CONFLICTO RURAL

Nostalgia

Argentina se ha visto obligada a pasar por un curso acelerado de economía agrícola y derecho tributario, y a distinguir las rentas extraordinarias de las corrientes y los impuestos de los derechos de aduana. La Presidenta dio un paso más en esta improvisada escuela de cuadros cuando declaró que el movimiento de la patronal sojera no tenía el aura de una tragedia, sino el más modesto de una “comedia”. Ella y su gobierno, sin embargo, lo han encarado como una hecatombe.

En una columna publicada en Página/12, el profesor Mario Toer decidió inscribirse en esa veta de la historia comparada al proclamar que “trotskistas eran los de antes”, cuando no se usaba gomina. Ocurre que los emblemas del profesor, Jorge Abelardo Ramos y Nahuel Moreno, tuvieron un notorio paso por el peronismo; Toer no los reivindica como trotskistas sino como proto-justicialistas.

Las trayectorias de Ramos y de Moreno fueron, sin embargo, diferentes. Aunque el 17 de octubre de 1945 los encontró a los dos en la vereda de enfrente del campo popular, Ramos se hizo rápidamente peronista y terminó sus días como menemista, no sin antes haber escrito algunos ensayos históricos que se desmentían recíprocamente.

Moreno, quien aún en 1951 abogaba por el frente único de los socialistas y comunistas de la Unión Democrática para enfrentar al peronismo, se dio vuelta como un guante en 1953 para convertirse en obediente seguidor del “general Perón”. Lo que molesta a Toer es que los trotskistas no nos hayamos sumado a esta pantomima de gobierno nacional y popular que pretenden encarnar los Kirchner.

El profesor cree que ejercita la ironía (el lujo de la inteligencia) cuando tacha de “ni sí ni no sino todo lo contrario” al planteo de un afiche del Partido Obrero que rechaza el golpismo de la oposición y el auto-golpismo del Gobierno. Para Toer, la alternativa sería sí sí o no no, sin importarle retroceder 25 siglos a la filosofía del griego Parménides o a la teología medieval. Lo hace incluso cuando su jefa política acaba de aludir a dos gigantes de la dialéctica, Marx y Hegel, aunque disfraza al primero con el epíteto de “un señor”. El sí, sin embargo, es sí y deja de ser sí al mismo tiempo, mientras que el no es negado por un segundo no, la negación de la negación – o sea “ni si ni no sino todo lo contrario”.

Toer sufre las consecuencias de este pasaje dialéctico, cuando su pretensión irónica se convierte en ridículo.

Entre el sí de la patronal sojera y el no del gobierno de Techint, Barrick Gold y Taselli, Toer no elige “todo lo contrario” sino al oficialismo. Pero es el Gobierno el que ha desarrollado la estructura social sojera que comenzara Menem.

El ex presidente señaló que el Gobierno gasta 12 mil millones de dólares al año para sostener el tipo de cambio, o sea en subsidiar, entre otros, a los sojeros, aunque no añadió que, en 2007, los 16 mil millones de pesos recaudados por retenciones fueron a otros “sectores privados” (estudio Bein). La suba de las retenciones para capturar los beneficios extra generados por el alza de precios internacionales no modifica esto: se trata de una transferencia de un sector capitalista a otro.

El controvertido desacople de precios de la canasta familiar que producirían, en parte, las retenciones, beneficia al capital industrial (y agrario) que paga salarios nominales muy inferiores a los internacionales.

¿Sí, no? De ninguna manera, ¡todo lo contrario! Durante el conflicto comenzaron a plantearse temas como los pools de siembra, los regímenes de arriendo o la junta de granos, una agenda estratégica que nunca figuró en los planes del Gobierno, pero que se acerca, como cuestionamiento parcial de la estructura social del campo, a los planteos de nacionalizar el comercio exterior y los puertos privados, así como las grandes propiedades agrarias o derogar la ley del peón rural de la dictadura.

Toer, como tantos otros, no ha reparado en que el gobierno “nacional y popular” gobierna con la legislación – ley del peón rural e incluso el Código Aduanero-  elaborada por las tres fuerzas armadas. Sin embargo, lo referido a los pool de siembra o a juntas de granos es puro diversionismo, porque la patronal sojera reivindica a los primeros como factores de desarrollo tecnológico y nunca aceptaría las segundas cuando los precios internacionales se encuentran en alza.

Para convertir al excedente agrario en ahorro nacional efectivo; impedir la expulsión de campesinos; poner fin a la superexplotación del obrero rural; en una palabra para discutir la transformación social del campo es necesario un planteo de nacionalizaciones bajo control de los trabajadores. De nuevo, “todo lo contrario”.

Por último, el profesor Toer no cree en “autogolpismos”, sin percibir que es la réplica lógica al “golpismo” que el oficialismo adjudica a los opositores. ¿O los Kirchner imaginan resistir el golpe del “campo” con una movilización revolucionaria conducida por Moyano-Caló o Indek-Moreno? (en 2002, Kirchner mandaba apalear asambleas populares en Río Gallegos). El conflicto ha tomado la forma de una prueba de fuerza y poder.

Esa pulseada se va a acentuar si se empantana el Congreso, y marcaría un golpe fundamental al mandato de la Presidenta si el oficialismo fuera derrotado. Ya hay un conflicto institucional con el vicepresidente. La nostalgia por los trotskistas que fueron no le deja ver a Toer que desde 2003 se encuentra una suerte de régimen “autogolpista”, que se manifiesta en la usurpación de poderes parlamentarios y los decretos de necesidad y urgencia. Toer parece no darse cuenta que el nacionalismo burgués ha vuelto a fracasar y ha protagonizado una super-farsa.

La deliberación política que se manifiesta hoy expresa la disolución de un régimen político de excepción y el tránsito hacia una nueva forma histórica de dominación política. Los trotskistas debemos militar para preparar las condiciones de un gobierno obrero y popular. En definitiva: ni sí ni no sino todo lo contrario.