Políticas

28/6/2022

Mendoza y el genocidio de la miseria

Los accidentes a manos del fuego son una constante en las familias trabajadoras

Este lunes 27 de junio Mendoza amaneció con la noticia de la muerte de una niña de apenas cuatro años. Su precaria vivienda, ubicada en Alvear, se incendió y el fuego arrastró su vida, además provocó serias quemaduras a su madre. Hace apenas dos semanas ocurrió algo similar en Ciudad. La víctima en esa oportunidad tenía 10 años.

A fines del mes pasado el fuego alcanzó una vivienda en Guaymallén y esta vez dos ancianas y un anciano lograron salvar sus vidas, pero perdieron todo. En el municipio de Santa Rosa, un hecho similar, se cobró la vida de las mascotas del hogar. También por esa fecha una familia de Tunuyán perdió absolutamente todo, otra casa reducida a cenizas.

En el lapso de un mes y medio, con la llegada de las bajas temperaturas, los incendios de viviendas se han transformado en una constante: al menos una docena y media. El denominador común, generalmente, es que son viviendas precarias, construidas con materiales altamente inflamables y formas de calefacción inseguras. Un combo fatal. Pero no es fatalidad, se llama pobreza, y la pobreza mata.

Mendoza ostenta uno de los niveles de pobreza más altos del país, al igual que los de desocupación. El gobierno provincial del radical Rodolfo Suárez no tiene absolutamente ningún plan de asistencia social, por el contrario, mantiene un esquema de gasto fiscal concentrado en el sostenimiento de la rentabilidad de los grupos económicos que dominan la provincia.

Los incendios son una forma brutal en la que pierden la vida los sectores humildes, pero el hambre está produciendo un genocidio lento y silencioso.

Según el Indec el 60% de los menores de 18 años está en situación de pobreza. Para hablar claro, esto significa que viven en hogares donde el ingreso no alcanza para tener una alimentación mínima básica. En el caso de los menores de dos años esta desnutrición tiene impactos irreversibles.

La única línea de resistencia son los comedores populares de las organizaciones piqueteras. Solo el Polo Obrero sostiene más de 150 comedores y 70 merenderos que asisten a aproximadamente 30 mil niños, adultos y ancianos. Durante los tres primeros meses de cuarentena repartieron medio millón de raciones de alimentos. La lucha por sobrevivir crece y adopta su forma en el movimiento piquetero. Esto explica su crecimiento en masividad, extensión y organización.

Por el pan, por el trabajo y por la vida

Estos días vemos como tanto el gobierno nacional como provincial han lanzado un fuerte ataque contra el movimiento piquetero. Se trata de destruir la organización popular que crece desde cada barrio humilde. Los ataques no se privan de ningún epíteto ni recurso, como el despido ilegal arbitrario del dirigente de la Unidad Piquetera Martín Rodríguez.

Buscan invertir las cargas, pues los victimarios, los responsables de haber gobernado la Nación y la Provincia alternadamente en las últimas décadas, son los responsables de la situación que vivimos. El pueblo trabajador es la víctima de una clase social que vive parasitando los fondos públicos, mediante los Bonarrico, los que se roban terrenos o los que se fugan los fondos de subsidios, como Pescarmona, los que reciben millones de ayudas estatales cuando sobra vino o cuando falta, los que se beneficiaron con la fraudulenta venta de los bancos provinciales que recién estamos terminando de pagar y la lista sigue y sigue.

Su objetivo es claro: que el movimiento obrero y los sectores medios no se “piquetericen”. Que no intervengan los trabajadores colocando su propia agenda en unidad con el movimiento piquetero. Juntos son un problema que pone en aprietos la gobernabilidad, la contención.

Necesitamos alumbrar una salida de fondo, partiendo de los reclamos que apuntalen la necesidad de una transformación social profunda. Esto es lo que planteamos desde el Frente de Izquierda, un desafío de características históricas que lejos está de ser fácil, buscamos ser el canal para un agrupamiento de todos los sectores populares bajo la dirección de la clase obrera. Necesitamos construir esta alternativa por el trabajo, el salario, la vivienda, la salud y la educación; pero sobre todo para escribir una nueva historia, la de los que luchan por sobrevivir, la de los que generan las riquezas.