Políticas

16/4/2009|1079

Monocultivo de soja: El peor de todos

El monocultivo (la no rotación de cultivos en el suelo) provoca una adaptación de las plagas a los cultivos. En líneas generales, los monocultivos generan una disminución de la materia orgánica. Esto lleva en el mediano plazo a un agotamiento de los suelos y a su inutilización por grandes períodos. El monocultivo de eucaliptus, explotado para la industria papelera, genera impresionantes sequías por la cantidad de agua que absorben estos árboles. Su opuesto, la deforestación, provoca enormes inundaciones como las vistas en Tartagal.

Básicamente, cualquier monocultivo tiene alcances negativos. “En el caso de la agricultura, la especialización, en general, se traduce en un mayor requerimiento de insumos y en ciertos desequilibrios ecológicos, por ejemplo, mayor presión de plagas, incidencia de enfermedades (…) mayor riesgo por contaminación con plaguicidas, etc.” (“Impacto del Monocultivo de Soja”, Inta).

Los especialitas en el tema ligados a los empresarios del campo opinan que “armar una estrategia de rotaciones que contemple los mejores conceptos agronómicos, se aleja de la realidad” (López Anido, asesor en el norte en Clarín Rural, 28/3) y concluyen en el mismo sentido: “Está claro que el monocultivo de soja no es la mejor estrategia aunque en estas circunstancias será (…) la única disponible” (ídem).

En estas afirmaciones existe poco de análisis sobre las verdaderas consecuencias de este negocio que nadie se anima a abandonar, ya que con retenciones o sin ellas sigue otorgando rentas inmensas.

Algunos datos para comprender el desastre del monocultivo de la soja:

Una investigación del Inta del año 2001 sobre el impacto de la soja analiza algunas variables importantes a tener en cuenta: la disminución de materia orgánica, el consumo de agua y su rendimiento. En el primer caso, la disminución de materia orgánica es siete veces mayor en los monocultivos de soja que en aquellos cultivos en los que se rota con sorgo (14.000 contra 2.000 kg/ha, en el período 83/94). Detrás de la soja, se ubica el monocultivo de maní y le sigue el girasol con un desperdicio de 6.000 kg/ha en sus monocultivos, en el mismo período. Respecto al consumo de agua, el estudio analiza que, con casi la misma cantidad de agua consumida (500 mm como promedio de las campañas 96/97 y 98/99), el rendimiento de la soja monocultivada es de 2.760 kg/ha mientras que si se rota con maíz el mismo sería de 3.478 kg/ha. Otro dato arroja que, en un promedio de cinco campañas (91/92 95/96), la rotación con sorgo aumenta en un 32% el rendimiento de la soja. “El alarmante aumento de los problemas sanitarios en el cultivo de la soja se debe en gran medida a la falta de rotaciones de cultivos; también es escasa la diversificación de cultivares en la región pampeana central. Si los productores, técnicos e investigadores no toman conciencia y brindan soluciones a éstos problemas, las pérdidas producidas por enfermedades continuarán siendo cada vez más graves” (“Enfermedades de la Soja”, Revista Idia XXI, dic. 2002)

Los empresarios del campo conocen estos datos mejor que nadie y analizan que si la soja ronda los 910 pesos la tonelada (7,7% más que hace un año), el sorgo 320 pesos (27,27% menos que el mismo período de 2008) y el maíz 400 pesos por tonelada (23,37% menos que el año anterior), las charlas sobre las rotaciones quedan automáticamente fuera de las discusiones. Sencillamente, la planificación del suelo va en sentido contrario con sus aspiraciones de rentas extraordinarias. Todo se trata en extraerle a un bien que debería ser público lo mayor posible, ahora.

Para los patrones del agro, la soja se convirtió hace tiempo en un bien demasiado preciado. El monocultivo de la soja que sufre las consecuencias de las plagas tiene su dios protector, Monsanto, que se encarga de modificar la soja para que resista cada vez más los agrotóxicos. Según el ex-presidente de Prosoja, “las perspectivas sobre los nuevos eventos transgénicos son amplias, resistencia a las plagas (…) pero por el momento no se observa un elemento tan potente como la resistencia al glifosato” (Revista Idia XXI, dic. 2002).

La toxicidad de los suelos impide la realización de cualquier tipo de cultivo posterior, incluso el de la propia soja.

Los procesos de rotación de cultivos tal cual están pensados están muy lejos de solucionar los verdaderos problemas de los trabajadores del campo, pero sobre todas las cosas jamás serán impulsados por los patrones agrarios. El capitalismo es la esencia de este modelo perverso del campo. La planificación social de los suelos, su optimización con criterios ecológicos, económicos y sociales sólo puede ser impulsado por sus trabajadores.

Sin dudas, los intereses de este sector de la burguesía les impiden contemplar las consecuencias sociales y productivas del monocultivo de la soja. Porque si bien la soja resiste el glifosato, no ocurre lo mismo con los trabajadores del campo que mueren de cáncer por el contacto directo o por la contaminación de las napas con los agrotóxicos. También existe una tasa de mortalidad al nacer, abortos espontáneos y malformaciones en constante crecimiento a causa de la utilización de estos productos. La patronal agraria es la principal empleadora en negro y con regímenes de máxima flexibilización.

Por eso planteamos la nacionalización del comercio exterior, de los monopolios de insumos, de la banca y de los monopolios procesadores de los productos del campo, la expropiación sin pago de las grandes propiedades y el gran capital agrario, facilitando su explotación pública bajo el control de los trabajadores del campo. Por la derogación del estatuto del peón rural, que el regimen de salario sea discutido en asambleas de base. Por un plan de producción agropecuaria que garantice la alimentación del pueblo trabajador y preserve los recursos naturales.

Cecilia Pastela