Políticas

29/6/2000|670

¿Nos sirve el programa de Techint, Moyano y la CTA?

El Instituto de Estudios y Formación de la CTA ha editado un folleto que se presenta como soporte teórico de la campaña para recoger el millón de firmas “por un seguro de empleo y formación de 380 pesos para todo jefe de familia desocupado”.


A esta campaña, que culminaría con la llamada “Marcha Grande por el Trabajo”, entre fines de julio y el 9 de agosto, la CTA la denomina “shock redistributivo”.


La CTA se propone corregir el rumbo del gobierno, ofreciendo un camino alternativo al llamado “ajuste perpetuo” .


Como sea, el folleto, bajo la forma de un “programa para la emergencia” evita deliberadamente referirse a la política del gobierno y acentúa el tema de la “propuesta” en detrimento de un plan de lucha para hacer retroceder al gobierno en las medidas que ya ha tomado. El folleto de la CTA pretende ser una especie de plataforma de gobierno, como si nada hubiese sucedido en estos siete meses de aliancismo en el poder.


¿Qué dice la CTA?


El modelo de la central ‘alternativa’ abarca tres áreas, a saber: una de circuitos económicos de emergencia (donde inscribe su propuesta de un seguro de empleo y formación para los desocupados que sean jefes de familia); otra de economía pública que se asemeja a los “presupuestos participativos” del municipio petista de Porto Alegre; y un área de economía privada donde el Estado debería regular a las empresas monópolicas y privatizadas e imponer una reforma tributaria para “poner fin a la regresividad distributiva”.


Todo el folleto gira en torno a la idea de que hay que oponer al capitalismo “espúreo” o financiero-rentista-especulativo, un capitalismo productivo que se preocupe también por la “eficiencia social” (salud, educación, formación y calificación del trabajador). En este esquema de control y regulación del capital especulativo, vía la aplicación de mayores impuestos, se ha abandonado hasta la más elemental idea de nacionalización o renacionalización de las empresas privatizadas, de nacionalización y control del comercio exterior o de desconocimiento y repudio de la usuraria deuda externa, o sea de control del proceso de la producción. El ‘modelo’ se entusiasma con una cooperación regional de las empresas que “sustituya la competencia despiadada”, o sea con la posibilidad de un capitalismo regulado y ordenado, despojado de sus crisis y choques. Para los técnicos de la CTA, dirigidos por el economista Lozano, el momento histórico presente se caracteriza por “la nueva base tecnológica que requiere de fuerza de trabajo altamente calificada”. Se trata, por lo tanto, de regular las condiciones para que el capital “haga uso de las potencialidades de la revolución tecnológica”.


Lozano y la CTA enmascaran el hecho fundamental de que, bajo el capitalismo, el avance tecnológico produce la desvalorización de la fuerza de trabajo y la descalificación del obrero individual. Es de este modo que la tecnología alcanza el objetivo capitalista de aumentar la tasa de explotación (plusvalía). Pero además, asistimos, en el marco de una gigantesca sobreacumulación de capital mundial, a una colosal descalificación de los trabajadores, e incluso al alargamiento de la jornada de trabajo, la reducción directa de sueldos, la eliminación de beneficios y conquistas y las formas más retrógradas de acumulación capitalista.


La CTA presenta en forma embellecida a la revolución tecnológica, es decir que oculta su carácter contradictorio de productora de miseria social, bajo el capitalismo.


¿Cómo sería el shock redistributivo que propone la CTA?


En el folleto y en el petitorio que se llama a firmar, la CTA coloca el “seguro de empleo y formación” para los jefes de familia desocupados dentro de una propuesta de “circuito económico de emergencia” que debería integrar “todo el gasto social”. Es decir que el seguro de “empleo y formación” unificaría todos los planes de asistencia y de ‘empleos’ transitorios.


Pero, ¿por qué la CTA llama seguro de empleo y formación a lo debería ser un seguro de desempleo?


La respuesta está en el propio folleto (apéndice 1), cuando se señala que cada municipio hará un relevamiento de los recursos humanos ociosos (fundamentalmente jefes de hogar) y de la “oferta productiva que se encuentre en situación crítica o de paro forzado” (pequeños y medianos empresarios, microempresas, Ongs, etc.). Es decir que la CTA pretende empalmar al capital en quiebra y a los trabajadores desocupados a razón de 380 pesos por obrero. Es decir, que establece la tarifa de la superexplotación.


La CTA se enorgullece con sus 380 pesos de seguro de empleo y formación porque, dice, supera el salario mínimo, sin reparar que el salario mínimo ha dejado de existir en Argentina desde 1990 y que hoy no podría ser inferior a los 600 pesos. La CTA desestima la reivindicación de llevar el salario mínimo a ese nivel porque, dice, sólo beneficiaría a una minoría ocupada. La verdad es muy distinta: los 380 pesos van a pasar a ser un nuevo techo salarial, y esto en condiciones de super flexibilización e inestabilidad permanente. Un negocio para las empresas y una desgracia para los trabajadores. Por otra parte, la elevación del haber mínimo jubilatorio a 450 pesos mensuales no está planteada en forma gradual, en tres etapas, y sujeta a una financiación creciente. ¡Puro verso! ¿Cuánto deberán esperar los jubilados para alcanzar el “mínimo de pobreza”?


Además, el pago del subsidio por hijo se equipara con la escolaridad, es decir que está sujeto a condicionamientos. La deserción escolar tiene sus raíces en la miseria, no va a ser resuelta ofreciendo un ‘premio’ de 60 pesos.


En el capítulo sobre el financiamiento de este plan de “seguro de empleo y formación” , la CTA se propone gravar a las empresas privatizadas y a los concesionarios de peajes, de ferrocarriles y de canales fluviales privatizados. A la vez, dispondría un tratamiento fiscal diferencial para las Pymes a “fin de preservar las fuentes de trabajo”.


Ahora bien, ¿hasta qué punto esta propuesta es propia de la CTA? Según el diario Página 12, del 20 de junio, la UIA, como parte del Grupo Productivo que integra con las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y los empresarios de la construcción, también tiene una propuesta para “salir de la recesión y reactivar el mercado interno”, antes de que “la crisis económica devenga en social y ambas lleven a una crisis política”. También la UIA quiere gravar a los supermercados, empresas privatizadas y de servicios, para formar un “fondo de ingreso mensual para los jefes de familia”. También la UIA quiere imponer un techo salarial de hecho.


Como se ve, el “shock redistributivo” de la CTA empalma con la propuesta patronal de la UIA y de Techint. La CTA está condicionada por la división del frente patronal y se ha alineado con los ‘productivos’ contra los ‘especuladores y de servicios’.


En toda la política de la CTA no hay una pizca de independencia obrera. Vehiculiza de un lado la política del ajuste (eliminación de todos los planes sociales con el cuento de un área única o circuito para la emergencia social), y es portavoz, por otro lado, de los planteos de la Unión Industrial y de los capitalistas del “Grupo Productivo”.


Con semejante panorama por delante ¿Qué tiene de extraño, entonces, que hayan convocado a su congreso nacional en la más absoluta clandestinidad, sin que nadie se entere? Un congreso vaciado, sin asambleas ni reuniones preparatorias.


El PO plantea un Congreso de Bases para deliberar, votar y ejecutar un Plan de Lucha por la derogación completa del ajuste de la Alianza y por los 600 pesos de salario mínimo para trabajadores ocupados, desocupados y jubilados. Contra la tregua entre el CTA y el gobierno y los capitalistas, luchemos por desarrollar las tendencias hacia la huelga general indefinida.