Políticas

7/10/2004|871

Monsanto cobrará regalías sobre las semillas

El pulpo agroquímico Monsanto puso en evidencia las limitaciones del “nacionalismo” del gobierno y de la burguesía argentina, al conseguir el pago de regalías por la utilización de la semilla de soja RR. desarrollada técnicamente por él. Amenazó incluso, para ello, con accionar sobre los embarques en los puertos de destino. 


Ya lo ha hecho con Brasil, donde la soja RR no está autorizada para la siembra: embargó la bodega de un buque sojero en el puerto de Rotterdam, solicitando 7 dólares por cada tonelada. 


Con Argentina pretende ser más “benévolo": sólo habla de 2 a 3 dólares. Aquí el negocio del glifbsato (herbicida), pese a la importante competencia del producto chino, es el principal rubro de ingresos de Monsanto en el país (175 millones de dólares anuales). Por cada dólar/tonelada que se le reconozca, Monsanto embolsará 34 millones. 


El negocio de Monsanto 


Según el Instituto Nacional de Semillas (Inase), en Argentina, anualmente, el negocio de las semillas ronda los 900/1.000 millones de dólares. Esta cifra habla por sí sola de !a importancia que tiene. 


Las principales empresas, de las más de treinta inscriptas como productoras de semillas, son escasamente seis. Todas multinacionales, como por ejemplo Monsanto (Dekalb), Cargill, Syngenta, Pioneer, Nidera y Dow Agrosciences. El resto son criaderos cooperativos, unifamiliares y de universidades u otros organismos estatales. Estas empresas principales no sólo están presentes en el mercado de las semillas, sino que también comercializan agroquimicos, fertilizantes, y en algunos casos acopian y exportan la producción granffera. 


Cómo se aseguran el negocio 


El patentamiento viene de la mano de la obtención variedades genéticamente modificadas (OGM). EE.UU. presiona desde hace años al gobierno argentino para la implementación de la ley de patentes. Las semillas están incluidas en el registro de variedades vegetales y la propiedad es patrimonio de las empresas que la inscribe. En EE.UU. y Canadá las empresas Monsanto, Cargill, etc., tienen un ejército de inspectores revisando los cultivos, y en donde detectan sus productos y no se puede demostrar la compra de la simiente, inician juicios que siempre resultan ser muy onerosos, desalentando el uso de semilla en “bolsa blanca”. 


En Argentina estamos en los comienzos de esta situación. A principios del 2004, Monsanto, dueño de la variedad de soja RR (OGM), con resistencia al herbicida Round-up, anunció que se retiraba del mercado de la semilla de soja por la alta utilización de semilla que los propios productores guardaban tras la cosecha (bolsa blanca). Se dice que sólo el 20% de las 13.500.000 hectáreas sembradas en el 2003 utilizó semillas originales. Las empresas semilleras pusieron el grito en el délo, pero lo real es que con la compra original el productor ya resarció con creces las voraces ancas de los Monsanto y Cía. 


La soja y el trigo son especies autógamas (se fertilizan por sí solas, su propio polen fertiliza sus flores) y por lo tanto una vez que uno compra semilla de una variedad toda la descendencia -o sea, todos los granos que se obtienen de ese grano original comprado- tienen idénticas características y I pueden usarse como semillas. 


En cambio, con los híbridos (cruzamientos de dos líneas o variedades distintas en que la flor de una es fertilizada por el polen de otra) los granos obtenidos expresan el potencial del cruzamiento, pero no lo transmiten a la descendencia, por lo que no se las puede usar como semilla, si uno busca reproducir características similares a las de la semilla original. 


Si bien el cultivo de mayor superficie sembrada es la soja, el maíz es un híbrido y por ende es el principal negocio en el mercado de los semilleros. Desde que la agricultura se practica en el mundo, esta ha sido la modalidad más frecuente para realizar los nuevos sembrados: guardar granos para semilla.