Políticas

16/8/2007|1005

Negocios, mentiras y guerras palaciegas


Más que una valija, fue una caja de Pandora: “abrió una grieta repentina” en “la cálida relación” entre Chávez y la Argentina y dejó a los Kirchner “conteniendo un daño potencial” a la candidatura de Cristina (New York Times, 14/8).


El escándalo sacó del secreto una de las actividades más “reservadas” del kircherismo: la “diplomacia paralela”, de Claudio Uberti, “el promotor clave de toda relación pública y privada entre la Argentina y Venezuela” (La Nación, 12/8). Acumuló 37 vuelos en el año, y su secretaria, una santacruceña “cercana a Chávez”, otros tantos.


Todos los pasajeros argentinos dependían de De Vido, “virtual canciller con Venezuela”; pero Uberti tenía vuelo propio con Kirchner. Entre “el manejo de los millonarios negocios con Venezuela” se destaca “la posibilidad de que PDVSA respalde la compra del 25% de las acciones de Repsol en las que está empeñada la familia Eskenazi, dueña del Banco de Santa Cruz, que podría incluir la participación de Enarsa” (La Nación, 9/8). Uberti fue uno de los dos cajeros de la campaña que sentó a K en la Rosada, según la viuda de un empresario pesquero asesinado a poco de prometer difundir aportes ilegales y aprietes de esa campaña. El cargo formal de Uberti, titular del organismo que controla las rutas concesionadas, le habilitó un presupuesto de 900 millones al año. La renuncia a ese puesto, fue pedida “a los gritos” por Cristina, “que se tendrá que enojar en público y distanciarse de las correrías oficiales más allá de los trascendidos, si no quiere estrellarse”, según le recomienda La Nación (12/8).


¿Por qué sólo se despidió a Uberti? Según Clarín, porque subió a los venezolanos para sorpresa de Exequiel Espinosa, titular de Enarsa. Pero Enarsa y Espinosa están “en el ojo de la tormenta” (La Nación, 10/8). Aunque Alberto Fernández lo desmienta -“Seguirá en su cargo. No tiene nada que ver con este tema”-, una alta fuente del gobierno dice: “Si los argentinos sabían a qué venía Antonini, ninguno puede alegar desconocimiento de la valija, su contenido y su destino” (El Cronista, 13/8). Los K “comienzan a recordar que Espinosa trabajó en los 90 en Venezuela para YPF Maxus y que estableció muchos vínculos con el sector petrolero”, cuando transformaron a YPF en una sociedad anónima, antes de la llegada de Chávez (ídem). Su padrino es Cristóbal López, testaferro de Kirchner, empresario del juego y dueño de la petrolera Oil M&S. Hicieron buenos negocios: cuando López era secretario de Energía de Chubut.


Durante cuatro días, el gobierno intentó ocultar el hallazgo de la valija y “resguardar la identidad de los pasajeros”. La Justicia intervino “luego de que la prensa difundió la noticia” (La Nación, 10/8). Chávez juró que no había funcionarios suyos. Falso: había dos ejecutivos y el hijo de uno de los vicepresidentes de PDVSA y titular de la petrolera en Argentina, Diego Uzcategui Matheus. Otra viajera, Ruth Behrreense, funcionaria de PDVSA Uruguay, ya renunció.


Si Kirchner esperaba “un gesto fuerte de Chávez” y el despido de Uzcategui, se defraudó. Alberto Fernández exigió que PDVSA aclare “por qué subió al avión” a Antonini, “qué venía a hacer a la Argentina, de dónde venía ese dinero y a dónde iba”. Repudió la “intencionalidad clara de aprovechar políticamente en un momento electoral”. En Caracas rehusaron “asumir la culpa por irregularidades de ciudadanos y trabajadores de empresas estatales venezolanas”. Pero el procurador pidió precisiones a su par argentino, “para determinar si era pertinente abrir una investigación”, y el vicepresidente segundo del Congreso, Roberto Hernández acusó a Antonini de “delincuente” y a los funcionarios de PDVSA de “cómplices”. Los antichavistas juran que en el avión había un pasajero más, un teniente coronel “cuya función era custodiar el dinero”, cónyuge de la jefa de Aduanas de Maiquetía, que habría dejado salir la valija. Esto lo dijo a La Nación “una voz venezolana con buenos vínculos en la oposición caraqueña, las FF.AA venezolanas y, también, en EE. UU., que acusa a Antonini de ser una mula empresaria de fondos para un juego político más serio, complejo y profundo de lo que se imagina” (La Nación, 13/8). Si la presencia del militar se confirma, “habla de una enorme red de seguridad y secreto al que no son ajenos ninguno de los dos gobiernos” (Clarín, 14/8)


El kirchnerismo balbuceó que sus hombres fueron “sorprendidos en su buena fe”. Pero “altos funcionarios evaluaron la posibilidad de que haya existido la gestión de poderosos servicios de inteligencia extranjeros con buena información sobre los manejos aeroportuarios”. Morales Solá cuenta que “no hubo un héroe solitario en el aeropuerto (…) se interpuso una delegación de cinco o seis funcionarios de la Aduana que esperaban ese vuelo. Esto es: sabían que ese avión no era bueno ni mucho menos inocente. ¿Quién, con el poder suficiente, lo delató?” (La Nación, 12/8).


