No hay que pagar… ¡La deuda!
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¿Se acuerda cuando en marzo, Cavallo “salvó” a la Argentina reuniendo un paquete de “ayuda” extranjera y “patriótica” por 11.000 millones de dólares?
Pues simplemente no ha quedado nada, porque toda esa inmensa fortuna fue a parar al pago de la deuda externa, al rescate de bancos quebrados y a la corruptela preelectoral. “Argentina ya se gastó toda la ayuda externa”, titula, con mucha demora, (Ámbito Financiero 2/6).
¿Qué significa esto? Sencillamente, que la bancarrota oficial que se procuró disimular en marzo, es ahora oficial. Cavallo acaba de anunciar que la Caja del Estado sólo cumplirá puntualmente con el pago del capital y de los intereses de la deuda pública, postergando sin límite los pagos a los empleados públicos, las transferencias las provincias, la cancelación de deudas con los proveedores e incluso el abono de las miserables jubilaciones.
Más allá del golpe descomunal que esto significa para los trabajadores en forma directa, el régimen financiero de emergencia que se acaba de anunciar significará un agravamiento de la recesión económica, con las consiguientes suspensiones y despidos. El gobierno pretende retrasar aún más el pago a sus proveedores, lo que redundará en una mayor contracción del Arcado interno.
La “emergencia financiera” de Menem y Cavallo desnuda en forma brutal el fraude que significaron las elecciones del 14 de mayo. El 50% de los votos a Menem consagró la victoria de la Bolsa contra pueblo y por eso es que éste debe pagar ahora las cuentas de aquélla.
Pero no por eso la Bolsa está tranquila, los especuladores sencillamente se preguntan si, al final, la cesación de pagos no los alcanzará a ellos. No es casual que los valores en la Bolsa se encuentren hoy en la mitad del punto máximo que alcanzaron en 1992. El derrumbe del “plan” Cavallo no podría ser más completo.
La crisis comercial e industrial ha triplicado el número de quiebras con respecto al año pasado. Esto explica que la «estabilización» no provoque ya la euforia de antes, toda vez que el no aumento del promedio de los precios solamente está reflejando el derrumbe del poder adquisitivo de la población y la espectacular caída de las inversiones.
Las “malas noticias” nunca vienen solas. El “argentino que pronosticó la crisis mexicana” acaba de prever un nuevo desplome en México, debido a la bancarrota en que se encuentran la industria y los bancos. Con relación a Brasil, la reciente renuncia del presidente del Banco Central de ese país ha sido interpretada unánimemente como el preaviso de la devaluación del real.
Es incuestionable que la terminación del “boom” especulativo de 1990-93, está llevando a naciones enteras a la lona. A los teóricos del capital no se les ha ocurrido mejor cosa, ante la magnitud de la crisis, que preparar una ley mundial de quiebras, para aplicarla a los Estados.
El mismo señor que la prensa ha coincidido en presentar como oráculo de la economía latinoamericana, sólo ve como salida una depresión económica aguda, que permita reducir aún más los salarios y el valor de los activos industriales. De este modo, sostiene, se lograría atraer de nuevo al capital extranjero. Una verdadera catástrofe.
Cavallo ya no puede alegar el “efecto tequila” para justificar el estado de emergencia del Estado. Ha quedado, como se dice, desnudo. No ha revolucionado, como pretende, a la Nación—la ha hundido y la sigue hundiendo.
¿No sería más barato, preguntamos, dejar de pagar la deuda externa? La hipoteca oficial representa unos 16.000 millones de dólares anuales, que podrían ser destinados a los trabajadores y a la recuperación de la economía. El hecho de que no pueda ser refinanciada, está probando que no atrae al capital extranjero sino que lo ahuyenta. La prioridad de su pago no atiende a razones económicas sino a razones capitalistas. El gobierno, el régimen político actual y hasta el propio orden social dependen del apoyo político de la banca internacional y de la gran burguesía nativa.
¿En qué consiste la soberanía de un país? No en el ejercicio del voto, sino en el superávit de su Tesoro. No se encuentra en la urna sino en la deuda pública. Muchos gobiernos sobrevivieron a votaciones desfavorables, casi ninguno a la cesación de pagos. No es muy democrático, pero así es la realidad del capitalismo. Menem ganó el 14 de mayo, pero para sobrevivir necesita pagar la deuda externa, aunque para ello Argentina se venga abajo.
Ahora se puede entender mejor por qué se movilizan los estudiantes, los docentes, los profesionales de la salud o los metalúrgicos: porque el gobierno necesita arancelizar la educación, bajar salarios y reducir a cero el gasto social, con la finalidad de pagar la deuda externa.
Lo demás es verso.
¿No hay plata para pagar? ¡No paguemos entonces la deuda externa!
Argentina no tiene gobierno, sólo una banda de martilieros públicos.
Que se vayan.