Políticas

23/8/2016

Mientras la Iglesia protege abusadores, Aguer dispara contra la sexualidad libre

Morbosa editorial del obispo platense se despacha contra “la fornicación, el sexo antes del matrimonio”.


El obispo platense Héctor Rubén Aguer, expresión de las ideas más retrógradas dentro de la retrógrada Iglesia católica, se despachó con un artículo que bien podría integrar una antología de los textos más oscurantistas de esa institución.


 


Titulado “La fornicación” y publicado en el diario El Día, de La Plata, Aguer reivindica el significado del término: “tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”.


 


Luego, dictamina normas respecto a la sexualidad que serían desopilantes si no provinieran de la misma iglesia que protege a curas abusadores de niños, que condena a las mujeres a la muerte mediante la prohibición del aborto –y que realiza lobby para que los Estados no lo legalicen– y que promueve la expansión del SIDA y otras enfermedades debido a su negación del uso del preservativo.


 


Esta iglesia se cree con el derecho de promover la restricción de la libre sexualidad.


 


El cura Aguer condena el reparto de preservativos durante los últimos Juegos Olímpicos y, con morbo, asume que los profilácticos repartidos por persona provocarían una reacción de “¡a coger atléticamente!” (sic), en lugar de mantener la abstinencia.


 


Aguer aclara que el término “coger” es usado para resaltar su supuesta “animalidad”. A pesar de que su condición sacerdotal le impediría la práctica sexual –una norma antinatural de las tantas que promueve la Iglesia católica–, el cura Aguer avanza sobre las prácticas eróticas: condena el “petting”, vocablo inglés usado para el común e inocente “franeleo”, aunque, por el contexto en que lo cita, el obispo lo equipara al sexo oral.


 


No está de más recordar que el cura Aguer es un viejo conocido de las ideas de la reacción ultramontana. Un oscurantista que señaló en cada oportunidad que tuvo su oposición a la influencia del marxismo sobre las consciencias de las personas sin que esto impidiera que pagara un millón de pesos de fianza del corrupto banquero Francisco Trusso, condenado por la justicia por estafar a 21 mil ahorristas del Banco Provincia.


 


A la hora de defender a corruptos, violadores y poderosos, la Iglesia no pone objeción alguna. Sí se le sale la cadena cuando se ocupa de evaluar las prácticas eróticas con las que se relaciona la humanidad.   


 


La Iglesia de Grassi, condenado por violar menores en su Fundación Felices los Niños o que quebró diócesis enteras en los Estados Unidos por las condenas de los juicios de las víctimas de los predadores sacerdotales, no está autorizada a dictaminar nada sobre la sexualidad humana.


 


Su opinión –surgida de las usinas del Vaticano, un Estado teocrático y monárquico en el que vive una mayoría de hombres que, supuestamente, repudian las prácticas sexuales pero ampara a sus integrantes pederastas– no tiene valor alguno.


 


Estas oscurantistas opiniones eclesiásticas deben ser combatidas mediante la reivindicación de la necesidad de educación sexual y científica en todos los niveles de la enseñanza, el reparto de preservativos a toda la sociedad, en particular a su juventud, y la legalización del aborto gratuito y seguro para que las mujeres dejen de morir por esta causa.