Políticas

11/12/2008|1067

Miguel Bonasso, patético

¿Hay algo más abominable que el veto de la Presidenta a la ley de protección de los glaciares que el Congreso había votado por unanimidad en la primera instancia? Sí.

Más abominable es la actitud de Miguel Bonasso, autor del proyecto, que escribe un interminable rezongo en el diario Crítica (7/12) con la única finalidad de justificar su continua adhesión al gobierno, con el argumento más hipócrita que se pueda imaginar, a saber, que “el debate seguirá fuera y dentro del ámbito parlamentario, porque nos guía el convencimiento de que la inmensa mayoría de la sociedad ya votó…”. Ni una palabra, entonces, para denunciar al gobierno del matrimonio K como una agencia de las mineras internacionales, irrevocablemente incompatible con cualquier pretensión de autonomía nacional.

En esa línea de cinismo especial que cultiva el ‘progresismo’, no solamente en Argentina, saluda a los diputados que mantuvieron su voto al requerirse la insistencia para anular el veto presidencial, pero no condena al bloque oficial por haber cambiado su voto para plegarse a la presión de las mineras, ni condena a su jefe parlamentario y a su jefe político, Néstor K, por haber ejercido las presiones non sanctas de estos casos, para doblegar a los que invocan la representación popular.

Bonasso escribe su perorata para que los lectores no saquen las ‘peligrosas’ conclusiones del caso, o sea de que el gobierno kirchnerista es proimperialista. Ocupa el espacio para repartir agradecimientos, como un mendigo, a los que mantuvieron el voto, pensando en alianzas electorales próximas, para que no quede ningún lugar en su texto para la denuncia de la naturaleza antinacional del gobierno que él apoya. Hace la ‘crónica’ de una insistencia, para no tener que explicar las razones del veto a la protección de los glaciares y denunciar la sumisión de los que votaron por esa protección en la primera ronda y no lo hicieron en la segunda. El ‘debate’, sea ‘adentro o afuera del parlamento’, es la excusa de conveniencia de Bonasso para encubrir políticamente a su mandante, una ‘paciencia’ que sorprende en este otrora ‘apresurado’.