Políticas

19/10/2018

Mariano Ferreyra, 8 años

A 8 años del crimen de Mariano Ferreyra, sus compañeros del Partido Obrero lo recordaremos con un acto en Luján y Pedriel, la esquina de Barracas donde cayó abatido.


Su asesinato, las grandes movilizaciones posteriores y el juicio, hasta dar con la cárcel a Pedraza y su patota, sacaron a la luz cuestiones que siguen plenamente vigentes.


Mariano fue asesinado en el marco del ataque premeditado de una patota de la burocracia de la Unión Ferroviaria, cuya finalidad era escarmentar a los trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca que se habían organizado para reclamar su pase a planta permanente. Los tercerizados desarrollaban tareas perfectamente encuadradas en el convenio ferroviario, pero cobraban la tercera parte que un trabajador de planta, no tenían vacaciones, aguinaldo, aportes. En muchos casos, carecían de ropa de trabajo y hasta de herramientas.


La tercerización era uno de los grandes filones de ganancia de los empresarios que operaban el ferrocarril –Metrovías y Ferrovías. El sistema era un fraude a ojos vista: los representantes de las concesionarias se reunían a puertas cerradas y se distribuían las obras entre supuestos subcontratistas, que en realidad eran empresas que les pertenecían a ellos mismos. El dinero lo ponía el Estado. Los concesionarios cobraban una comisión del monto total del dinero que administraban para operar el sistema ferroviario y garantizar su mantenimiento, por lo tanto, estas “licitaciones cerradas” –así se denominaban–  se multiplicaban. La burocracia de José Pedraza, por su parte, participaba directamente del negocio, a través de una cooperativa trucha llamada “Unión del Mercosur”, que explotaba a los mismos trabajadores que se suponía que debía representar. Es decir, los concesionarios y la burocracia tenían un interés económico común en preservar este “sistema” que los trabajadores ponían en jaque con su lucha.


Los fondos eran autorizados por el ministerio de Planificación de De Vido, la secretaría de Transporte de Jaime y Schiavi y la subsecretaría de Transporte Ferroviario que ocupaba Antonio Luna, hombre de La Fraternidad. Todos terminaron presos por la masacre de Once, excepto Luna, quien falleció antes de llegar a juicio oral.         


Los trabajadores tercerizados habían protagonizado un corte de vías al que siguieron interminables gestiones ante el Ministerio de Trabajo. No condujeron a ningún lado. De manera colectiva, resolvieron volver a las vías el 20 de octubre de 2010. Una patota de la UF, bien protegida por un amplísimo despliegue policial, los esperaba. Los empresarios dieron asueto en los talleres de Remedios de Escalada para enfrentar  a los tercerizados.  


La movilización de los compañeros chocó con la policía en Avellaneda, que los empujó a Barracas. En Barracas, no pudieron tomar las vías porque al primer intento la patota los atacó a piedrazos desde el terraplén. Finalmente, cuando se estaban retirando, la patota volvió a embestir, esta vez con armas de fuego. Además de Mariano, otros compañeros heridos de bala. Entre ellos, Elsa Rodríguez, militante del Polo Obrero, quien recibió un tiro en la cabeza y salvó su vida de milagro.


El entramado político detrás del crimen de Mariano Ferreyra puso de manifiesto lo más reaccionario del kirchnerismo. Su respuesta inmediata fue la criminalización de los luchadores ferroviarios y la protección de la patota y de la Policía Federal que liberó la zona. Pedraza continuaba siendo invitado a los actos oficiales y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, lo aconsejaba sobre cómo operar para perpetuar su dominio en el gremio. Aníbal Fernández reivindicaba a la policía que había liberado la zona. Fue la movilización popular, inédita, sin precedentes, la que quebró las maniobras de impunidad iniciales, hizo retroceder las provocaciones y llevó a Pedraza y su patota al banquillo de los acusados y, finalmente, a la cárcel.


Los ´cuadernos de Centeno´ volvieron a echar luz sobre la relación espuria entre el Estado y los empresarios contratistas. Los que se llenaron los bolsillos con los subsidios del kirchnerismo son los mismos que hoy facturan negocios con el macrismo. Para la clase obrera, esa fiesta de los capitalistas ha significado un retroceso colosal en sus condiciones laborales. La precarización del trabajo, que alcanzó al 40% de la población trabajadora al final de los gobiernos K, no ha dejado de acentuarse.


Precarización, burocracia sindical, connivencia entre funcionarios y empresarios, complicidad policial… El crimen de Mariano tocó una fibra muy íntima del pueblo argentino, que se levantó para respaldar el reclamo de los trabajadores y repudiar a la patota de asesinos. En el activismo obrero y estudiantil, entre las organizaciones de derechos humanos y sociales, precipitó una delimitación de fondo con respecto al gobierno K, con el cual se abrió una brecha de sangre. Pero no fue la muerte de Mariano sino su lucha obrera y socialista la que reforzó la autoridad de la izquierda y el clasismo entre los trabajadores.


Con esas banderas, este sábado, volvemos a recordar a nuestro compañero y amigo.