Más de los economistas de Alberto

O la atracción de los polos (electorales)

Matías Kulfas es, según el diario La Nación, el economista que mejor expresa a Alberto Fernández. En un reportaje imperdible que le hizo el matutino en la edición del 27 de julio, el economista en cuestión afirmó de entrada que “hay que ir al superávit fiscal, pero de manera paulatina”. Se refiere, sin duda, al superávit después del pago de intereses de la deuda, porque el superávit primario -antes del pago de intereses- ya fue conseguido en el primer semestre de este año por el ajuste de Macri. Se trata de un ajuste monstruoso porque sólo en el primer semestre de este año el déficit, después del pago de intereses, fue de 287.000 millones de pesos. De modo que, por paulatino que sea el rumbo al superávit, estamos hablando de un ajuste que supera todo lo conocido, justamente para cumplir las metas del FMI.


Cuando se refiere al crecimiento, repite el libreto macrista. “Alberto tendrá un gran plan de desarrollo… en primer lugar, Vaca Muerta, que en unos años puede llegar a dar unos 20 a 40 mil millones de dólares de exportaciones adicionales al año”. Exactamente la carta exportadora y primarizadora macrista basada en los descomunales subsidios a la inversión en el fracking, que empezó Axel Kicillof junto a Miguel Galluccio, siguieron Juan José Aranguren y los suyos, y que estamos pagando con tarifazos dolarizados y por encima del precio internacional en boca de pozo. Eso y “la apuesta a otros sectores exportadores… porque eso resuelve la demanda de dólares que es muy significativa en la Argentina”. Le faltó aclarar que esa demanda es por fuga de capitales y por el repago de una deuda que está en un altísimo porcentaje, cercano al 80% en dólares, al igual que la deuda de las provincias. Es decir que pone toda la economía al servicio de conseguir los pesos y los dólares para el repago de la deuda, tanto privada como del FMI. Kulfas no puede ignorar que ahora mismo, el Fondo ha impuesto una recesión tal que equilibró la balanza comercial por el derrumbe de la demanda de insumos industriales. Ese es el camino de quienes no rompen con el organismo internacional que hoy maneja los hilos en la Argentina.


Cuando se adentra en los detalles del “plan de desarrollo”, rápido llega al “escenario macroeconómico favorable a la inversión mediante un tipo de cambio competitivo”. “En marzo había un dólar competitivo que hoy no hay”, completó Kulfas. Nadie puede negarle sintonía con las recurrentes declaraciones de Alberto Fernández en el sentido de una devaluación. El dólar “artificial o electoral”, que ha caracterizado Alberto Fernández para el precio de la moneda norteamericana estos días, tiene la función de mandar el mensaje cifrado a los mercados de que el ajuste empezará por una fuerte devaluación que sea el punto de partida de la desvalorización de la fuerza de trabajo y del total de los ingresos de la población.


Preguntado sobre la reforma laboral, no logra disimular el objetivo: “a lo mejor hay que revisar algunos convenios, hay que ver sector por sector, pero de ahí a una gran reforma laboral y eliminar el costo del despido, no. Eso va a generar muchos más problemas.” No hay dudas. El diferencial del peronismo es instrumentar la reforma laboral por la vía de los sindicatos, mediante convenios flexibles. ¿O no los han firmado ya en petroleros, lecheros, plásticos, ferroviarios, Smata con sus convenios por empresa, ceramistas de Cerro Negro y tantos otros? La diferencia entre el macrismo y el peronismo es el nivel de alineamiento de toda la burocracia sindical con los Fernández-Fernández-Massa, lo que llevó al liberal Guillermo Calvo a afirmar que, “curiosamente, el mejor gobierno para las medidas impopulares que vienen es el de Cristina”, que él descuenta que llevará adelante.


Luego define sin ambages el “contrato social de Cristina”: “Más que un congelamiento (de precios), un acuerdo… lo mismo, los salarios. Hay que subir el salario real de manera paulatina y con cautela para evitar saltos en el nivel de inflación”. Aquí coincide con Emmanuel Alvarez Agis, quien habló directamente de suspensión de paritarias, aunque Alberto haya hablado de “volver a las paritarias”. El pacto social post devaluación ataría a los sindicatos a un congelamiento de precios y salarios, donde, como siempre, el único que se cumple es el de salarios.


El gurú económico albertista, al igual que Kicillof, ofrece garantías de no volver al cepo, pero se despide de la nota con otra garantía fundamental. “Mejorar la tarifa social” para ser más cuidadosos con los sectores más pobres, las cooperativas y las Pymes. O sea ni un milímetro de revisión del “sendero” de dolarización de los contratos tarifarios y todo el esquema de privatización de la energía y el transporte que los distintos gobiernos capitalistas han mantenido y profundizado desde los ’90.


Mientras Alberto colecta votos con demagogias varias, sus economistas le hablan claro a los verdaderos mandantes de la democracia argentina, las distintas alas de la burguesía, el capital financiero internacional y las potencias imperialistas que respaldan a todos sus monopolios, hoy con un síndico nombrado para la quiebra: el FMI. El macrismo de todas estas definiciones de los nacionales y populares es indisimulable: los polos se atraen, porque disputan palmo a palmo el respaldo de la clase capitalista para la cual gobernarán, como se ha ocupado Cristina de decirlo cada 48 horas. “A capitalista no me ganará Macri”. El voto al FIT-Unidad es una vía de ruptura con todo el régimen del FMI, que prepara a los trabajadores para intervenir en la crisis como clase social autónoma de sus verdugos, lo cual supone romper con los políticos capitalistas y su burocracia sindical. Interesemos a todo el activismo de lucha para multiplicar el voto a la izquierda, concentrarlo en el FIT-Unidad y garantizarlo con miles de fiscales.