Soldado que escapa…


“Llévense el dinero: yo soy un soldado, no me van a sacar de dónde viene el dinero ni hacia dónde va” (Clarín, 10/8), dicen que dijo Alejandro Antonini Wilson. Y dejó el país en 24 horas, sin retirar la mitad del dinero, algo posible porque la jueza María Novatti “decidió no abrir una causa” e indicó que tramitaran la cuestión “como una infracción aduanera”. Si el hecho se hubiese revelado enseguida, se habría hundido la visita de Chávez dos días después, y hasta la compra de deuda argentina por parte de Venezuela.


“Si se hubiera caratulado el caso como contrabando o lavado de dinero hubiera quedado detenido” y tal vez explicado soldado de quién era (Ambito Financiero, 9/8). El lunes 6, la Aduana dio intervención a la Unidad de Investigación Financiera (UIF), que persigue el lavado de dinero. Entonces Novatti abrió una causa por contrabando y se excusó. Su sucesor, Diego Zysman, hizo lo propio. Nadie quiere agarrar la papa caliente, con excepción de la fiscal, tal vez aturdida por las contradicciones. Según la Aduana, Antonini ni chistó cuando lo agarraron ‘in fraganti’, y los argentinos se habían ido. Según la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), Antonini mintió. Dicen que Uberti -¿no estaba lejos?- amenazó a los aduaneros, quiso incluir la valija en su equipaje y nombró a De Vido. Y que el valijero “intentó sobornar a los empleados”. Verbitsky sugiere que la Aduana se avino y la PSA no. La Aduana y PSA “luchan por espacios de control en las estaciones aéreas hace más de un año” (La Nación, 14/8)” y “la feroz interna impide saber qué pasó exactamente” (Clarín, 12/8).


La Aduana no tiene cámaras en esa zona, no incluyó testigos en las actas, no nombra a Uzcateguy. La Aduana y la Justicia “vienen haciendo todo lo posible para acumular fallas en la causa y los intereses políticos son muy fuertes para abrigar esperanza” (La Nación, 14/8). Los “errores” no sólo benefician al “soldado”, que tiene pedida la captura internacional: hay una denuncia por presunto lavado de dinero, encubrimiento y soborno trasnacional contra todos los pasajeros.


“¿Cómo fue que un vuelo en que viajaban tres funcionarios pasó por los controles aduaneros, un trámite que muchas veces por cortesía se evita?”, pregunta Clarín, y cuenta que el jefe de la Aduana tuvo después “un durísimo intercambio de opiniones” con su personal. La Aduana sabe ser descortés: en diciembre “descubrió” 500.000 euros de tres ejecutivos de la empresa Cirsa, la de los casinos flotantes. El apriete sirvió para obligar a Cirsa a asociarse con Cristóbal López, algo que éste codiciaba hace rato.


Antonini -radicado en Miami, dio como domicilio una empresa de los Yabrán- ingresó doce veces al país en un año. El superintendente venezolano de Administración Aduanera dice que tiene “altas inversiones con PDVSA”, lo que fue desmentido. Chávez lo acusó de antichavista. Los antichavistas dicen “es conocida su cercanía con quienes manejan las finanzas públicas”. Antonini, ligado a la venta de armas, (Ambito Financiero, 13/8) integró una delegación oficial venezolana en Uruguay. De todos modos, las empresas con las que está vinculado Antonini acaban de recibir una adjudicación directa para comprar taladros para PDVSA, que sufre una crisis cada vez mayor por la falta de maquinaria de perforación.


Tempranamente, La Nación (9/8) deslizó la sospecha, siempre en estado de fantasía, de que este derrumbe en el puente con Venezuela fue estimulado por algún actor externo. Porque mientras Uberti y Antonini ganan fama internacional, alguien festeja en Washington y alguien sonríe en Brasilia”. El canciller venezolano también acusó “una conspiración” o “una emboscada” de EE.UU. y la atribuyó “al nerviosismo” ante el proyecto de unidad regional. Mientras, la oposición organiza una movilización en Caracas.


La cadena de escándalos del gobierno “puede poner en riesgo sus chances para ganar las elecciones”. (Clarín, 9/8) Los 800.000 dólares negros le dieron otra luz al cuidado lanzamiento de Cristina-Cobos. En su edición del 15 de agosto, Clarín recién informa del lanzamiento de la candidata oficial en la página 8; las siete anteriores están dedicadas a la valija y la tapa… al festival de tango.