Malvinas, una mesa servida con naipes marcados

Se equivocan los que creen que la ocupación de Malvinas por parte de Galtieri tenía el propósito de recuperar la soberanía político-territorial de las islas. La dictadura había improvisado la invasión con la fe de que una mediación norteamericana llevaría a la instalación de una “soberanía compartida” o el sistema de “dos banderas”, al que presentaría como un paso intermedio hacia la conquista de los “reclamos históricos”. El gobierno seguiría en manos de los ‘kelpers’. Lamentablemente para la dictadura argentina, para la británica Thatcher, que atravesaba una temprana crisis política, semejante compromiso significaba el final de su mandato. Por eso saboteó la mediación peruana y sacrificó a los tripulantes del Belgrano, y en el camino dejó sin aire a la mediación norteamericana. En la ‘política de Estado’ de la burguesía nativa, la soberanía argentina en Malvinas nunca ha figurado como objetivo, no importa lo que diga la Constitución nacional, como tampoco le importa a nadie lo que dicen los restantes artículos. La reivindicación de Malvinas sí ha sido un abundante tema de propaganda y una carta oculta (junto con la soberanía en el canal de Beagle o los hielos continentales) en el juego de facciones de la política argentina.

En los últimos días, el tema de Malvinas se reavivó, y no solamente porque los ingleses mandaron una plataforma de exploración, que ahora dice, mentirosamente, que la zona no contiene posibilidades petroleras comercializables. Más importante que eso ha sido la decisión de los K de conceder permisos de exploración en las aguas occidentales adyacentes a Panamerican Energy y a Repsol, a las cuales algunos comentaristas les atribuyen mayores posibilidades de éxito que a los ingleses. Ambas iniciativas, la inglesa y la argentina, tienen en cuenta los éxitos de Petrobras, que encontró petróleo aguas afuera del puerto de Santos, a más de dos mil metros de profundidad, en una complejísima perforación de las paredes ‘pre-sal’. Establecido este cuadro, lo fundamental es, sin embargo, lo siguiente: el pulpo que está a la expectativa de lo que encuentre la inglesa Desire Petroleum es British Petroleum, el mismísimo pulpo británico que es el socio mayoritario de la ‘argentina’ Panamerican Energy. (“Dos puntas tiene el camino y en las dos una inglesa me aguarda”). De la partida petrolera forman parte también Petrobras y Repsol, dos empresas que tienen en común lo siguiente: el control operacional lo tienen brasileños y españoles, respectivamente, pero la mayoría del capital en acciones se encuentra en manos de fondos de diverso tipo, norteamericanos y británicos. La mesa está servida para empezar a negociar, de nuevo, la ‘soberanía compartida’ y ‘las dos banderas’ de Galtieri. Los británicos, con un déficit fiscal del 14% del PBI, están a la caza de cualquier cosa que les evite la quiebra de la libra esterlina.

Ahora bien, el conflicto ‘insoluble’ por Malvinas trae a la memoria, en estas circunstancias, el siglo de conflictos ‘insolubles’ con Chile por las demarcaciones de fronteras. La dictadura quiso ir incluso a la guerra por este asunto. Los conflictos fronterizos habían quedado como resaca del reconocimiento, por parte de Chile, de la soberanía argentina en la Patagonia a cambio de que Argentina no apoyara a Bolivia en la guerra con Chile. La solidaridad latinoamericana, como se ve, está plagada de guerras y de traiciones. Esos conflictos ‘insolubles’ se arreglaron en menos de lo que canta un gallo cuando los pulpos mineros llegaron a un acuerdo para explotar como un territorio único los dos lados de la cordillera y reventar sus glaciares. La minería capitalista logró, en lo que dura un suspiro, lo que la ‘diplomacia’ no había podido resolver en cien años. El escenario en Malvinas es ahora el mismo.

Por eso, el británico progresista The Guardian (Clarín, 6/4) acaba de editorializar que “Gran Bretaña y Argentina podrían beneficiarse con tratativas diplomáticas en torno de la explotación de recursos naturales en el archipiélago de las Malvinas”. ¡Hasta los chinos deben ver con gusto esta posibilidad ahora que han puesto un pie en Panamerican y quizá levanten la suspensión a las importaciones de soja desde Argentina! La Desire Petroleum le dijo al diario inglés “que la viabilidad del proyecto presupone que el crudo sea transportado a las terminales argentinas”, que además lo necesitarían porque “su producción reciente es muy pobre”. The Guardian anima a la Argentina a “no olvidar su reclamo soberano”, mientras negocia recursos naturales, y a Londres a “convencer a los isleños”. La mesa está servida.

La trastienda por Malvinas podría explicar el súbito interés uruguayo para que Kirchner presida Unasur, así como el interés de los K (aunque no sea súbito) por mejorar las relaciones con Uruguay y acatar un fallo internacional. Uruguay es una alternativa de escala para los buques que enfilan hacia el sur del continente; por otro lado, no se podría iniciar siquiera una negociación diplomática con el Reino Unido desairando un fallo de La Haya. A hacer las apuestas entonces. No debería extrañar que los K pretendan usar este tipo de acuerdos para florearse en las elecciones de 2011.

Mario Cafiero atribuye en forma condicional lo que llama “La inoperancia de la política llevada en el Atlántico Sur, (…) a los “entendimientos entre el Gobierno e intereses anglopetroleros” (Clarín, 5/4), pero es muy probable que ya se haya pasado de la ‘inoperancia’ a los operativos concretos. Una fuerte reacción nacional podría paralizar estas operaciones internacionales. Lo que de todos modos sigue en pie es la incapacidad del nacionalismo para desarrollar una política nacional por la soberanía argentina. La razón es muy clara: para lograrlo hay que echar al imperialismo de Argentina mediante la lucha de clases; la unión nacional es un camino de derrotas.