Políticas

24/7/2008|1047

“No me importa lo que has hecho”

El oficialismo es injusto con el vicepresidente Cobos. Es cierto que debió acompañar con su voto el proyecto oficial dado que ha sido electo como parte del Ejecutivo y no como representante del pueblo en el Parlamento. Por esta razón, su alegato de que actuaba en función de convicciones está fuera de lugar. Pero no es menos cierto que votando como lo hizo salvó al gobierno del derrumbe: en 24 horas el oficialismo había perdido la confrontación en la calle y la mayoría en el Senado, que era formalmente de los dos tercios.

Si Cobos hubiera ‘acompañado’ al gobierno en condiciones semejantes, simplemente habría precipitado una crisis política terminal. Fue el propio gobierno quien transformó a Cobos en un singular árbitro político cuando aceptó su planteo de que la vigencia de la Resolución 125 fuera dirimida por el Congreso. Con este paso, la Presidenta admitió adaptar el régimen presidencial a uno parlamentario, con todo el riesgo que esto supone si se produce un voto de desconfianza.

En este punto Cobos jugó un rol estratégico: no porque votó en contra sino porque acto seguido levantó la sesión en forma antirreglamentaria y evitó con ello que el desenlace de la crisis lo hubiera dictado el Congreso, primero aprobando un proyecto de minoría en el Senado y luego obteniendo la ratificación en Diputados. De todos modos, este desenlace ‘salvador’ no es gratuito para el matrimonio presidencial, esto porque en los hechos ha quedado consagrado un gobierno de coalición ‘sui géneris’, lo que pone fin a otra tentativa (ilusoria) de “gobierno nacional y popular”.

La capacidad de ‘construir poder’, que todos los politicólogos adjudicaron como capacidad exclusiva al ex presidente Kirchner se ha convertido en su contrario. En cuatro meses, el oficialismo perdió el voto rural que lo acompañó en octubre pasado; luego la mayoría automática en Diputados y el Senado; por fin, al propio vicepresidente de la Nación. La ‘concertación plural’ ha dejado de existir y el PJ no es más que una cáscara vacía.

Ahora la Presidenta ha retomado su capacidad ejecutiva de una manera sorprendente: derogó la Resolución 125 en forma lisa y llana, procediendo a una transferencia de ingresos de una magnitud que no estaba contemplada en ningún proyecto de ‘consenso’ de los opositores. La decisión oficial elimina la movilidad del impuesto en función del precio internacional, algo que mantenían en pie, sin embargo, los proyectos, por ejemplo, de Solá y de Reutemann.

La maniobra de Cobos de levantar la sesión del Senado, cuando correspondía tratar los proyectos de las minorías, se completa con la decisión presidencial de volver al 30 de marzo. ¿Cómo explicar esta incoherencia? Presumiblemente, porque la Presidenta ha perdido la capacidad ejecutiva para dictar en forma unilateral una nueva Resolución, lo que hubiera necesitado una nueva ronda ‘humillante’ con las entidades sojeras.

Lo que la audiencia televisiva interpretó, el jueves pasado por la madrugada, como una sesión del Senado, fue en realidad una ronda excepcional del mercado a término de la soja de Rosario y Santa Fe, que había dejado de funcionar en marzo como consecuencia de las retenciones móviles. El voto del Senado restableció un precio interno, en especial para la gran patronal sojera, de unos 80 dólares por encima del vigente el día anterior.

Premió así el acaparamiento de 36 millones de toneladas de soja (que llega a los 50 millones para el conjunto de los granos), o sea una transferencia de alrededor de 3000 millones de dólares. Lo que muchos se empeñan en calificar como una exhibición de democracia sin precedentes fue en realidad el despliegue de un sucedáneo del mercado de futuros de materias primas, que había dejado de funcionar prácticamente en el curso del conflicto agrario.

Cuando la Bolsa, que es la que tiene, en última instancia, el timón del Estado bajo el capitalismo, pierde esa capacidad estratégica, es el aparato del Estado el que ‘corrige’ la fractura, convirtiendo en Bolsa o mercado a sus instituciones. La guinda de este postre la puso el senador Rached, radical K de la zona sojera de Santiago del Estero, que se pasó a la oposición por indicaciones del banquero Néstor Ick, el virtual propietario de la provincia.

En este mercado de futuros del parlamento nunca estuvo en discusión la redistribución progresiva de los ingresos, a pesar de las modificaciones demoradas que introdujo en Poder Ejecutivo en su proyecto. Nada lo demuestra mejor que la decisión de cargar sobre las espaldas de los argentinos la deuda de mil millones de dólares del grupo Marsans por Aerolíneas y asumir el negocio aeronáutico cuando se encuentra en crisis en todo el mundo.

Mucho más lo demuestra la ratificación en los hechos del estatuto del peón rural, de la dictadura militar, que le permite a la patronal sojera explotar a los trabajadores de sol a sol, incluido el trabajo de los menores de 14 años. Lo que estuvieron siempre en discusión fueron dos variantes de la patria sojera.

El ‘gol en contra’ de Cobos ha apaciguado la crisis, pues de otro modo se hubiera mantenido el acaparamiento que el gobierno no intentó quebrar en ningún momento y, por lo tanto, una crisis cambiaria. Probablemente hubiera retornado el desabastecimiento. Ingresamos en una etapa de transición en la cual emergerán con fuerza los desequilibrios de arrastre de la economía y la crisis mundial, aunque por el momento los puertos del Paraná se vuelvan a embotellar de camiones.

La oposición, por su lado, no solamente se encuentra dividida: en ningún momento lideró la crisis sino que fue a la rastra de las corporaciones del campo. La oposición no tiene ningún interés en asumir las tareas que la burguesía considera apremiantes ahora, como aumentar tarifas, domeñar la inflación con medidas recesivas, reforzar los topes salariales y renovar los contratos con los pulpos internacionales suspendidos desde la ‘emergencia’. Teme a la reacción popular. Ni siquiera sería capaz de adoptar una política agraria a largo plazo, como lo vino reclamando durante el conflicto, sin provocar una división entre las patronales del campo

En el desarrollo de la crisis, el kirchnerismo demostró que es una pantomima de movimiento nacional y popular. En ningún momento movilizó a los trabajadores del campo o de la ciudad, ni podía hacerlo porque gobernó con un millón de obreros rurales en negro, con topes salariales, con jubilaciones desvalorizadas y, al final, con una inflación imparable.

Quien se postulara para ‘reconstruir la burguesía nacional’ ha sido cacheteado por la ascendente burguesía nacional sojera. Pretendió ‘parar a la derecha defendiendo al gobierno popular’, rodeado de los Moyano, los Cavalieri y hasta los Venegas (o de los Scioli y los Alperovich). Los intelectuales de la ‘carta abierta’ recibieron su propia medicina: Cobos acabó “mediando” y “arbitrando los conflictos”, que para aquellos es la quintaesencia de ‘la’ política.

La izquierda campestre, que se sumó sin ningún pudor, toda revolcada con los explotadores de los obreros más sojuzgados y con los ‘procesistas’ de la Rural, festeja ahora la transferencia de miles de millones de dólares a la patria sojera.

Es la oportunidad para desarrollar una alternativa independiente de los campos capitalistas, una alternativa obrera y socialista.

(Texto enviado a Página/12, no publicado por el diario)