Políticas

12/4/2012|1217

Nacionales y populares, dos décadas rifando el petróleo

El neuquino Sapag anticipó, en “relación con el futuro de YPF”, que el gobierno nacional anunciará la formación de una “empresa mixta y con participación de las provincias en el directorio”, además de “un gerenciamiento muy profesional” dirigido “a alentar la inversión privada” (Página/12, 11/4). Una interpretación de este adelanto es que el Estado compraría las acciones de YPF al grupo Ezkenazi. Otra variante sería que se expropie a YPF por medio de una ley especial, la que determinaría la valuación de la empresa para fijar la indemnización. La ‘empresa mixta’ resultaría de una posterior asociación de capitales privados, o de una colocación en la Bolsa de la mitad de las acciones expropiadas, para que puedan ser adquiridas por fondos de inversiones según el modelo de la actual Petrobras, o del que quiso imponer, a principios de los ’90, el fallecido presidente de YPF José Estenssoro. En las dos últimas alternativas, el operativo contemplaría un aumento sustancial en el precio del petróleo y del gas en boca de pozo. Esto es lo que estaría estudiando el camporista Kiciloff, según informa el diario La Nación (25/3).

El anuncio tendría que contemplar las posiciones de las provincias de ingresar a la torta petrolera -o sea que estén incluidas en la parte estatal de “la empresa mixta”.

Mientras tanto, diversas áreas retiradas a YPF serían licitadas entre ‘amigos’ del gobierno -como los ‘petroleros’ Cristóbal López y Lázaro Báez, entre otros- como parte de otras tantas “empresas mixtas” a nivel provincial.

Para financiar la “expropiación” parcial o total de YPF, el gobierno volverá a echar mano del dinero de la Anses.

Una estatización de YPF, apoyada en la financiación del capital financiero internacional, representa una tentativa tardía de recuperación de la capacidad energética, en el marco la crisis mundial imperante. A diferencia de Brasil hace más de dos décadas, Argentina no tiene fondos propios para impulsar el proyecto. Además, debuta con conflictos con el capital petrolero, como sería en este caso Repsol, cuya mayoría accionaria (como también ocurre con Petrobras) está en manos de fondos anglo/norteamericanos. Los bolsillos de la Anses no tienen la ‘profundidad’ de los del Banco de Desarrollo de Brasil, el que también se financia a costa de los jubilados hermanos. Los K enfrentan, además, una salida de capitales sin precedentes.

Ni siquiera esto alcanzaría como ‘anzuelo’ para el capital privado, que mira con codicia las aguas territoriales de Malvinas y del Atlántico Sur. Cualquier ‘mezcla’ de intereses con el capital internacional en una ‘sociedad mixta’ tendrá alcances sobre la política exterior de Argentina. La diplomacia brasileña está jugando un rol fundamental para ‘reconciliar’ a los K con los ingleses.

Los fondos internacionales no financiarían un ‘proyecto nacional’, sino uno que profundice la matriz extractiva-exportadora sin restricciones a la remisión de utilidades al exterior. Esto significa, desde cualquier punto de vista, la dolarización de la economía argentina -resultado inevitable de una igualación del precio interno del petróleo con el internacional. Sería el repicar de las campanas para la débil industria nacional. El aumento constante que se manifiesta en naftas y gas oil está liquidando la capacidad de subsidios con los que el gobierno ha estado compensando a los usuarios industriales y agrarios. Después de rifar la riqueza petrolera de Argentina y vaciar sus yacimientos, los K quieren salir del embrollo en forma improvisada y a las patadas. El resultado final no sería otro que un ‘rodrigazo’ a la enésima potencia, en alusión al recontra aumento del 400% que anunció, hace casi cuarenta años, Isabel Perón -también en el marco de un plan de ‘argentinización’ de la economía.

Estamos muy lejos de una ‘profundización del modelo’ y mucho más cerca de un colapso económico, seguido de un viraje de 180º.

Reiteramos nuestra posición: por la nacionalización sin pago de la industria petrolera, bajo la dirección de los trabajadores, en el marco de una reconstrucción socialista del país.