaína ni las elaboradoras de paco, distribuido y comercializado con protección policial para, de paso, transformar a esos niños en los “delincuentes” de Parrilli por cuenta de la cana… ¡no a veces!

El MST pretende reformar el sistema penal de los menores -ya Vilma Ripoll dijo hace poco que ella aceptaría discutir un nuevo régimen de penalidades para los “niños delincuentes”- pero no señala, ni podría hacerlo, las medidas básicas para empezar a solucionar las cosas:

  • Inmediata destitución de las cúpulas de la policía Bonaerense y de la Federal, fuerzas vinculadas orgánicamente con el delito, organizadoras de la inseguridad;
  • Control popular de los libros, partes diarios y esquemas de vigilancia de las comisarías;
  • Elección de jueces por sufragio universal;
  • Constitución de una nueva fuerza de seguridad ciudadana, responsable ante la población.
  • Asambleas populares para atacar el problema de la escoria que produce paco y otras porquerías para envenenar a nuestros niños y jóvenes con protección de la policía.

Así empezaremos a solucionar la cuestión de la inseguridad en general y, en particular, de la niñez y juventud en conflicto con la ley penal. Nada podrá arreglarse con charlatanerías que sólo pretenden armar componendas políticas con centroizquierdistas y clericales.

Alejandro Guerrero