Políticas

13/4/1993|387

“Nacionales” y extranjeros desguazan YPF

El remate de “lo que queda” de YPF ha desatado una enorme puja. Esto no debería sorprender, porque aún después de haber cedido la mayoría de las áreas centrales y secundarias a los petroleros privados, YPF todavía cuenta con más de la mitad de las reservas de petróleo del país, el 80% de las reservas de gas, el 80% de la refinación y el 60% de la comercialización de combustibles y es, además, el primer exportador del país.


Pero cuando se conoció que el presidente de YPF, por instrucción de Menem, estaba negociando con el First Boston y Merril Lynch la venta anticipada de las acciones de la petrolera estatal, por una suma estimada en 2.500 millones de dólares, la puja se transformó en verdadera guerra. Los representantes del First Boston son el condecorado ex-secretario del Tesoro norteamericano de Bush, David Mulford, y el inefable Krieger Vasena, ministro de Economía de la dictadura de Onganía…


Para el Boston y Merryl Lynch se trata de un excelente negocio. Pueden comprar el 50% del paquete accionario de YPF en 2.500 millones de dólares, cuando está valuado entre 8.000 y 12.000 millones de dólares, para luego revenderlo. Por esta compra anticipada, “levantarán” una suculenta “comisión del 1%, con un premio adicional del 5 al 10% en caso de que vendan las acciones por encima de los 2.500 millones de billetes verdes” (Clarín, 14/3). El Boston puede llegar a alzarse, por lo tanto, con comisiones que oscilarían entre los 300 y 500 millones de dólares.


La entrega de las acciones de YPF al Boston-Lynch en exclusividad, desató una “guerra bancaria”. Según “Ambito Financiero” (2/4), la propuesta de Menem-Estenssoro “ingresó en una zona gris a partir del clima negativo que la designación del First Boston para liderar la operación generó entre los restantes bancos de inversión de Nueva York”.


Pero aún más importante que el negocio de colocación del paquete accionario, es que la entrega habrá de significar el compamiento integral de YPF por uno o dos pulpos privados. El Boston-Lynch “podría optar después por el camino más cómodo, que sería —en un verdadero cambio de estrategia privatizadora— negociar la colocación del paquete entre tres o cuatro accionistas”, lo que “transformará a YPF en una empresa tan dominante en el mercado, como hasta ahora, pero en manos privadas” (El Cronista, 23/3).


Esta perspectiva “provoca escalofríos en las privadas nacionales” (ídem), es decir en Pérez Companc, Bridas, Astra, etc. “Los influyentes integrantes de la Cámara de Empresas Petroleras Argentinas —CEPA— pidieron una entrevista urgente con Domingo Cavallo para cuestionar la iniciativa”, admitió “Clarín” (17/3). El temor de la CEPA es que se los desaloje del negocio privatizador, primero, y luego, del propio negocio petrolero.


Para los de Pérez Companc y cía. lo conveniente sería ir vendiendo los activos de YPF en partes, impidiendo que pase al control de una multinacional. “Achicar y dividir es la solución”, según Luis Rey, de Pluspetrol (El Cronista, 5/4). Para estos pulpos “nacionales”, YPF debe concentrarse en la exploración (descubrir nuevas reservas), que es lo más costoso e incierto para luego transferir los descubrimientos al sector privado. Lo real es que las reservas petroleras alcanzan sólo para ocho años de producción (las más bajas del siglo) y los Pérez Companc y cía. no invierten en exploración sino en el más jugoso negocio de seguir sacando el petróleo descubierto por YPF en las áreas centrales que les cedió.


La propuesta de los “nacionales” es que YPF se desprenda ahora de los yacimientos de gas, una medida que comenzó a instrumentar la secretaría de Energía “obedeciendo a fortísimas presiones recibidas desde el sector privado” (El Cronista, 5/4). El secretario de Energía le presentó a Cavallo un decreto para transferir “cinco yacimientos gasíferos de la cuenca neuquina, que cuentan en total con reservas equivalentes a las de Loma de la Lata”, algo “que no cuenta con el visto bueno del presidente de YPF, José Estenssoro” (ídem). Además de quedarse con reservas comprobadas de gas, “los nacionales” saben que “el precio del gas natural va a aumentar tras la desregulación del valor en boca de pozo, prevista para junio de 1994” (Daniel Montamat, ex-presidente de YPF, en Ambito Financiero, 30/3).


No estaría descartado que el gobierno les entregue esos yacimientos a “los nacionales” y proceda al mismo tiempo a vender anticipadamente las acciones de YPF a los pulpos extranjeros. Tanto la solución “nacional” como la extranjera significan la completa liquidación, desguace y entrega de YPF.


A quién rescatan


Este remate de YPF se hace con el argumento de rescatar los bonos de los jubilados; en su momento se dijo lo mismo de la privatización de ENTel. Pero los Bocones no están ya con los jubilados sino con los especuladores y bancos que compraron esos Bocones a la mitad, o menos aún de su valor. Incluso si algún jubilado guardó los Bocones, a lo sumo recibirá un 75% del valor original que le entregaron. Si el jubilado pierde así un 25%, el banquero ganará ese porcentaje ya que los Bocones en su poder los compró a 50. Es un negocio para los banqueros, no para los jubilados.


Pero el gobierno apela también a esta venta adelantada y apresurada de YPF, por la simple razón de que ni las cuentas fiscales ni las cambiarias le alcanzan para pagar los intereses de la deuda pública y las amortizaciones de capital, o para poner lo que haga falta para financiar un déficit de 8.000 millones de dólares con el exterior. Aunque Cavallo dice que el dólar y el peso son equivalentes, necesita dólares para financiar los descomunales desequilibrios monetarios generados por su “plan”. La conclusión es que además de una mala venta y de la pérdida de un capital rentable, la entrega de YPF será una descapitalización de recursos sin precedentes. Dicho en lenguaje “liberal” se cambia capital por consumo, es decir se descapitaliza a la economía nacional.