Políticas

3/12/1998|610

Menem pinochetista

El sociólogo-economista Gui­do Di Telia calificó de “desubica- dos” a los jueces británicos que fallaron contra Pinochet. La falta de los lores habría sido no com­prender las necesidades de la transición chilena.


El ex funcionario de Isabelita y coautor del canallesco Rodrigazo pretende curarse en salud, porque la transición argentina no tiene nada que envidiarle a la trasandina en materia de compli­cidad con los criminales e impu­nidad de los crímenes. El social- cristiano Di Telia defiende los mismos intereses ‘democráti­cos’ de la coalición socialista- cristiana de Chile, la de los privatizadores, grandes capitalistas y comisionistas del capital extran­jero. Para el ministro argentino se debió aceptar la tesis de la defensa de Pinochet, que aseguró que incluso Hitler habría debido ser sobreseído de acuerdo con la ley británica de impunidad para los jefes de Estado.


Di Telia no vacila en denun­ciar al Estado británico, algo que jamás hace cuando se trata de Malvinas. No hay contradicción en esto, porque en definitiva Di Telia es tan partidario del domi­nio inglés en Malvinas como el propio Pinochet. No sólo el geno­cida sino también el gobierno chi­leno actual y el conjunto de la gran burguesía chilena son hosti­les a la soberanía argentina en Malvinas.


La democracia en Chile sólo puede salir beneficiada con una condena a Pinochet, como ya la está beneficiando su detención. Han quedado más expuestos que nunca los crímenes de la dictadu­ra y la complicidad de los demó­cratas con sus predecesores. Ha quedado más expuesta que nunca la iniquidad del régimen político chileno regido por la constitución pinochetista de 1980. Ha quedado expuesta la cobardía insanable de la democracia capitalista y de la pequeña burguesía. La nueva ge­neración chilena ha cobrado una mayor conciencia acerca de su pa­sado histórico. La camarilla mili­tar es impotente para imponer una salida violenta, ya que des­ataría una sublevación popular. Cuando el momento para golpear es el mejor para imponer las rei­vindicaciones de la democracia política, los demócratas de Chile y de Argentina se alinean con los genocidas contra el pueblo.